El proyecto estrella de la NASA, el telescopio espacial James Webb, podría verse truncado. La agencia estadounidense ya ha avisado de que no estará listo hasta, por lo menos, 2018 –con un retraso de cuatro años– y que costará 2.000 millones de dólares más de lo previsto. Ahora, un comité del Congreso de EE UU quiere cortar el grifo a la financiación de este instrumento que debería sustituir al Hubble para explorar los rincones más antiguos del universo.
Tras la ventana de una sala blanca en el edificio 29 del Goddard Space Flight Center (Maryland, EE UU), los ingenieros de la NASA, enfundados en trajes como los de las películas, trabajan sobre las piezas del telescopio espacial James Webb. Es el sustituto del Hubble, la herramienta más poderosa que los astrofísicos tendrán en sus manos durante las próximas décadas. La información oficial colgada en las paredes anuncia que estará listo en 2014, pero la mueca del jefe de prensa expresa que de ninguna manera se va a cumplir el plazo.
El presupuesto inicial del James Webb Space Telescope (JWST) era de 5.000 millones de dólares y su lanzamiento estaba previsto para 2014. En octubre del 2010 un informe independiente elaborado por John Casani a petición del gobierno de EE UU reveló que su coste final sería de 6.500 millones de dólares y que no estaría listo hasta finales de 2015. Ahora se habla de más de 7.000 millones de dólares y la NASA ha declarado que, como pronto, podría ponerlo en órbita en octubre de 2018, y eso en caso de recibir financiación extra. Si no es así, se podría posponer hasta pasado 2020.
El caso es comparable con el de aquel que quiere reformar su cocina, acepta el presupuesto de un albañil y cuando ya ha gastado más de la mitad, descubre que la obra será bastante más cara y lenta que lo acordado. Lógicamente se plantea cancelar la reforma, pero su pareja tiene la última palabra. El propietario es el Congreso de Estados Unidos, su pareja es el Senado, el albañil es la NASA, y la flamante cocina es el telescopio espacial James Webb.
Un comité del Congreso de EE UU, muy disgustado, anunció el pasado 6 de julio su intención de pasar al Senado una propuesta para castigar a la NASA recortando significativamente su presupuesto y cancelando para 2012 la financiación del James Webb Space Telescope. Eso significaría el fin de la misión y la pérdida de los cerca de 4.000 millones de dólares que ya se han invertido en la construcción del telescopio. Según fuentes de la NASA consultadas por SINC, “el 75% del hardware del JWST ya está construido o en producción. Los 18 segmentos que formarán el espejo primario ya han sido pulidos, y el primero ya ha pasado todas las pruebas de criogenización”.
El precio de desvelar secretos
El JWST es el proyecto estrella de la NASA, pero arrastra cierta controversia. Consume el 40% de todo el presupuesto de la agencia dedicado a astrofísica, y otros trabajos, como un telescopio destinado a investigar la energía oscura, han sido pospuestos hasta la finalización del JWST. El presupuesto para 2012 no va a aumentar, de hecho, se proponen reducirlo en 1.600 millones de dólares respecto al del 2011 hasta dejarlo en 16.800 millones. Eso compromete todavía más otros proyectos. Si además la construcción del JWST se retrasa hasta 2020, muchas iniciativas científicas de la agencia se verán afectadas.
A pesar de ello la comunidad científica ampara la construcción del JSWT. El informe Casani defiende que el aumento de presupuesto no ha sido fruto de un malgasto sino de una predicción errónea y poca transparencia. La comunidad de astrofísicos se esfuerza en hacer entender a los políticos y el Senado de EE UU que merece la pena continuar. La cancelación del JWST no sólo significaría un castigo para la NASA, sino el bloqueo de la aventura de comprender científicamente el espacio.
Un enorme ojo que todo lo verá
El telescopio espacial James Webb será el mayor que se haya enviado al espacio. Su espejo primario de 6,5 metros (tres veces mayor que el del Hubble) le permitirá acceder a objetos más lejanos y observar etapas muy anteriores de la formación del universo. Será capaz de alcanzar la fase de enfriamiento en la que se empezaron a generar las primeras galaxias.
Pero lo que más le diferencia del Hubble será su detector de infrarrojos, con el que podrá investigar fenómenos hasta ahora inaccesibles, como la formación de las estrellas primigenias o la compactación que dio lugar a las primeras galaxias. Incluso quizás podría detectar si algún planeta lejano tiene agua o no.
Para lograr la mayor sensibilidad posible, estará criogenizado a menos de 50 kelvines. Ni el calor de su propio funcionamiento interferirá en los débiles y lejanos fotones que le lleguen de los límites del universo. Además, a diferencia del Hubble, operará a un millón y medio de kilómetros de la Tierra para evitar la contaminación óptica que ejerce nuestro planeta. Como contrapartida, esto hará imposible cualquier tipo de reparación.
El JWST deberá funcionar a la primera y mantenerse intacto durante los cinco años que prevé su vida útil. Si algo falla, allí se queda. Es una obra de ingeniería impresionante que debe resistir todas las vibraciones de su lanzamiento y, una vez alcanzada su posición, desplegar con precisión nanométrica los 18 espejos hexagonales que constituirán el espejo primario. Es arriesgado, pero la historia nos muestra que siempre que se ha observado el mundo con otros ojos, se han descubierto aspectos desconocidos de la realidad.
El Hubble ha sido un gran ejemplo. Durante los últimos 21 años ha confirmado la existencia de la materia oscura, ha dado pruebas de que existen agujeros negros en el centro de las galaxias y de la isotropía del universo, mostrado imágenes de las primeras etapas del universo, colisiones de cometas, emisiones de rayos UV, nebulosas en las que se están formando estrellas, columnas de polvo y gas en plena generación de sistemas planetarios, y todo tipo de datos con los que comprender mejor el origen, estructura y futuro del universo.
Su rendimiento científico está fuera de cualquier duda, pero la continuidad pasa por construir un nuevo telescopio espacial. El James Webb es el candidato para seguir revolucionando nuestras perspectivas. La pregunta política en discusión es si ese nuevo conocimiento vale lo que cuesta el JWST.
Sin datos no hay ciencia
El JWST es la pieza central de la sección científica de la NASA: se pueden hacer grandes hipótesis y especulaciones, pero al final, para confirmar o revolucionar nuestra imagen del universo hacen falta datos. El problema es que la agencia vive un momento delicado. La cancelación a principios del 2010 del programa Constellation de exploración espacial humana fue un duro golpe a los pilares sobre los que se creó: convertir a EE UU en el líder mundial de la carrera espacial. Si los recortes actuales frenan su proyecto más emblemático, se perderá el liderazgo internacional y el futuro se volverá incierto tanto para el James Webb, como para la NASA en su conjunto.
FOTO: NASA