Cada año, en Zardaín, se renueva el milagro de la fraternidad entre vecinos, alrededor del Belén. En los pueblos de Asturias, en donde las montañas y los valles, regados por ríos de aguas cristalinas, por arroyos y fuentes, se vive una serie de tradiciones que evocan la memoria familiar, solidaria y de afecto que dan lugar a múltiples estampas, como las de la siembra y recolección de patatas, las faenas de la yerba, del trigo, del maíz, de la matanza, complementadas con la cultura de las tradiciones de los cuentos de tsariega, de las canciones de chigre y las de las festividades religiosas desde el bautismo en al nacimiento, hasta los funerales, con el fallecimiento. Esto es lo que va desde la Navidad a la Semana Santa, por ello Zardaín combina el mundo de la agricultura con las representaciones, que poco a poco han ido recuperando en un ambiente de solidaria convivencia, como queda demostrado en su creativo Belén o las alfombras florales del Corpus. Todo ello digno de loa, máximo en época de crisis, en donde podemos acudir a la imaginación para suplir los costos económicos disparados con la sunvención pública.
Zardaín es un pequeño pueblo del Cuarto de los Valles, en el Concejo de Tineo, acomodado, como en reposo, al resguardo del monte de su nombre. Como la mayoría de los pueblos rurales, ha ido, paulatinamente, perdiendo habitantes y los que quedan, siguiendo el dictado del tiempo, han envejecido; esto no es nada nuevo, ocurre en toda la comarca, por no hablar del municipio o del resto de nuestra tierra.
En Zardaín se cosechan unas fabas que le aportaron “nombre de origen”, no era raro encontrarse en las mantequerías madrileñas letreros con “Fabas de Zardaín”, por cierto que su fama las había llevado a lograr altos precios, pero siempre de gran rentabilidad porque estas leguminosas, al cocer, alcanzaban un sobresaliente tamaño y una delicada textura que hacía proporcionar al paladar el placer y la suavidad de la mantequilla, siendo muy apreciadas por los mejores restauradores. Para acompañar las fabas están los productos derivados del cerdo que también son elaborados en Zardaín.
Un pueblo puede subsistir con la producción de un par de productos de calidad pero para tener vida necesita algo mas y eso se encuentra en el viejo espíritu de los antepasados, en el ingenio la solidaridad y la ilusión. La ilusión, perdida durante una etapa de transición, volvió a Zardaín, hace unos veinticinco años, - lo que significa que ahora celebran las bodas de plata, - de la mano de unos cuantos vecinos que decidieron construir un Belén y ni cortos ni perezosos se pusieron manos a la obra; este belén, fue creciendo año a año y lleva camino de no parar.
El Belén es de vieja tradición en nuestra tierra y grandes artistas de la imaginería como Juan de Juni, Alonso de Berruguete, Alonso Cano, Salcillo o Pompeyo Leoni, - de quien tenemos, en Salas, un hermoso conjunto dedicado al inquisidor Valdes Salas, a quien debemos la universidad de Oviedo, - nos dejaron hermosas tallas policromadas con las figuras mas representativas del Belén, con lo cual enriquecemos nuestro patrimonio cultural.
Si todos los años, por estas fechas, se repite la historia del nacimiento de Jesús, que no es ni mas ni menos que la historia de una familia, piedra angular de nuestra civilización, que en estos momentos se ve, como todo entorno social, afectada por la crisis; crisis económica, pero sobre todo de valores, también se repite el milagro de Zardaín, desde hace veinticinco años, las familias unidas en torno a un Belén que, de año en año, se va enriqueciendo con nuevas aportaciones, en su mayoría, construidas por los vecinos, en las que se reflejan la pasión por las tradiciones, las costumbres, la arquitectura popular y la forma de vida de un pueblo. Se mezcla en este Belén, la herencia recibida del oriente con nuestra propia cultura, así podemos contemplar una construcción palaciega del viejo Egipto con los hórreos, el mercado, la pesca en el río u otras muchas escenas familiares que van cayendo en desuso.
Merece la pena hacer una excursión a Zardaín, para visitar la obra de sus vecinos, en esta recreación belenística, prolongación del propio paisaje.