El observatorio espacial Herschel de la ESA ha descubierto que las supernovas pueden generar grandes cantidades de polvo interestelar. Junto con las nubes de gas, este polvo forma la materia prima de la que surgirán nuevas estrellas, planetas y en última instancia, la vida. Este descubrimiento puede ayudar a resolver uno de los mayores enigmas del Universo primigenio.
Este descubrimiento fue realizado mientras Herschel estudiaba la radiación del polvo frío en la Gran Nube de Magallanes, una pequeña galaxia próxima a la Vía Láctea. El polvo frío emite radiación en la banda del infrarrojo lejano, lo que hace que Herschel, diseñado específicamente para estudiar esta banda de frecuencias, sea el satélite perfecto para detectar su presencia.
Herschel observó una fuente de radiación infrarroja en la supernova 1987A, una explosión estelar detectada por primera vez desde la Tierra en febrero de 1987, y la más cercana a nuestro planeta de los últimos 400 años.
Desde aquel momento, los astrónomos estudian cómo la onda expansiva de la supernova atraviesa su galaxia.
Las imágenes obtenidas por Herschel son las primeras observaciones claras de la SN1987A en el infrarrojo lejano. En ellas, se puede detectar la presencia de granos de polvo a unos -250°C, emitiendo 200 veces más energía que nuestro Sol.
“Los restos de la supernova son mucho más brillantes en el infrarrojo de lo que esperábamos”, comenta Mikako Matsuura, del University College de Londres, autor principal del artículo que presenta este descubrimiento.
Los astrónomos han sido capaces de estimar la cantidad de polvo a partir del brillo de los restos de la supernova. Sorprendentemente, el polvo resultó ser unas mil veces más abundante de lo que se pensaba que podría generar una explosión de estas características – lo suficiente como para dar lugar a unos 200 000 planetas del tamaño de la Tierra.
Comprender el origen del polvo interestelar es una cuestión clave en el estudio del Universo. Los átomos más pesados, tales como el carbono, el silicio, el oxígeno o el hierro, no se produjeron durante el Big Bang, por lo que su origen debe estar en algún fenómeno posterior.
Aunque estos átomos sólo constituyen una pequeña fracción de la masa del Universo y de nuestro Sistema Solar, son los principales componentes de los planetas rocosos como la Tierra y de la vida en sí: gran parte de los átomos de nuestro cuerpo fueron algún día polvo interestelar.
No obstante, todavía no se comprende con exactitud cómo se genera este polvo, especialmente en el Universo primigenio. Los resultados de las observaciones de Herschel podrían constituir una magnífica pista.
Las teorías actuales sugieren que gran parte del polvo interestelar se genera por la condensación de los gases calientes que expulsan las gigantes rojas que podemos observar en el Universo actual, de forma similar a cómo se genera el hollín en una chimenea.
Sin embargo, este tipo de estrellas no existía en el Universo primigenio, aunque sí había grandes cantidades de polvo.
Herschel ha demostrado que las supernovas también pueden ser una magnífica fuente de polvo interestelar. Los granos de polvo podrían ser el resultado de la condensación de los residuos gaseosos de la explosión, al enfriarse durante su expansión.
En el Universo primigenio había un gran número de supernovas, por lo que esta teoría podría ayudar a comprender las primeras etapas de la evolución del Universo.
“Estas observaciones son la primera prueba directa de que las supernovas pueden generar el polvo interestelar que detectamos en las galaxias más jóvenes”, explica Göran Pilbratt, Científico del Proyecto Herschel para la ESA.
“Es un resultado muy importante, que demuestra una vez más las ventajas de contar con una ventana abierta al Universo