Por Nai'la Mansur.-La mañana del 21 de agosto, salieron el padre, la madre y sus dos hijos de casa, en la ladera del monte Qassion de Damasco, sin comprender nada. No podían ni escucharse los unos a los otros por la inusual fuerza del bombardeo sobre Al-Ghoutta oriental y occidental, aunque los objetivos bombardeados los conocieron después. Los esposos se miraron mientras sus ojos decían: “He ahí los entrenamientos del próximo siglo”.
Antes del 21 de agosto
Los sirios comprendieron bastante pronto que su lucha sería larga, difícil y cruenta, y también comprendieron que deberían hacerlo todo, desde organizar su vida diaria, pasando por la resistencia al bloqueo, hasta la fabricación de armas locales. Razan Zaytoune [1] escribió en el número del mes de julio del periódico de los Comités de Coordinación Local, titulado Salimos por la libertad, que un grupo de apoyo técnico estaba trabajando para hacer llegar a otras zonas métodos alternativos para producir energía, en un intento de superar el problema de los continuos cortes de electricidad que se llevaban produciendo ocho meses en Al-Ghoutta oriental. También estaban trabajando para fabricar gas metano a partir de desechos de utensilios domésticos y para enseñar a utilizar los hornos solares y poder cocinar con la energía solar. ¿Podéis imaginarlo? ¿Podéis imaginar lo que significa difundir una cultura alternativa con valores alternativos generosos con el medioambiente bajo las bombas, la muerte y el bloqueo? ¿Podéis imaginar que algunas activistas que supervisaban este tipo de proyectos y pretendían dar trabajo a las mujeres que se habían quedado sin apoyo económico, pensaban difundir una cultura de cooperación en los mecanismos de producción y la administración de la materia que producían esas mujeres? Algunos activistas civiles cultivaban pequeñas parcelas de tierra con cosechas nuevas para la zona, y en tierra siria, pero de ciclo rápido para lograr rápidamente la harina necesaria para fabricar pan… ¿Podéis imaginar el grado de esfuerzo? Algunos activistas en el ámbito de la enseñanza alternativa en las zonas de las que habían desaparecido los rasgos del Estado central vieron cómo las escuelas que habían creado de forma improvisada eran destruidas una y otra vez por los bombardeos diarios por parte de las fuerzas del régimen. Pero las rehabilitaban una y otra vez de inmediato para poder dar clase.
Algunos médicos de algunos hospitales de campaña alrededor de Damasco trabajaban solos unas veinte horas diarias, sin apenas ayuda, y a pesar de una escasez indescriptible de cuadros cualificados, pues la mayoría eran voluntarios de la zona, y que en general no eran ni médicos ni enfermeros. Los túneles que los revolucionarios construyeron en algunas zonas, para evitar que las fuerzas del régimen bloquearan sus zonas sorprenderían a cualquiera por el volumen de trabajo que exigían. Toda esta voluntad por crear vida y mantenerla no ha ido acompañada, ni ha sido apoyada, ni ha servido para que se fortaleciese, una actividad política del mismo nivel. Cierto es que hay un gran vacío político sobre el terreno que no atrae más que a las fuerzas takfiríes y yihadistas, y que existen una debilidad y una negligencia en la representación política de la revolución en el exterior, debido a la desertización de la vida política en Siria durante décadas… Pero la primera y obvia condición para acumular una experiencia política sobre el terreno es que el aparato de la muerte se detenga, y para que las fuerzas jóvenes sobre el terreno (las que quedan en el país) tengan un bagaje que les otorgue el derecho a alzar la voz contra las fuerzas opresoras armadas. Deben lograr aún más de lo que han logrado entre misiles y masacres. La apretada agenda diaria de los sirios, llena de masacres, les deja en una espera ambigua y poco clara de la felicidad y el fin. Es necesario que la máquina de la muerte se detenga lo suficiente para permitir a los sirios ver las alternativas revolucionarias, para que esas alternativas puedan terminar hacer su aparición en escena y reafirmarse tras la revolución, y para que los activistas revolucionarios puedan ver los frutos de lo que cosechan.
Después del 21 de agosto
Tras el 21 de agosto y el ataque del régimen contra Al-Ghoutta oriental y occidental de Damasco con gases venenosos y tras la muerte de más de 1500 personas de golpe, cualquier ser humano racional abandonaría la ingenuidad, la inocencia y la buena voluntad y comprendería que el régimen asadiano, sus aliados y sus milicias están listos para cualquier cosa. El 21 de agosto es la “línea roja”, no en el sentido de que quien ha muerto degollado a cuchillo en una masacre sectaria no deba provocar nuestro estupor y enfado, pero lo cierto es que nos enfrentamos a la voluntad de la locura, y los medios disponibles para servir a esta locura humana solo tienen precedente en las cámaras nazis. Los sirios están en shock porque se han dado cuenta de que en el fondo la “solución final” estaba en la “mente” del régimen desde el principio, y que era cuestión de tiempo y de un larga y continua puesta a prueba de la negligencia de la comunidad internacional. Una prueba que comenzó con el asesinato del primer manifestante pacífico y ha llegado hasta la masacre química pasando por cientos de masacres y de víctimas asesinadas bajo tortura en los sótanos de la seguridad siria. Cualquier ser humano con raciocinio comprenderá también que no va a tener ahora vías de escape entre misiles, barriles explosivos o masacres por los que escaparse para crear vida alguna. La muerte se difunde en el aire para llegar a todos sin excepción en cuestión de segundos.
¿Qué hacer?
“La pregunta que ha que hacerse es cómo dejar de ser la víctima atrapada entre los colmillos de los lobos del interior y el exterior, y pasar a actuar, influir, decidir el propio destino y poder responder a los ogros del asesinato gratuito y la pandemia de la muerte” (Hussam Itani, “El nombre del asesino”, Al-Hayat, 23 de agosto de 2013). En realidad, para salir de eso y ante la existencia de un régimen tan demente e irracional, la lucha de los sirios no puede a principios del siglo XXI más que permanecer en gran medida a una distancia prudente del universo humano: ha de volver a examinarse la raíz de la relación entre el individuo y el bloque humano en los organismos internacionales, su papel, y borrar el óxido que ha convertido dicha relación en una burocracia y en unos elevados sueldos de funcionarios preocupados de forma apenas perceptible, de vetos y de la dictadura de algunos países sobre las instituciones internacionales para proteger sus intereses estratégicos y sus aspiraciones imperialistas.
Hoy, con la posibilidad de EEUU lance un ataque militar, muchas fuerzas pacifistas, contrarias a la guerra y miembros de la izquierda antiimperialistas (contraria al imperialismo de EEUU) se han levantado para rechazar tal posibilidad, la posibilidad de un ataque militar dirigido contra el régimen, como si dijeran: “¿No hay a principios del siglo XXI mecanismos ni formas de ayudarse entre seres humanos mejores que los barcos de guerra, los misiles Tomahawk y los corsarios estadounidenses? ¿Puede seguir EEUU desempeñando el papel de policía mundial educador de los “estados arrogantes”?”
En realidad, nosotros los sirios no hemos dejado de hacer la misma pregunta a la Humanidad desde hace dos años y medio sin descanso. Si existe una verdadera voluntad y un verdadero deseo de hacer realidad la paridad entre estados, ¿no se podía haber dirigido este ímpetu que hemos presenciado en los últimos dos días, esas manifestaciones contrarias a la guerra estadounidense contra la “soberanía” siria –o sea, el monopolio del régimen en la matanza de sus gobernadores- desde el primer veto de China y Rusia en el Consejo de Seguridad para organizar manifestaciones generales que torpedeen esa burocracia y esa depravación dictatorial llamada “derecho de veto”? ¿No ha sido posible realizar acciones diligentes, persistentes y comprometidas para desarrollar los marcos y mecanismos legales para implementarlos y hacer uso de los mismos en la ONU? Hay textos que podrían haberse trabajado y desarrollado, pero nada de esto ha pasado. ¿No era posible salir en manifestaciones que pidieran fuerzas de separación y un mantenimiento de la paz? ¿No puede sugerir ninguna potencia algo nuevo de verdad que se adecue al progreso tecnológico que la Humanidad ha logrado? Por ejemplo, un referéndum de lejos, bajo organización de la ONU, para probar la legitimidad del régimen y tomar medidas concretas partiendo de ello? Sin esos mecanismos, las guerras se convierten en una ocasión estacional para cimentar los ritos del antiimperialismo y el sentimiento contrario a EEUU durante los fines de semana, un rito inútil si no va acompañado de una actividad equiparable que fortalezca el consenso internacional y la participación en la toma de decisiones de la comunidad internacional sobre las grandes cuestiones.
¿Qué? ¿Parece ciencia ficción? Sí, querida Humanidad, es ficción futurista, pero hay dos tipos de ficción: la que es como he descrito, y otra que han globalizado la historia de Noé y Hollywood con las películas de Steven Spielberg, y parece que esa es la que te gusta, querida Humanidad, cuando el diluvio se expande, amenaza al universo y asesina a la mayoría de seres, quedando solo un grupo de seres humanos para reproducir la vida humana. Lo curioso del asunto es que todos los que han muerto y morirán en el futuro cercano a manos del régimen químico, pensaban seguramente que estarían en el lado de los que se salvados.
La comunidad internacional debería haberse apresurado a inventar formas que contrarrestaran el terror de la muerte incesante en Siria, y aún sigue siendo posible si se quiere. ¿Qué les queda a los sirios por mostrar, logren atraer la opinión internacional hacia su causa o no? ¡No les queda más que hacer acrobacias con sus entrañas en el circo de la comunidad internacional para llamar la atención! Los sirios han enviado el mensaje de encargo a la Humanidad, con la sangre de sus hijos. Ahora la pelota está en el campo de la Humanidad, pues los hijos de Siria están hoy ocupados contando a sus muertos y encontrando tumbas improvisadas en las que quepa la muerte colectiva.
[1] Activista y abogada defensora de los Derechos Humanos que sigue en el interior de Siria.