Por Cristina G. Pedraz
Los expertos estiman que la vendimia mecanizada puede disminuir los costes de producción de la uva entre un 5 y un 10 por ciento. Sin embargo, algunos estudios apuntan que, frente a la cosecha manual, la mecanizada entrega una menor calidad de materia prima, traducida en una menor proporción de bayas en racimo o un incremento en el número de bayas sueltas y rotas, por ejemplo. Con el fin de contribuir a la mejora de la vendimia mecanizada, una estudiante de doctorado del Campus de Palencia de la Universidad de Valladolid, Lorena Uzquiza Ollauri, investiga la utilización de dos agentes de abscisión, es decir, hormonas que propician la caída de la uva.
La ingeniera agrónoma, quien actualmente cuenta con una beca de formación de personal investigador de la Universidad de Valladolid y cursa un Máster de Investigación en Desarrollo Agroforestal, está recibiendo el apoyo técnico como tutor del profesor Pedro Martín Peña.
Como ha explicado a DiCYT Lorena Uzquiza, el proyecto surge de la estancia de una compañera del equipo investigador en California, quien conoció de primera mano la aplicación en uva de mesa (variedades de uva que se consumen mientras están frescas, a diferencia de las que se cultivan para hacer vino) de uno de los dos compuestos que se están ensayando. “A partir de ahí surgió la posibilidad de probar también otro compuesto con uva de vinificación”, recuerda la investigadora.
En concreto, el estudio se basa en la aplicación de dos compuestos, el etefon y el metil jasmonato, ambas hormonas “que influyen a la hora de ser aplicadas en el viñedo “El metil jasmonato y el etafon pueden ser promotores de la cicatrización de la baya y, por lo tanto, propiciar que las bayas estén más protegidas y no se rompan, y además evitar el mosteo (que las uvas arrojen el mosto), lo que puede dar lugar a oscilaciones de ese mosto y por lo tanto una peor calidad en cuanto a potencial aromático y pardeamiento del mosto”, subraya.
En el caso del etefon, precisa, “influye en la hormona del etileno, que es importante en la senescencia y la maduración de los frutos”. Asimismo, tanto con esta hormona como con el metil jasmonato “se está estudiando su aplicación para facilitar la caída del fruto y la cicatrización, que es el objetivo final del estudio”. “Queremos comprobar su efecto en el desprendimiento, ver la diferente respuesta de los tratamientos con diversas dosis y determinar cómo influye, por una parte, en el mosto, y también en el vino”, subraya.
Los investigadores están estudiando la aplicación de cada agente por separado y también de forma conjunta para comprobar su efecto a la hora de facilitar la vendimia mecánica y mejorar la calidad del vino. El trabajo se inició hace un año y se centra en la Denominación de Origen de Rueda, en Valladolid, una zona “en la que el 90 por ciento de las variedades blancas son vendimiadas mecánicamente”, apunta Lorena Uzquiza, por lo que sería “realmente interesante” la aplicación aquí de los resultados de la investigación.
Fases del trabajo
Aunque el proyecto comenzó el pasado año, los investigadores llevan dos campañas de resultados y la próxima, que se materializará en parte con una ayuda del Itagra, dado que Lorena Uzquiza ha obtenido uno de los premios ¿Investigamos? que otorga el centro tecnológico, será más práctica. “En estos dos años previos nos hemos centrado en calcular dosis y momentos mientras que en el tercero daremos paso a una aplicación más práctica en la que realmente vamos a poder probar, con la maquinaria, esa mejora del desprendimiento de la uva”, detalla.
Posteriormente, se prevé llevar los datos obtenidos a una mayor escala, ya que “vamos a poder aplicarlos a un mayor número de cepas y ver las posibles influencias en el rendimiento”. Por el momento, concluye, los resultados obtenidos no han dado pérdidas de rendimiento significativas, aunque quizá “a la hora de vendimiar con máquina si puede surgir algún problema”.