la reforma energética iniciada por el Gobierno a mediados del mes de julio.
Si todavía existe alguien que no sabe de que estamos hablando, podemos resumir a grandes rasgos cuáles son los planes del actual ministro de Industria, Energía y Turismo para el futuro con su nueva reforma energética:
- Defender y mantener un sistema energético basado en tecnologías sucias y peligrosas (nuclear, gas y carbón).
- Complacer y aumentar los beneficios económicos de las cinco grandes compañías eléctricas de nuestro país con Iberdrola a la cabeza.
Así de crudo, así de preocupante. Los intereses particulares puestos por delante de los generales, como si de un asalto se tratara. Un país que ha sido líder mundial en el desarrollo e implantación de tecnologías renovables, tomado como ejemplo por EEUU o Japón, donde las horas de insolación nos harían ser el Golfo Pérsico de las energías limpias, que suministran ya cerca de la mitad de la electricidad que consumimos. Pues bien, todo eso se desmantela por la exigencia de cinco empresas y de un Gobierno al servicio de éstas.
Entre las perlas de la reforma energética figura la intención del ministerio de cobrar por usar la energía del sol como se recoge en el Real Decreto de autoconsumo. Pero si algo positivo podemos sacar de este esperpento legislativo, es que la reforma ha logrado enfurecer y poner en pie de guerra a buena parte de la sociedad: sector renovable, consumidores, ecologistas, sindicatos, inversores nacionales e internacionales, comunidades autónomas y ayuntamientos.
Nadie queda al margen, tod@s somos afectados. Excepto si perteneces a uno de los consejos de las cinco grandes empresas eléctricas, cuyos beneficios no han hecho más que aumentar incluso en plena crisis.
Esto es lo que nos hace que esperemos un otoño caliente, periodo previsto por el Gobierno para aprobar en el Congreso su reforma. Es el momento de unir fuerzas para frenar semejante despropósito.
Julio Barea (@juliobarea) área de Energía y Cambio Climático de Greenpeace