Un cambio en el papel de los islamistas sirios

Un cambio en el papel de los islamistas sirios
Durante más de tres décadas, los islamistas sitios han sido agentes de cambio en la situación general en el país, un papel que hoy está cambiando de forma notable. Y este cambio puede ser lago y difícil.
Los Hermanos Musulmanes fueron la corriente del islam político principal desde los ochenta y hasta el estallido de la revolución siria, aunque incluyera en su seno algunos grupos yihadistas entre los que destaca la Vanguardia Combatiente de los Hermanos Musulmanes, que arrastró a los Hermanos, no sin dudarlo, al enfrentamiento con el régimen a finales de los setenta y principios de los ochenta, y aquellos de sus líderes que se salvaron acabaron insertándose en el movimiento de la yihad afgana e internacional.
Entre principios de los ochenta y el inicio de la revolución siria, los Hermanos siguieron siendo opositores al régimen que dominaba Siria por la fuerza (y Líbano y Palestina).  Durante las últimas dos décadas del gobierno de Hafez al-Asad, las cárceles de su régimen aunaron a los islamistas con los izquierdistas y los nacionalistas, árabes, kurdos, palestinos y libaneses. En ese tiempo, los servicios secretos tenían aplastada y destruida a la sociedad siria, a la que además saqueaban. Por medio de esa experiencia general tan ingente, apareció una especie de colaboración en la oposición al régimen asadiano entre los islamistas y el sector laico de la oposición, una colaboración objetiva si así se puede llamar. Una colaboración que se vería afectada continuamente por la sensibilidad, el ideario, el tipo de vida y el ideal social al que se aspiraba. En el 2000, cuando los prisioneros izquierdistas y nacionalistas habían salido de las cárceles y la mayoría de los islamistas que seguían vivos también, aparecieron signos de un cambio hacia otro tipo de colaboración, una colaboración subjetiva. Es decir, un acuerdo en los paradigmas y el pensamiento en la efímera “primavera de Damasco”, un retroceso de los límites ideológicos en el pensamiento de los opositores laicos, y la hegemonía de una apuesta democrática básica en la oposición laica. Los Hermanos Musulmanes emitieron en mayo de 2001 un documento llamado Pacto de Honor Nacional en el que se comprometían a un modelo de Estado y de régimen político que los acercaba al sector general de la oposición en el interior y en el que pensaban en el islam como un “referente cultural”. Por medio de las páginas portavoces de los Hermanos o próximas a ellos, unos pocos programas de televisión y algunos encuentros fuera del país entre dirigentes de los Hermanos y opositores conocidos del interior, se creó una red de interacciones entre los opositores e islamistas sin precedentes en la historia de Siria desde el inicio del gobierno baasista.
A finales de 2004, los islamistas publicaron un documento ampliado llamado Proyecto Político para la Siria del Futuro, que unía los compromisos del Pacto de Honor Nacional y su “enraizamiento” de pensamiento y jurisprudencia islámica, y que establecía un concepto de democracia centrado en torno a las urnas y el gobierno de la mayoría. Poco después, sacaron un documento sobre el sectarismo, que aunaba el centralismo islámico y la igualdad basada en: nosotros (los musulmanes suníes, se entiende) tenemos los mismos deberes y obligaciones que ellos. En otoño de 2005, los Hermanos musulmanes se unieron a la coalición de la Declaración de Damasco unas pocas horas después de anunciarse, llegando a la cima del acercamiento político entre la oposición interior y los Hermanos Musulmanes.
Unos meses después de unirse a la Declaración de Damasco, participaron con el vicepresidente sirio, Abdel Halim Khaddam que había desertado del régimen recientemente, en la creación del llamado Frente de Salvación Nacional.
A pesar de que los Hermanos anunciaron que suspendían su oposición al régimen, por su postura durante el ataque israelí contra Gaza a finales de 2008 y principios de 2009, el mismo régimen se encargó de que se quedaran en el sector opositor y en la posición del agente de cambio al menos en principio. En cualquier caso, el grupo volvió a la oposición tras la revolución.
La característica general desde hace más de una década es el intento de los islamistas de entrar en el ámbito político sirio y participar con otros, desde una postura opositora y de cambio en su mayoría.
Tras la revolución han aparecido dos elementos nuevos en lo que respecta a la participación de los islamistas con el resto de opositores.
El primero son los frecuentes y ruidosos intentos de los Hermanos por dominar las instituciones de la nueva oposición creadas durante la revolución: el Consejo Nacional Sirio y después la Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución y la Oposición. No puede limitarse la crítica a los Hermanos por intentar dominar, pero es lícito, pues es una fuente de preocupación y que hace retroceder la confianza entre los participantes.
El segundo y más importante elemento es el ascenso de los grupos combatientes islámicos externos al marco de los Hermanos, con ideología salafista y algunos de los cuales son agrupaciones yihadistas, que consideran a los Hermanos mismos laicos, y pueden incluso excomulgarlos. Algunos de estos grupos, como Da’esh (siglas árabes del Estado Islámico de Iraq y Siria) consideran hereje a todos los que les contradicen y se trata de una fuerza fascista que pretende dominar los recursos públicos y la vida social en las zonas donde tiene presencia, y pretende destruir los otros grupos civiles y militares relacionados con la revolución. Otros, como el Frente de Al-Nusra, Ahrar al-Sham o el Ejército del Islam no han cometido crímenes equiparables a los de Da’esh, pero su paradigma ideológico y político no dista mucho del de este. Lo que comparten estas corrientes es que sus líderes estuvieron en las cárceles del régimen tras la aparición de grupos salafistas relacionados con la lucha iraquí, con contradictorias relaciones con el aparato sirio.
No estamos aquí ante corrientes políticas marginadas y reprimidas, sectores de las cuales se fueron hacia el extremismo, sino ante grupos apolíticos en esencia, que se parecen a los servicios de inteligencia más que a los partidos políticos. El mundo del pensamiento de estos grupos no va más allá de la literatura incitadora, y de la dependencia esclava del salafismo yihadista, y comparten una total atrofia de la dimensión espiritual y de fe de la religión islámica misma, además de todo lo relacionado con el mundo cultural y ético moderno.
Estos cambios parecen un segundo paso en la regresión del Estado y la política en Siria, tras el gran primer paso de la creación del reino asadiano. Los tropiezos de la revolución siria han conformado un ambiente propicio para otro segundo paso regresivo, la creación de feudos militares religiosos, de los cuales el reino de los Asad es un modelo análogo. En resumen, ha habido una transformación de los islamistas que han pasado de ser un agente de cambio en principio, a ser una gran carga nacional y social, y a una fuerza de desintegración y fragmentación que complete la acción destructora principal del fascismo asadiano. Es una transformación acompañada de un rediseño del mapa del islamismo mismo en beneficio de las corrientes salafistas -la combatiente y la yihadista-, y en detrimento de la corriente de los Hermanos.
¿Cómo pueden actuar los Hermanos en relación con esta situación? Está claro hoy que no son el tronco de las fuerzas islámicas, ni su paraguas unificador, y que ni siquiera las lideran. Si bien no se puede descartar que se “salaficen” al estilo de lo que sucedió con el difundo Hussam Tamam de los Hermanos egipcios, tampoco puede descartarse que se dividan debido al proceso de enraizamiento político interno que está teniendo lugar en los ambientes suníes sirios y la amplia reconstrucción en los centros islámicos. Cierto es que antes del golpe baasista, ya se habían dividido por las diferencias entre los Hermanos damascenos liderados por Issam al-Attar y los Hermanos de Alepo y los de Hama (Marwan Hadid, Abd al-Fattah Abu Ghudda y otros). Sería natural que las circunstancias actuales provocasen movimientos tectónicos y terremotos incontrolables en el proceso mismo de reconstrucción de los Hermanos, y puede que la división entre los alepinos (dirigidos por Ali Sadr al-Din al-Bayanouni) y los hamawíes (dirigidos por el líder Riyad Shaqfa) sea su máxima expresión.
Este gran cambio en la postura de los islamistas en el contexto de amplia reconstrucción que está teniendo lugar en el país, no tardará en provocar reacciones de pensamiento y políticas adecuadas, diferentes y contrarias a las de las tres décadas pasadas y en una dirección laica liberadora en contra del laicismo fascista de los asadistas y de sus agentes ideológicos. No hay duda de que en el continuo enfrentamiento con el régimen asadiano las posibilidades de diferenciación ideológica y política se reducen en el nivel nacional, y más entre los propios islamistas, pero la guerra viene impuesta por los grupos fascistas radicales y la lucha ya no es una elección.

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