Por Manuel García Linares.-Naraval, siete brañas y un lugar. Este refrán situa a naraval como capital de una gran comarca vaqueira, esto le ha llevado a la creación de un modesto pero ilustrativo Museo Vaqueiro de Asturias; en este museo, desde hace trece años se viene celebrando, como “Introito” a la popular fiesta de la Vaqueirada en Aristébano, el día de “El Pan y las Natas “ como si de una comunión de convivencia, se tratase, entre “Xaldos y Vaqueiros”.
Naraval celebró siempre su fiesta de San Damías, como fiesta vaqueira, por eso este laboriosos pueblo participó siempre en la organización de la “Vaqueirada”, incluso, el cura de la parroquia, es quien oficia la boda de Aristébano, que junto a la inagotable Carminina, son el alma mater del evento... luego están los políticos que aprovechan el día para darse un “un baño de masas” y hacerse ver por un pueblo ansioso de atención.
Este año me pidieron que yo les pregonase y aunque no es labor de mi agrado, por amistad y respeto a la vecindad, he tenido que hacerlo, frente a los vecinos, diputados y diputadas, alcaldes, directores generales... y luego el resto. Me hace gracia como los políticos nos venden la imagen de benefactores altruistas cuando cada día pagamos mas impuestos para poder mantenerlos.
Por tener otros compromisos, sentí mucho no poder asistir a la braña de Folgueras del Río, en donde se celebraba, el domingo, la segunda parte del “ Dia del Pan y las Natas “.
Los pueblos deben de recuperar el carácter reivindicativo de los vaqueiros; el orgullo de ir con la cabeza levantada y no incar la rodilla frente aquellos que cobran para servir al pueblo... recordarselo es la obligación, porque con frecuencia se les olvida.
PREGÓN
VAQUEIROS, DE LA BRAÑA A LA ALZADA
El vaqueiro es un pueblo orgulloso de serio; recio y forjado por una vida nada fácil pero constante en su lucha frente a la adversidad; hasta lograr imponer su razón; la razón de ser como los demás y de alcanzar los mismos derechos. Esto ya es agua pasada, porque desde hace muchos años, los vaqueiros dejaron de gritar con sus cantos reivindicativos. Ya no tenían sentido: aquellos sones que en los amaneceres allandeses, hacía retumbar las fachadas de la plaza de arriba, cuando la Rogelia y el Rogelio, se bajaban del coche de Angel la Pequena, y con su grupo hacían sonar sus cantos, con el tañer del pandeiro y la payetsa, restallando crótalos y castañuelas con esos agudos y guturales ¡jjiiiuuujjjjiiissuu!, en su anual peregrinar hacia el santuario del Acebo. Los vaqueiros, indómitos y rebeldes, nunca doblegados, frente al estado y la iglesia, sin embargo son un pueblo profundamente creyente. Creyente en lo suyo, en sus vírgenes de Colobreiro, del Viso, del Avellano y algunas otras, pero sobre todo la Virgen del Acebo. En Madrid, cuando uno coge un taxi, notará la procedencia vaqueira del taxista, porque lleva colgando, en el retrovisor, las cintas del Acebo. Da testimonio de ello D. José Mª Flórez y Gonzalez, en Cangas del Narcea en 1888.
Xuntáranse mas vaqueirus
En el Acebo'l outru anu
Que pelos tien una cabra
Ya fuechas vinti castañus.
Hóbulus de Buxinan,
La Feltrosa ya Lus Chanus,
Brendemiana'l Acebal,
De Cheiriecha ya'l Rechanu....
Rios de tinta vertidos, por estudiosos y doctos catedráticos, han corrido sobre los folios en blanco para analizar la vida de los vaqueiros, buscándoles orígenes de negras leyendas para calificarlos, con frecuencia, como “raza misteriosa o maldita”. Al fin y al cabo, los vaqueiros eran como todas las demás gentes, que vivían con su ganado en zonas, con frecuencia áridas e inhóspitas, mientras los aldeanos se asentaban en valles fértiles creando talleres y colmados, pero no son diferentes a otros pueblos de similares condiciones y entorno, como los pasiegos de Cantabria, los agotes de Navarra o los maragatos de Astorga. No en vano, vaqueiros y maragatos, fueron pioneros en el transporte con Madrid, asociados con sus reatas de mulas, ( sobre los arrieros, ha publicado, recientemente, un interesante trabajo la historiadora, ahora en la universidad de Cantabria, Nuria Gónzalez, de la Espina )
Hace años, al igual que los apóstoles negaban conocer a Jesús, así una mayoría de los ciudadanos negaban su ascendencia vaqueira; era vergonzante, de tal forma que, cuando alguien de esta zona quería meterse con uno de la villa de Tineo le decía eso de: “ Tineo como villa no es una maravilla, como braña, la mejor de España ”, llegando el efecto a grado de ofensa; ahora no, ahora todo el mundo presume de ser vaqueiro... aunque no lo sea. Incluso se ha llegado al presente siglo XXI, con un alcalde vaqueiro en Tineo, Jose Ramón Feito.
Antes de que Dios fuese Dios,
y el sol diese en estos ríscos,
ya los Feitos eran Feitos
y los Garridos, Garridos...
esto dice mucho en torno a la antigüedad de dos apellidos vaqueiros. Ya en el diecinueve un Riesgo defendió Nuestra región en el Congreso de los Diputados, al igual, que vencido el racismo negro en Estados Unidos, Obama llegó a la presidencia. Lo malo de los cargos es que les haga olvidar el espíritu de lucha y se acomoden en la “poltrona”, olvidándose de ese pueblo que los eligió para defender sus intereses, confundiendo el “servir al pueblo” con “servirse del pueblo”. Ahora que el ayuntamiento alberga varios vaqueiros, estos deben de luchar por defender el municipio... y no solamente la capital, aunque esta sea la “mas rentable” en número de votos
. Es lamentable que en una tierra tan próspera haya gentes que ya empiezan a pasar necesidades. El descrédito de los políticos está justificado, lo hemos gastado todo en “salvas”, y todos somos responsables. Por ello hoy vuelve a ser necesario el espiritu rebelde de los vaqueiros comandados por la Rogelia.
Naraval siempre ha sido un gran centro para los vaqueiros, por el número y el potencial de sus brañas. Yo recuerdo, que antes de iniciarse la “Vaqueirada en Aristébano”, la gran fiesta de los vaqueiros, en esta zona, era la fiesta de Naraval, a la que acudían familias completas con grandes meriendas a las que nos sumábamos los de Navelgas, pues era el único día en el año que cerraba el comercio del pueblo.
Salíamos de la escuela corriendo con nuestras alpargatas y nuestras madreñas; ¡hoy hay una boda vaqueira en Casa Faustino ! Y allí que iba toda la escuela para ver un espectáculo único, procedentes de Naraval llegaba un tropel de caballos con las mozas a la grupa, eran los novios y los invitados; era impresionante y algunos de ellos a la vez que galopaban, tiraban voladores desde su montura, el menú, como casi todos los eventos extraordinarios, era de arroz con pito, toda una exquisitez que marcaba la excepción festiva. A la llegada esperábamos la tirada de caramelos a la “rebatina”, y si esto no sucedía cantábamos aquello de: “ ¡ boda vaqueira roñosa, que la coma la raposa !
Me llamaba la atención, en mi niñez, que los días de feria, al atardecer, los aldeanos bailaban con una acordeón junto al Bar Lucero y los vaqueiros, al son de la “payecha” y el pandeiro junto al Sindicato; con alguna frecuencia, por eso de los amoríos y los flechazos, solía haber alguna pelea entre los unos y los otros.
En los cálidos amaneceres de finales de la primavera, me despertaba oyendo los esquilones de las vacas y los cascos de los caballos cuando pasaban los vaqueiros para el puerto, así se cumplia con la tradicional trashumancia que daba lugar al calificativo de “vaqueiros de alzada”, esa alzada que durante los inviernos se quedaba a cargo del “vecindeiro”.
Todo lo que ahora digamos de los vaqueiros, son puras anécdotas folclóricas; ya se han perdido gran parte de sus tradiciones y de su peculiar cultura, al igual que se pierde la de los aldeanos y cualquier otra del mundo rural, pero los vaqueiros; ese pueblo laborioso que se enfrento a la adversidad, como en su momento los astures se enfrentaron a Roma, debe de recuperar su espíritu reivindicativo y rebelde, porque lo que no ha conseguido la adversidad, lo puede conseguir la comodidad, no debe de bajar la guardia, porque en momentos como los que estamos viviendo, ellos son una gran esperanza,
Tomemos lo que necesitamos, como esencia para la vida, pan y natas, aquellas natas que de niños cogíamos, a “mozadas”, de los bidones de Fermín de San Pedro; eran natas vaqueiras ideales para tomarlas al natural, - no había helados – o para “ferirlas” en el fuetse para facer la manteica.
Manuel García Linares.