La soprano asturiana Beatriz Díaz y el bajo aragonés Carlos Chausson fueron los grandes triunfadores de la noche.
FERMÍN DE PAS.- La actuación de la cantante allerana Beatriz Díaz en el estreno de «Don Pasquale», celebrado el pasado domingo en el teatro Campoamor de Oviedo, fue sencillamente magistral.
La cantante derrochó simpatía y dotes artísticas a raudales y mostró lo mejor de su hermosa línea melódica, siempre expresiva y brillante, sacando a relucir el amplio arsenal de matices y acentos de un instrumento vocal privilegiado por carnosidad, ductilidad y pureza.
De color bellísimo y homogéneo, se movió con seguridad a lo largo y ancho del registro, brilló en graves y agudos, reguló admirablemente el centro de la tesitura, más ligera y ágil en la parte de Norina, más lírica y redonda en el cometido de Sofronia, y lució en ambos casos una media voz deliciosa y unos pianísimos de quitar el hipo.
Fue la suya una interpretación de muchos, de muchísimos quilates, junto a un excepcional Carlos Chausson, ambos memorables en el dúo del tercer acto, donde la veteranía de una voz consagrada en el rol de don Pasquale se juntó con la evolución imparable de una artista cada día más madura y que se proyecta como una soprano lírica de referencia internacional ya en el futuro inmediato.
Muy bien en sus papeles respectivos el barítono Bruno Taddia como Doctor Malatesta y el tenor José Luis Sola como Ernesto, que también gustó mucho en la serenata del último acto con la protagonista.
Marzio Conti imprimió buen ritmo a la orquesta Oviedo Filarmonía, el coro de la Ópera de Oviedo estuvo francamente bien en su corta pero decisiva intervención, tanto como el barítono ovetense Bruno Prieto en su breve cometido de notario, y Curro Carreres firmó una puesta en escena de tinte cinematográfico ambientada en un crucero de lujo.
Aunque el público ovetense ovacionó largamente a todos los participantes, aun así estuvo bastante conservador y excesivamente frío, como suele ocurrir en la primera función de abono. Con el patio de butacas y las plateas plagadas de banqueros, empresarios, profesionales y políticos la situación, quizá, no invitaba a celebrar con más estrépito una nueva bufonada, aunque la de Donizetti, sea por música y libreto una auténtica obra maestra.