“Son productos que tienen un gran valor en sí mismos ya que expresan características culturales de un territorio particular y son producidos mediante procesos que los diferencian del resto”, aseguró Damián Alcoba, director del Instituto de Investigación y Desarrollo para la Pequeña Agricultura Familiar (IPAF) del noroeste argentino.
Ante el desafío de rescatar y conservar los cultivos ancestrales, es fundamental el trabajo conjunto con productores de pequeña escala y la red de bancos de germoplasma.
En la nueva edición impresa de INTA Informa (#134), correspondiente a junio, el foco está puesto en las estrategias institucionales para revalorizar y conservar a estos cultivos ancestrales.
En 2004, familias productoras de Laguna Blanca, Catamarca, pidieron asistencia al INTA para rescatar algunos de estos cultivos tradicionales. Para lo cual, el instituto se asoció con organizaciones con base territorial en la Red para el Desarrollo Económico y Social del Distrito Villa Vil, para comercializar productos propios de la zona. El fin: favorecer el desarrollo de
los cultivos ancestrales en defensa de la identidad productiva.
“Hoy son más de 350 familias que trabajan por dar un impulso a los cultivos”, señaló Luisa
Brizuela, del INTA Catamarca. Además, la articulación les permite “asociarse para resolver otros problemas, como por ejemplo, la construcción de caminos y comunicación”.
Al mismo tiempo, los bancos de germoplasma del INTA son una reserva de recursos fitogenéticos de valor real y potencial para la alimentación y la agricultura. Localizados en distintos puntos del país, los bancos mantienen especies silvestres emparentadas con cultivos, variedades primitivas, nativas o tradicionales y cultivares modernos. El número cuenta con una infografía que explica la utilidad y el funcionamiento de los bancos de germoplasma.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declaró que el año 2013 se considere como el “Año Internacional de la Quinua”, dando a conocerla como uno de los cultivos que reduce las importaciones, estimula a las agroindustrias y fortalece la seguridad alimentaria de la región.
Este alimento, pese a haber sido uno de los principales cultivos de los pueblos originarios del NOA, se produce en pequeña escala y autoconsumo. Pero, por suerte, se está acrecentando una tendencia mundial hacia una alimentación más sana y natural, situándola hoy en día, como una excelente opción productiva, demandada por mercados internacionales.
El territorio argentino es fuente de una gran diversidad de productos agroalimentarios tradicionales, con virtudes nutricionales comprobadas, asociados a platos autóctonos y a costumbres arraigadas en la población.
Latinoamérica vuelve la atención a los cultivos ancestrales
El territorio argentino es fuente de una gran diversidad de productos agroalimentarios. La mandioca, el amaranto, la quinua, la yerba mate, el poroto criollo y la papa andina, entre otros, son cultivos heredados de los pueblos originarios. Estrategias institucionales los revalorizan y conservan.