Bruselas con 1.2 millones de habitantes es quizás, en proporción a su población, una de las ciudades con mayor diversidad de culturas, etnias y creencias en el mundo. Es una urbe intercultural en toda regla. Pero también sufre el “síndrome de capital” que no es otro que el de atraer a personas de diversas partes de su país y de todas las latitudes. Aunque esto en principio enriquece a su sociedad, también puede afectar su economía, sobre todo en el mercado laboral. La capital europea con una tasa de paro que ya supera el 20% está por encima de la de la región francófona de Valonia que llega al 15%, y sobrepasa con creces la de Flandes que es del 7%, en un país donde el desempleo alcanza el 8.2%. Según cifras de Actiris, el servicio de empleo de Bruselas, a abril de 2013, cien mil personas buscaban trabajo, noventa y seis mil con el francés como idioma laboral y cuatro mil con el neerlandés.
La capital europea tiene una característica que la hace muy especial: es una región bilingüe en francés y neerlandés y goza de otras lenguas no oficiales que se hablan por todos sus rincones, como el árabe, el inglés y el turco. Últimamente el español está empujando para ocupar un destacado lugar. Pero el conocimiento de muchas lenguas, aunque facilita mucho, no es garantía absoluta para encontrar empleo.
Los jóvenes españoles se pueden emplear en hostelería, construcción, servicio doméstico, limpieza de oficinas, naves industriales y grandes superficies así como en oficios que no requieren de cualificación ni de dominio de una de las dos lenguas oficiales. Algunos, muy pocos, que tienen suerte, llegan directamente a trabajar en lo que han estudiado. La mayoría, sin conocimientos del francés ni del neerlandés, estudia el idioma galo con el objetivo de conseguir trabajo. Pero, ¿está saturado el espectro laboral en Bruselas? Con la tasa de paro más alta de Bélgica, así lo parece.
Integración social desde la llegada
En Flandes para todos los extranjeros es obligatorio tomar un curso de integración social con el fin de obtener la residencia y el permiso de trabajo. En la región francófona de Valonia y en Bruselas este curso
no es imprescindible. Sin embargo, en Bon, la ONG Inburgering Brussel (Integración en Bruselas), que trabaja en la acogida de inmigrantes desde 2004, están convencidos de que la integración cívica y social de los recién llegados al país es muy importante desde el momento de su arribo. Así lo expone para Periodismo Humano, su director y uno de sus fundadores, Eric De Jonge: “Desde Bon hemos visitado diversos países de América y Europa donde desarrollan programas de integración de extranjeros. Para muchos de ellos lo fundamental es que tan pronto los inmigrantes llegan, aprendan primero el idioma y luego comiencen a conocer cómo funciona el país. Sin embargo nosotros creemos que la integración puede ser más rápida y fácil si las personas conocen muchos aspectos del país y de la cultura a la que llegan desde un comienzo”.
Precisamente por ello imparten los cursos de integración que incluyen el conocimiento del país y el primer curso de neerlandés. Los alumnos firman un contrato con Bon en el que se comprometen a asistir a los dos. El primero es impartido durante cinco semanas, y en el de neerlandés, su duración puede oscilar entre cinco semanas y tres meses, dependiendo del nivel de aprendizaje del alumno. Ambos son gratuitos y vienen con el abono de transporte de Bruselas incluido. Al terminar reciben un certificado que acredita que han cumplido con el contrato firmado.
En la organización son conscientes de que hay muchos inmigrantes que al llegar desconocen las dos lenguas oficiales. Por ello imparten los cursos de integración cívica en diversos idiomas, entre ellos el español. “En Bon queremos acercarnos a quienes llegan. No esperamos a que aprendan nuestras lenguas sino que impartimos los cursos en sus idiomas maternos o en otros que comprendan, y luego los animamos a que estudien neerlandés”, comenta De Jonge. “Nuestra percepción es que la gente primero tiene preguntas muy prácticas. Por ello creemos que primero respondemos a sus preguntas y luego ayudamos a su integración con nuestro idioma. A través del programa, los inmigrantes conocen sus derechos y obligaciones. Estamos convencidos de que desde un comienzo ellos deben gozar de todos sus derechos, pero cuando no los conocen no solicitan el acceso a ellos”, añade.
En el programa de integración, Bon cuenta con profesores y una figura integradora muy especial que se llama acompañante individual. El profesor imparte todo el curso y el acompañante orienta al extranjero en diversas cuestiones que van desde lo más sencillo como la inscripción en la oficina de búsqueda de empleo, hasta lo más complejo como puede ser una reagrupación familiar. Los acompañantes están formados para contribuir a solucionar problemas, informar sobre diversas inquietudes en materia laboral, social, jurídica, familiar, estudiantil, cultural y de ocio, entre otras muchas. Pero los acompañantes no tienen en su cabeza toda esa información; conocen personas, instituciones y organizaciones a los que pueden acudir y los derivan directamente allí. El acompañante, que también habla diversas lenguas, entre ellas la de su acompañado, presta su servicio individual durante un año a cada persona. El acompañado puede llamarlo cuantas veces requiera de su orientación que, con seguridad será atendido inmediatamente, primero por teléfono y después personalmente si es el caso.
Dries van den Brempt, de origen flamenco, arquitecto paisajista y trabajador social, antes de estar en Bon trabajó en formación y empleo de extranjeros. Ahora es acompañante de inmigrantes, entre ellos los de origen hispanoamericano. Domina varias lenguas, el español una de ellas, gracias a que ha vivido en Argentina y Catalunya. Nos cuenta cuál es su labor: “Nosotros estimulamos el proceso interno de las personas. Queremos que nuestro acompañado se sienta impulsado a encontrar su camino. Le podemos sugerir cursos de formación gratuitos que imparten en el VDAB, el servicio flamenco de empleo y formación. Le entregamos unas claves, dependiendo de su interés, experiencia, competencias y capacidades. Pero la persona puede y debe escribir su propia historia de la manera más independiente. Orientamos en los pasos a seguir pero es ella la que va escogiendo su derrotero. En soluciones puntuales somos un puente de contacto entre la persona y las instituciones que pueden ayudarlo. El acompañado sabe que nosotros no lo sabemos todo pero que contamos con una red de organizaciones e instituciones que en un momento pueden ayudarle”.
Quizás una de las habilidades más grandes del acompañante es saber preguntar. Al menos eso es lo que hemos deducido de nuestra entrevista a van den Brempt. “La mejor forma de averiguar qué es lo que busca la persona, porqué ha emprendido este proceso migratorio, es preguntando. De sus respuestas puede depender nuestra orientación. A través de ellas la persona se va dando a conocer. Intentamos no ser ‘la solución de problemas’ sino un verdadero acompañante”. Su labor no es la de un asistente social. “Solucionar problemas por ti te ayuda a corto plazo pero no te hace autónomo”. Esa ayuda que es muy buena, no es el objetivo al acompañar. “Creemos que una ayuda directa únicamente puntual no estimula la independencia; hay que crear un camino a largo plazo para estimular la autonomía de nuestros acompañados”, concluye.
Jasmien De Smedt es otra acompañante flamenca que también habla español. Lo aprendió en Costa Rica adonde se fue a los 18 años para ser voluntaria de una ONG de cooperación internacional. Ha acompañado
a aproximadamente 170 personas de origen español, latinoamericano, guineano, ruso, afgano, marroquí, irakí, al igual que a apátridas. “Como acompañante recibimos consultas tan diversas como problemas de alojamiento; sobre orientación laboral, formación y estudios, y preguntas muy concretas según cada caso”. A veces, nos relata, se llega a sentir mucha impotencia: “hay tal diversidad de casos que, en algunos, muy pocos, no hemos podido ayudar a que puedan solucionar algún problema”. “Pero”, agrega, “siento que mi trabajo sí puede contribuir a que algunas personas no lo pasen mal, y eso te llena”.
Curso de integración social
Bon cuenta con tres sedes en Bruselas en zonas donde habita bastante población inmigrante. En el primer curso se enseña cómo funciona el sistema político belga incluyendo los partidos políticos, la historia del país; cómo son los sistemas laboral y sanitario; cómo se puede acceder al empleo; qué derechos y obligaciones tienes como inquilino; a qué servicios médicos y hospitalarios tienes derecho. También incluye desplazamientos a diversos puntos de Bruselas que los estudiantes deben hacer solos utilizando únicamente el transporte público y orientados con el callejero de la ciudad. Además, ofrecen entradas para visitar los principales museos nacionales. Para el cierre de esta primera fase programan una jornada de visita cualquier ciudad de Flandes. Después comienzan el nivel básico de neerlandés a través de la gestión de Huis van het Nederlands (La Casa del Neerlandés) que organiza y promociona los cursos en escuelas especializadas que tienen convenio con Bon.
Leopoldo Esteban, antropólogo y colombiano de origen, es uno de los profesores que imparte el curso de integración. Reside en Bruselas desde hace 16 años y está en el equipo de trabajo de Bon desde sus inicios. Cuenta a Periodismo Humano que en los últimos años se nota el aumento en la llegada de personas provenientes de España. “La crisis se deja ver en el incremento de las personas que están llegando Anteriormente no había tanta demanda para los cursos en español. Sin embargo, quienes más los toman son ciudadanos españoles de origen iberoamericano o magrebí. No quiere decir que no estén en Bruselas muchos españoles de origen sino que quizás piensan que no necesitan este curso de integración por ser ciudadanos de la Unión Europea. Si es así, creo que pueden estar equivocados. Este curso es primordial para los recién llegados, sean o no de países comunitarios”.
Sharon Merino, joven murciana de 21 años llegó a Bruselas hace 10 meses y fue alumna de Leopoldo. “El curso ha sido muy importante para mí porque desconocía todo sobre Bélgica. Ahora siento que tengo mucha más seguridad y que ya este país no me es tan ajeno como cuando llegué. Mi proceso migratorio ha sido muy duro, sobre todo porque mi padre ha estado muy enfermo y mi madre está en el paro. Muchas veces siento que no aguanto más pero soy consciente de que estando aquí puedo ayudar mucho más a mi familia que estando allí. De momento tengo un contrato para cuidar unos niños. Más adelante, cuando hable bien el idioma, buscaré otro empleo”.
Para Yessica Posada de 20 años y que viene de A Coruña el curso ha sido un regalo que “me ha dado Bruselas de bienvenida”. “No te imaginas lo que me ha ayudado. Por ejemplo, he tenido un problema gordo con el casero y gracias a que en el curso nos informaron sobre nuestros derechos como inquilinos pude defenderme de tal manera que el señor desistió de su agresividad contra mí. Creo que en un principio creyó que yo no conocía mis derechos, pero al darse cuenta de que sí, cambió de actitud”. Yessica tiene proyecto de vida en Bélgica. Después del primer curso de neerlandés ha continuado estudiando y quiere concluir para estudiar diseño gráfico en una universidad de Flandes.
Melvin Morales de 32 años y dominicano de origen, residente en Málaga, Canarias e Ibiza durante seis años, está casado con una belga flamenca. Desde que llegó a Bruselas tiene como objetivo primordial aprender el neerlandés y trabajar en ese idioma. Dice que quedó con ganas de más curso. “Como cada quien tiene sus particularidades e intereses, en el caso mío, me hizo falta que se profundizara en temas que me interesan pero entiendo que no se puede abarcar todo”. “Sin embargo”, continúa, “gracias al curso he podido empezar a dar soluciones a una situación personal. Mi acompañante que es Dries, me derivó hacia una organización que me está ayudando para traer por reagrupación familiar a mi hijo de 8 años que está en República Dominicana”. Nos comenta que a través de Bon pudo conocer una organización que hace traducciones al neerlandés y que cobra mucho menos que los traductores juramentados. “Eso es una gran ayuda, porque en lo económico también tenemos muchas limitaciones”. La esposa de Melvin, Els, que nos acompañó en la entrevista, lo interrumpe para señalar: “este curso también me ha ayudado a mí, primero porque siento que él ya está más informado y no depende tanto de mí mientras habla bien el neerlandés, y segundo porque yo misma me he enterado de muchas cosas que siendo belga también desconocía”.
Para Jerson Martínez, español nacionalizado de origen colombiano y pareja de Sharon, el curso le ha enriquecido. “Todavía estoy en una situación laboral difícil. Hago trabajos cuando me llaman; aún no he conseguido un contrato laboral. Pero gracias al curso estoy bien informado sobre Bélgica. Y en este país me quiero quedar. Es duro al comienzo pero sé que conseguiré trabajo de tiempo completo porque es un país donde hay mucha seriedad en lo político y en lo social”. Jerson ha sido el apoyo para Sharon en los momentos más difíciles que ella ha pasado y que ha estado a punto de regresarse a Yecla, Murcia. “La enfermedad de su padre ha sido muy doloroso para ella. Pudo viajar a Yecla después de que salió del hospital. Pero yo le insisto en que no regresemos porque en España no veo futuro. Y ellas por su parte, ha sido un apoyo para mí en muchas cosas, entre ellas la parte económica. Los dos saldremos adelante”.
Esteban, el profesor, ha visto pasar por Bon muchos extranjeros. Luego se los encuentra en la calle o en otros lugares de la ciudad. La mayoría le hace saber que ha logrado conseguir sus objetivos laborales, de formación y cumplir muchas de sus expectativas al llegar a Bélgica. “Algunos, y para mí como miembro de Bon es un orgullo, me dicen que su vida fue mucho más fácil en Bruselas después de haber tomado el curso de integración”.
“Los inmigrantes nos enriquecen”
El director de Bon, Eric De Jonge, desde su oficina en el barrio de Molenbeeck nos cuenta el proceso de la inmigración en Bélgica. “Yo era un chaval en Bruselas cuando comenzaron a verse inmigrantes de origen turco y árabe. Antes había españoles, portugueses e italianos y los belgas a pesar de que los sabían extranjeros los contemplaban con indiferencia. Pero con la llegada de las familias turcas y árabes, en algunos lugares y sectores de la sociedad comenzó el proceso de rechazo. Y a mí esas cosas comenzaron a disgustarme”. Estudió sociología y su tesis se basó precisamente en el tema de jóvenes, educación y la integración de gente de origen extranjero. Trabajó en la empresa privada hasta que conoció a un político de Flandes que estaba planteando el tema de integración de los extranjeros. Eric le dio a conocer sus inquietudes y por supuesto su tesis. Tuvieron muchas reuniones en las que trataron diversos aspectos del tema migratorio. En esos encuentros, en parte, podría ubicarse el origen de Bon.
Pasaron algunos años hasta que se dio forma a la institución que hoy conocemos. Se fusionaron organizaciones que trabajaban independientemente en proceso de acogida y se construyó toda una estructura que comenzó con ocho o diez personas y que ahora tiene en nómina casi a cien. Apoyado en su totalidad con recursos del Ministerio de Integración de Flandes, Bon es hoy, quizás la mayor organización de acogida de inmigrantes en Bruselas que oferta cursos de formación impartidos en diversos idiomas y cursos de introducción al neerlandés. Únicamente funciona en Bruselas porque en Flandes existen otras instituciones de integración.
“En 2004 comenzamos con unos 25 cursos al año y en 2013 creemos que impartiremos unos 110, cada con 20 estudiantes”, dice De Jonge. “Creemos en la importancia de la diversidad cultural y por ello la aplicamos en el cimiento de nuestra organización, es decir, los trabajadores: algunos de ellos nos conocieron tomando el curso de integración” Algo más del 60% de la plantilla laboral es de origen belga y el resto ha nacido en Europa, Asia, África y América.
Para De Jonge los inmigrantes representan el presente y futuro de Bélgica. Es un convencido de que este país ha crecido en parte gracias a ellos. La diversidad cultural que le han aportado a una ciudad como Bruselas es, a su manera de ver, parte fundamental de su riqueza. “La inmigración es una bola de nieve imparable”, argumenta. “Europa en 50 años no será la misma. Y seguro que visitaremos a nuestros nietos en Canadá, en China”. El mestizaje, piensa, “crece mucho y ahora es más que nunca, una realidad”. “Por tanto”, continúa, “si acogemos a los que llegan con respeto, podemos conseguir que sean parte de nuestro futuro. El mestizaje no es el camino más fácil, pero, creo, el más acertado. La exclusión, como sabemos, a lo único que lleva es a grandes conflictos. No hay elección: debemos escoger el sendero de la integración, por tanto, vamos a hacerlo con energía y placer”.
Dries van den Brient, que gracias a su carrera de arquitecto paisajista también ha trabajado en proyectos de agricultura ecológica, encuentra que sus estudios y experiencia laboral anterior a Bon han contribuido a que su rol como acompañante sea enriquecedor tanto para él como para los inmigrantes: “el paisaje es diferente aquí, pero lo más importante es cómo miras tu nuevo paisaje; cómo lo tratas, porque hay que irlo tratando cada día. Todo tiene una razón y hay que saberla ver”.
Jasmien De Smedt que estudió Ciencias Políticas del Tercer Mundo siente que, aunque en principio no lo parezca, su carrera tiene mucho que ver con el servicio que presta. “Creo que ser acompañante me ha hecho crecer. Estudié porque quería conocer a la gente de todo el mundo y tengo la suerte de que no voy a buscarla; ellos me llegan a la oficina. Tengo el mundo aquí en mi trabajo y mis estudios me han resultado muy útiles para entender a gente que no es de mi cultura”.
En Bon en 2012 tomaron el curso de integración 2.542 alumnos de los cuales el 14% son marroquíes, el 12 % guineanos, el 7.2% afganos, y el 5% españoles. España ocupa el cuarto puesto en porcentaje de alumnos de estos cursos de integración a través del conocimiento de Bélgica y de la inmersión al neerlandés.
De Jonge desea enviar un mensaje a los españoles que están llegando a Bruselas. “Nos encantaría que vinieran a Bon y conocieran nuestro programa y se inscribieran en los cursos. Serán muy bien acogidos. Y no olviden que podemos echar una mano en el proceso de integración, pero que lo fundamental es que quien llega ponga mucho de sí, que se concentre en aprender los idiomas y que tenga toda la voluntad para superar algunas barreras. Recuerden que si tienen voluntad lo van a conseguir”. Ya que Bruselas no sólo es francófona, no olviden que desde Bon, quienes lleguen de España, nada más depositar las maletas y tener el número de residencia que entrega Bélgica a los ciudadanos comunitarios, pueden comenzar su curso de integración en neerlañol. Luego, a hablar neerlandés tal como los nativos de Flandes. Welcom in België!