Por Manuel García Linares.-A pesar de la climatología, apenas si llegamos al final de la primavera, sin que la temperatura se asome, apenas, a unos gratos grados otoñales pero ya se avista el verano, estación, más que de cosechas de cereales o yerba seca, estación de fiestas y saraos y entre estas tenemos, en el occidente, una convocatoria en torno a un pueblo cargado de leyendas y misterios como es el vaqueiro; una convocatoria festiva de ámbito internacional, que desgraciadamente no ha sido muy aprovechada. Ahora ya solamente cabe el mantener porque ya han pasado las épocas de “vacas gordas”; ¡ lástima !
Ya son cincuenta y seis las ediciones de la “Vaqueirada” de Aristébano, gracias a esta cita anual cientos de “romeros” han tenido la oportunidad de conocer una parte mas de nuestra tierra, un paisaje de viejas y romas montañas, horadadas por los romanos para sacar de sus entrañas el dorado metal de los dioses, usando como mano de obra a los nativos del lugar, pueblos celtas que habitaban en los castros construidos con piedra usando muros comunes para separaciones de espacios, cuadras o viviendas, con una gran maestría arquitectónica; construcciones que llegaron hasta nuestros días dando origen, con frecuencia, a las brañas que han servido para cobijar a un nuevo pueblo que, con desprecio, fue llamado “vaqueiro”, por dedicarse al pastoreo del ganado vacuno, y rodeado de leyendas e infundios por el mero echo de habitar las partes, consideradas mas pobres, un pueblo que se impuso a una sociedad que los marginaban, limitándoles incluso el espacio en la iglesia, pero que con trabajo y tesón llegaron a metas insospechadas tanto en la política como en la economía, de tal forma que aquellos que, en otros tiempos, trataban a los vaqueiros con desprecio, ahora presumen, con orgullo de ser vaqueiros, aunque sus apellidos procedan de cualquier otra oligarquía venida a menos.
Aristébano ha sido la cuna de la voz que se alzó reclamando la igualdad y los derechos de los vaqueiros; la voz de una mujer,- no en vano estamos en zona de matriarcado,- la voz de La Rogelia, persona de recio carácter que cuando cantaba una vaqueirada, acompañada del pandeiro y la payetsa, hacía que los valles de estas montañas vibraran como si de un temblor de tierra se tratara; años convulsos los de la segunda guerra mundial, pero esto no ha sido impedimento, sino aliciente guerrero para la lucha por sus derechos.
Por ser la cuna de La Rogelia, Aristébano fue elegido para la celebración de una fiesta conmemorativa de las reivindicaciones vaqueiras, participaron en su fundación los concejos de Belmonte, Tineo y Valdés, se había proyectado para que fuese rotativa pero al final decidieron que siguiese siendo Aristébano; la situación de esta braña permitía hacer rutas que facilitaran el interior de los municipios que la organizaban, de otra forma era muy difícil que las gentes de otros lugares conocieran estos parajes tan ocultos a los pasos obligados.
Después de cincuenta y cuatro años las brañas de Aristébano y entornos, quedaron olvidadas y desprotegidas al igual que los asturianos hemos olvidado la arquitectura popular, los hórreos y las paneras, se ha perdido la esencia de sus construcciones heredadas de los celtas; la carencia de unos arquitectos urbanistas, en los municipios, han permitido todo tipo de aberraciones, las restauraciones aquí, no tienen nada que ver con el resto de Europa, aquí todo va por libre como el propio festival que reúne a una gran masa de personas para ver como se va perdiendo la esencia del traje vaqueiro, como se cubren, los hombres, la cabeza con un gorro semejante al de los mineros de Sudáfrica, con algunos pañuelos que simulan los bandoleros de sierra morena, un poco mas discretos son los trajes de las mujeres aunque con demasiado colorido para una vaqueira que vestía de lino, sarga y estameña; los gorros de ala que poseían algunos vaqueiros eran los que traían de las siegas en castilla, eran sombreros de Bejar, lógicamente el ala era para el sol, en las montañas de Asturias, los vaqueiros usaban monteras de estameña con dos alas laterales que bajaban en los inviernos para protegerse las orejas.
A esta romería, cada año, asisten mas turistas y menos vaqueiros, pero, a pesar del esfuerzo que se hizo con el “Museo Vaqueiro de Naraval”, las brañas siguen abandonadas en lo que a etnografía y arquitectura popular se refiere, nada que ver con la labor que se ha hecho, de recuperación, en Belmonte y Somiedo.
Pese a la fluida afluencia de forasteros, tampoco hemos tenido suerte en las comunicaciones, después de cincuenta y cuatro años de una importante celebración, las carreteras estaban en estado deplorable, aquí no hay mineros solidarios ni dirigentes sindicalistas con fuerza, por ello, para que se hiciese una “rectificación” de Aristébano a Luarca, hemos tenido que organizar una manifestación desde Cangas del Narcea, se ha logrado algo pero sigue quedando un importante tramo sin concluir... y ahora la crisis.
Lástima de oportunidades desperdiciadas por políticos mediocres, cuando no corruptos.