Oviedo.-La sanidad asturiana, cuyos estándares de calidad son referente en el común español, da un paso de gran trascendencia con la puesta en marcha de la Fundación para la Investigación e Innovación Biosanitaria en el Principado de Asturias (FINBA) que hoy presentó el presidente del Principado, junto a los integrantes del mecenazgo de la misma. Ofrecemos a los lectores la intervención de Javier Fernández en el acto celebrado hoy.
(Foto portada: (de izquierda a derecha)): el presidente de la Fundación Caja Rural, José María Quirós; el presidente y consejero delegado de TSK, Sabino García; el presidente de Liberbank-CajAstur, Manuel Menéndez; el gerente de Trasinsa, Carlos Martín; Blas Herrero, empresario; el director de la Fundación Alimerka, Antonio Blanco; ; el director de la FINBA, Carlos Suárez; el consejero de Sanidad, Faustino Blanco; el presidente del Principado, Javier Fernández; el rector de la Universidad de Oviedo, Vicente Gotor; el director de CAPSA, José Armando Tellado; el director de la Fundación Hidroeléctrica HC-EDP, Nicanor Fernández; y el delegado industrial de ILAS, Ricardo González.)
Intervención del Presidente
Muchos de ustedes son médicos y recordarán bien por tanto la teoría humoral de Hipócrates. La resumo para aquellos que, como es mi caso, tuvimos otra formación. La salud dependía del equilibrio entre los cuatro humores –la bilis negra, bilis, flema y sangre- presentes en el cuerpo humano. Si uno de ellos abundaba en exceso o, al contrario, escaseaba, sobrevenía la enfermedad.
Esto, que ahora nos suena un tanto esotérico, sobrevivió durante siglos y siglos, hasta que el conocimiento científico lo arrumbó al desván de las ideas desvencijadas. Sin embargo, la básica, la del equilibrio, sigue siendo válida. Salvando las distancias, es una regla fundamental para el desarrollo social: cuando más avanza una sociedad es cuando es capaz de que sus principales humores, por proseguir el símil, colaboren en la salud general.
Hoy tenemos aquí tres humores principales. El talento y el conocimiento científico, por un lado; la participación de la iniciativa privada, por otro; y la dirección y el apoyo indispensable de la Administración pública. No nombraré a nadie para evitar sonrojos, pero si se miran entre ustedes reconocerán representantes destacados de cada uno de esos tres ámbitos citados. Personas que merecen el sincero agradecimiento de mi gobierno. El talento y el conocimiento no desarrollan todo su potencial sin esos respaldos; la Administración pública debe contar siempre que sea posible con la energía de la iniciativa privada; los empresarios deben asumir que la mejora de la sociedad, filantropía al margen, acabará revirtiendo también a su favor. El mérito de la Consejería de Sanidad es haber logrado reunirlos a todos en esta fundación.
Desde esta sede de la fundación también pueden observar las instalaciones del Hospital Universitario Central de Asturias, que están siendo preparadas para su próxima puesta en servicio. Con el HUCA, por utilizar el acrónimo que se ha hecho habitual, este Gobierno busca varios objetivos. El principal es prestar mejor atención sanitaria a los asturianos. Sobre esa prioridad no cabe discusión. O con el nuevo hospital la mejoramos, y con ella la excelencia de nuestra sanidad pública, o el proyecto, la ingente inversión acumulada y la gran obra civil, carecerá de sentido. No hablamos, por tanto, de despachar bien un traslado hospitalario, por complejísimo que sea el proceso, sino de un fin mayor, como es reforzar la prestación sanitaria a los asturianos.
El HUCA, como ven, tiene unas dimensiones notables. Les aseguro que aún son mayores las que no se aprecian desde afuera. Todo el potencial de equipamientos y tecnología que acopiará resulta impresionante. Bien, pues nuestra intención -y nuestra obligación- es aprovechar la enorme fuerza que movilizará (un físico hablaría de energía cinética) para convertir Asturias en un referente internacional de investigación biosanitaria. Aquí es, por supuesto, donde entran todos ustedes.
Ni quiero ser tópico y grandilocuente, ni les planteo un objetivo inalcanzable. Durante décadas, el Hospital General, como se le conocía, fue un emblema de la sanidad española y su funcionamiento un motivo de orgullo para toda Asturias. Aquello estuvo bien hecho e, importantísimo, fue muy bien pensado. En la reciente celebración del Día de Asturias tuvimos ocasión de agradecérselo con la concesión de una de las medallas del Principado.
En buena medida por ese acierto de partida, la sanidad pública asturiana siempre ha recibido altas calificaciones por parte de los ciudadanos a lo largo de los últimos años. Es una constante en los estudios demoscópicos.
La Facultad de Medicina de Oviedo es también una referencia nacional, una de esas facultades de prestigio que se envidian en los campus universitarios.
Contamos, pues, con un apreciable caudal de experiencia. Sumaremos en breve unas instalaciones modernas, con una dotación sobresaliente. Y luego les tenemos a ustedes, cuya capacidad investigadora está acreditada. Por lo tanto, no planteo una ensoñación. Hay mimbres de sobra para que Asturias sea ese referente internacional de investigación biosanitaria. Les adelanto que ése será uno de los empeños de mi gobierno hasta el término del mandato, por más dificultades que se presenten. Espero también que siga siendo prioritario durante las próximas legislaturas porque éste es un proyecto a largo plazo que no debe quedar al albur de los avatares políticos. Estoy convencido de que tiene raíces más profundas y estructuras más duraderas que las de los gobiernos que entren y salgan al ritmo de las preferencias ciudadanas, al ritmo de las elecciones democráticas.
Hablamos de algo que merece quedar a salvo de todas las cuitas propias de la tensión política. Si imaginamos una Asturias de excelencia, si realmente creemos en ese porvenir, esta fundación que hoy se constituye formará parte principal de ese paisaje.
Para un ciudadano la salud es un derecho fundamental. Sobre eso tampoco puede haber titubeos ni mayores concesiones a los matices. La obligación de la Administración es asegurar la mejor atención posible. Pero la salud exige conocimiento, investigación, tecnología y recursos. Toda esa combinación puede revertir –revierte, de hecho en muchos lugares- a favor del desarrollo económico. Ése también es un objetivo explícito de este proyecto que hoy inicia su andadura. Digo que Asturias está en condiciones de mejorar la sanidad pública, ser un referente internacional de investigación biosanitaria y aprovechar ambas cualidades para fomentar su desarrollo económico.
Los pormenores de los objetivos concretos de la Fundación para la Investigación e Innovación Biosanitaria los conocen ustedes mejor que yo. Gestionar la investigación, promocionarla, proveer servicios integrales, obtener fondos, definir una cultura científica y emprendedora… todos esos fines que confluyen en fortalecer la investigación y la innovación biomédicas para que redunde a favor de los ciudadanos. El combate contra el cáncer, la defensa de la salud pública, la atención a los problemas que plantea el envejecimiento… Todos esos son desafíos que abordarán con el talento que tantas veces han demostrado.
Hablé antes de la participación de la iniciativa privada, que se realiza sin ánimo de lucro. Entiendo que es de justicia reconocer esa aportación y agradecerla públicamente: a la Universidad y a todas las entidades y empresas que colaboran. Gracias a esas aportaciones, puedo asegurar que esta fundación es un proyecto viable y solvente desde su primer minuto de vida. Cuenta con financiación, como acabo de señalar; cuenta también con la ubicación que le corresponde, enlazada de forma casi umbilical con las instalaciones del Hospital Universitario, suma proyecto científico y masa crítica investigadora.
Todo eso, insisto, es posible gracias al equilibrio de humores que sostenía la teoría hipocrática. Uno de ellos, recordarán también, era el fluido de la bilis negra, propia de los temperamentos melancólicos e hipercríticos. Sin duda, es necesario que ese humor también exista para que el cuerpo social funcione adecuadamente. Pero yo hoy aquí, ante ustedes, les animo a que no se dejen atenazar por las suspicacias o los recelos que puedan despertarse con la puesta en marcha de uno de los proyectos más ambiciosos para la construcción de la Asturias de excelencia.
Y a quienes legítimamente ejerzan la crítica les ruego que sean comedidos, que respeten el equilibrio necesario para preservar la salud. Que recuerden la máxima también atribuida a Hipócrates: primum, non nocere. Lo primero, no hacer daño.