Por Fernando Bazán
El gobierno del Primer Ministro Najib Mikati ganó un voto de confianza en el Parlamento después de tres días de intensos debates sobre su declaración de política y en momentos en que se dio a conocer la acusación del Tribunal. Frente a los legisladores -poco antes de la votación- Mikati dijo que agradecía la crítica constructiva de los miembros de la oposición, pero desestimó las acusaciones de que había abandonado sus principios; también rechazó las acusaciones de que su gobierno era responsable de todos los problemas que enfrenta el Líbano.
Mikati se comprometió ante el Parlamento a cooperar con el TEL y también dijo que la primera prioridad de su gabinete será retirar las armas ilegales de las principales ciudades del país. Mikati también dijo que el Gabinete seguirá los pasos del gobierno anterior -sobre la relación entre Siria y el Líbano- incluyendo la demarcación de las fronteras, y se abordará la cuestión de los ciudadanos libaneses en cárceles sirias; al mismo tiempo demostraría que él está comprometido con la independencia del Líbano.
Ahora que el Primer Ministro Mikati logró establecer su gobierno, queda en claro que comprendió las dinámicas regionales respecto de Siria y los tiempos para establecer un gabinete que le asegurase una supervivencia aceptable en el inestable escenario político libanés. Las cosas parecían más simples en enero, cuando asumió un riesgo político al oponerse a Saad Hariri y obtener el visto bueno como Primer Ministro. Mikati pensó que podría encarnar una comprensión Arabia Saudita y Siria sobre el Líbano; también creía que gozaba del apoyo de Francia, Qatar, y Estados Unidos.
Estos cálculos eran más o menos defendibles excepto por dos cosas: los sauditas y los sirios habían explorado las maneras de romper por completo la relación entre Líbano y el Tribunal Especial. Mikati, en cambio, nunca ha mostrado públicamente la voluntad de llegar tan lejos y sabía que el apoyo exterior para su equipo -así como la aceptación de la Coalición 14 de Marzo-dependería de mostrarse a favor de las resoluciones de la ONU.
Por ello hoy se entiende la demora en el establecimiento del gabinete ante la inminencia de los estallidos sociales en Siria -que sacaron a Damasco de la ecuación activa- y forzaron al Hezbollah a consolidar su influencia sobre el Estado frente al temor que Al-Assad fuese derrocado. Pero la continuidad del presidente sirio a partir del uso de la fuerza contra los manifestantes –mayoritariamente sunitas- se puede volver en contra de Mikati ya que los sunitas libaneses –y sauditas- eventualmente no van a permanecer impávidos frente a esta situación, por lo que no deberían sorprender futuros cuestionamientos internos sobre la relación con Siria.
Por otro lado, el discurso Sayyed Hassan Nasrallah -líder de Hezbollah- fue más duro que los pronunciados durante el gobierno de Saad Hariri y desacreditó más a Mikati que la propia Coalición 14 de Marzo al rechazar toda cooperación con el Tribunal Especial para Líbano. Nasrallah prometió que no habría una lucha sectaria entre sunitas y chiitas –en alusión a los hechos de mayo de 2008- pero esa declaración en sí supone que Nasrallah puede, si así lo desea, encender una disputa sectaria en el Líbano. En otro pasaje de su discurso, Nasrallah dijo que "no pedimos que al gobierno del nuevo Primer Ministro Najib Mikati hacer algo que no son capaces de hacer".
Mikati quedó en una suerte de limbo ya que -por un lado- se ha comprometido a cumplir con las obligaciones internacionales de Líbano pero por otro lado forma parte de una coalición de gobierno liderada por Hezbollah; así Mikati ha quedado rodeado por ambas coaliciones y aunque sus declaraciones señalen una dirección, después del sábado quedó en claro quién gobierna Líbano
noticiasdelibano.blogspot.com