El tejido perdido después de una lesión en el sistema nervioso central (SNC) se regenera de manera limitada. La herida es ‘tapada’ con una cicatriz, de textura diferente a la de la piel, en la que abundan los astrocitos, células gliales del SNC que dan apoyo a las neuronas. De ahí que la cicatriz se conozca como ‘cicatriz glial’.
Ahora, investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia), en colaboración con el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), han descubierto que los pericitos, células del sistema sanguíneo, también desempeñan un importante papel en la formación de cicatrices.
Los resultados, publicados esta semana en la revista Science, revelan que estas células se dividen tras una herida y crean una masa de tejido conectivo que, como si de un hilo de coser se tratase, migra hacia la lesión para formar la cicatriz. El estudio señala además que estas células son necesarias para recuperar todo el tejido, ya que su ausencia crea ‘agujeros’ en él e impide una cicatrización correcta.
“Conocer el origen de la gran población de células que forman las cicatrices tras una lesión en la médula espinal es esencial para poder manipular este proceso y facilitar la regeneración”, declara a SINC Christian Göritz, autor principal del estudio e investigador del departamento de Biología Celular y Molecular del Instituto Karolisnka de Estocolmo (Suecia).
Facilitar la cicatrización
Durante años, los científicos se han concentrado en las células gliales para entender cómo se forman las cicatrices tras una lesión en el SNC y facilitar la recuperación del tejido afectado. Tras descubrir que los pericitos también intervienen en este proceso, Görtiz cree que “ahora se deben fijar estrategias para modular estas células y facilitar la cicatrización”.
Para realizar el estudio, los investigadores usaron ratones genéticamente modificados y observaron la reacción de los pericitos ante una lesión en la médula espinal durante siete meses. Transcurridos nueve días, el número de células aumentó un 25% en la zona de la lesión y, dos semanas después, el doble. Sin embargo, cuando los científicos limitaron la cantidad de pericitos, las lesiones permanecieron abiertas
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