El Escorial.-El poeta y filólogo Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) impartió una conferencia extraordinaria con el título “El nombre de las cosas. Cuando el nombre marca la diferencia”, en la que hizo un repaso por su trayectoria profesional como poeta y nombrador, un oficio que se “inventó” el propio Beltrán tras trabajar durante dos años en una importante agencia de publicidad y que definió como “el arte de diseñar palabras”.
Fernando Beltrán recordó sus inicios en el mundo de la escritura cuando tan solo era un niño. “Todo comenzó en un balcón de Oviedo –explicó- cuando comencé a garabatear palabras en el vaho de la ventana”. Con ocho años se trasladó a Madrid con sus padres “contra mi voluntad” y en la capital comenzó a ser un “rebelde”. Sus inquietudes literarias provocaron un mal expediente académico en el colegio, al mismo tiempo que comenzaba a escribir sus primeros versos como poeta. “Empecé a escribir poesía como producto de una rebelión contra mi familia, que estaba empeñada en que yo fuera abogado, como mi padre”, señaló.
Finalmente Beltrán se salió con la suya, pero “como no podía vivir de escribir poesía tuve que desempeñar múltiples oficios, como vendedor de libros, aparcacoches sin carné de conducir, administrativo y otros muchos más” hasta que le contrataron en la agencia de publicidad Contrapunto para escribir algunos textos. “Allí me di cuenta de que los clientes se gastaban muchísimo dinero en logotipos y marketing –comentó- pero ninguno en el nombre”, lo que le dio la idea de establecerse por su cuenta para crear “El nombre de las cosas”, la empresa que le ha hecho famoso en todo el mundo por sus trabajos en el estudio de la identidad verbal. A partir de ahí, Fernando Beltrán creó algunas de las denominaciones de mayor éxito comercial de los últimos años como Amena, Faunia, La casa encendida, Opencor, la Cuarta isla o BBVA, entre los más de 500 nombres que ha aportado a sus clientes.
Todas las cosas, mantiene este escritor, tienen un nombre o merecen tenerlo si existiendo ya como tales en la realidad o en la imaginación de alguien aún no han sido nombradas. Esa búsqueda, encontrar la palabra justa, se ha convertido en uno de los objetivos de Beltrán. “Nombres comerciales para una empresa, un producto, un servicio o un proyecto. O nombres coloquiales de uso público o privado, para entenderse mejor, para no equivocarse, para saber y abarcar más”, resaltó Beltrán.
Si curiosa es su trayectoria, no lo es menos la forma en que puso nombre al oficio que ideó cuando decidió dedicarse al arte de diseñar palabras. “Cuando fui a buscar un día a mi hija al colegio, su profesora me preguntó a qué me dedicaba, porque la niña había puesto en la ficha de clase que su padre era poeta y nombrador”, comentó Beltrán, que próximamente verá también recompensados sus esfuerzos cuando la Real Academia Española de la Lengua incluya la palabra “nombrador” en su próximo diccionario.
Fernando Beltrán es profesor del Instituto Europeo de Diseño y de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, además de guionista de cine y director creativo publicitario. Ha publicado más de catorce libros y es autor de manifiestos como “Perdimos la Palabra” (El País 1987) y “Hacia una Poesía Entrometida” (LEER 1989). Su obra completa ha sido reunida en la Antología Poética “Donde nadie me llama” (Hiperión 2011), traducida de forma parcial a más de quince idiomas y de forma completa al francés (L´Harmattan, 2003). Sus escritos de temática amorosa están recogidos en la antología “La Amada Invencible” (KRK Ediciones 2006), y su último libro, el ensayo “El Nombre de las Cosas” (Conecta / Random House Mondadori 2011), relata su biografía, tanto literaria como profesional.