El Universo en un día” que tuvo lugar en Bilbao, nuestro magistral colaborador Juan Ignacio Pérez lanzó en su charla una afirmación que a muchos podría chocar pero que es básica a la hora de comprender el método científico. Iñako dijo que “uno de los elementos básicos de la ciencia es la especulación”.
Hace unos meses, en el evento “Y digo “chocante” porque, en una rápida aproximación, la mayoría del público seguramente considera la ciencia como algo totalmente alejado de la especulación. Más de una vez he oído esta frase: “Eso es especulación, eso no es ciencia”… Nada más lejos de la verdad: Especular basándose en los datos es una de las principales funciones del método científico.
Estructurar teorías, imaginar razones y explicaciones plausibles a los datos y observaciones extraídos de la realidad es lo que hace avanzar la ciencia.
Evidentemente, no podemos quedarnos aquí y dejar a los científicos montando eternamente castillos en el aire con los elementos que van extrayendo de la Naturaleza… Una vez lanzada una hipótesis, hay que dar otro paso y ese es, por supuesto, comprobar que es correcta. Normalmente, este último paso es el que se saltan los autores de teorías pseudocientíficas o conspiranoicas, y el que más claramente los separa del método científico.
No les culpo puesto que este escalón es sin duda el más difícil de superar, y puede llevar desde años hasta siglos… el último gran ejemplo que vivimos fue cuando el esquivo bosón de Higgs apareció después de una búsqueda intensiva que duraba ya varias décadas.
Es sin duda la experiencia más satisfactoria que un investigador puede tener en su carrera científica: Descubrir que todo el entramado construido en sus teorías se corresponde con la realidad, que es cierto. Imagino que debe de ser el momento más alucinante para un científico, sentir lo que sintió Peter Higgs o lo que habrán sentido esta semana los autores de un artículo publicado en PLoS ONE sobre el excepcional comportamiento de un fascinante tiburón.
El precioso espécimen que podéis ver en estas imágenes lleva el nombre científico de Alopias pelagicus y se conoce popularmente como tiburón zorro. Es una especie a la que en Naukas tenemos especial cariño desde que Pepe Cervera nos relató sus aventuras marinas en la isla de Malapascua y que se caracteriza por su enorme y elegante aleta caudal que puede que supone la mitad de los seis metros de largo que llega a alcanzar este tiburón.
Esa larga aleta del tiburón zorro ha supuesto todo un reto para los biólogos desde hace décadas. Explicar el porqué de su desmesurado tamaño ha sido el objetivo de numerosas teorías e hipótesis que finalmente fueron confluyendo en una explicación coherente con los datos pero sorprendente: El tiburón zorro utilizaba esta gran aleta para golpear con ella a sus presas.
La suposición se fundamentaba en diversos elementos como la alimentación del Alopias pelagicus, basada no en grandes presas sino en peces pequeños, y en que esa misma técnica era usada en ocasiones por algunos delfines y ballenas. El análisis del estómago de diversos ejemplares descubrió que, a pesar de sus temibles dientes, los peces de los que se alimentaba eran básicamente sardinas, arenques y otros peces de tamaños menores.
Así pues, la hipótesis de que el tiburón zorro apresaba a sus víctimas a base de latigazos de su larga aleta fue paulatinamente aceptada por la comunidad de científicos. El propio Pepe Cervera lo señalaba en su artículo de Naukas.
Pero esta suposición, a pesar de ser apoyada por la gran mayoría de biólogos, aún no había sido documentada de manera exhaustiva en directo en la Naturaleza… hasta ahora.
El video no deja lugar a dudas y forma parte de un elaborado estudio que un grupo de biólogos marinos del proyecto “The Thresher Shark, research & conservation” lleva realizando desde 2010.
¿Por qué es tan difícil conseguir grabaciones de este comportamiento?
El tiburón zorro es un escualo bastante tímido con los humanos y suele rehuir nuestra presencia (y más le vale puesto que es un botín muy apreciado por su carne y especialmente por su larga aleta que se usa tradicionalmente para hacer sopa, algo que ha llevado a esquilmar en los últimos 15 años el 80% de la población mundial). También puede ser porque, como dice Simon Oliver, autor principal de este artículo, el océano es muy grande y el estudio de los tiburones es una disciplina muy difícil… y ellos, han tenido suerte, mucha suerte.
Entre los meses de junio y octubre de 2010 se realizaron 61 grabaciones submarinas de 25 tiburones en las que se comprobó que la técnica del “mamporro” a los bancos de peces era utilizada por los escualos continuamente y a todas horas del día.
Un látigo es la imagen más visual que podemos ofrecer para comprender esta inusual técnica de caza utilizada en tiburones solo y exclusivamente por esta especie. El tiburón zorro se acerca a sus presas y en una primera pasada, lanza un golpe con su larga aleta caudal a una velocidad media de 30 millas por hora (aunque Oliver documenta latigazos de hasta 80 millas por hora) y deja aturdidas a un buen número de sardinas.
A sequence of still images taken from an overhead tail-slap hunting event that occurred in the sagittal plane (PLoS ONE)
Tras ese primer coletazo las víctimas se defienden agrupándose en el banco de peces, algo que en realidad facilita el trabajo del tiburón que en las siguientes pasadas lanza nuevos latigazos esta vez más efectivos puesto que llegan a alcanzar a un mayor número de sardinas…
Como vemos, estamos ante un tiburón sorprendente al que no solo hay que tener bien vigilado por delante sino también por detrás…