Por Irina Moreno/Ethic.-Manuel Conthe repasa, sosegado, el camino que ha recorrido nuestro país para llegar al cataclismo económico y político. Desde su despacho de Bird&Bird, el que fuera presidente de la CNMV, vicepresidente en el Banco Mundial y secretario de Estado de Economía, reivindica a Keynes -“hay que ser keynesiano en la euforia y en la recesión”- y lamenta el déficit de políticos “con mentalidad de servicio público al Estado, no al partido”.
Con la que está cayendo en política, estará contento de estar resguardado en el sector privado.
Yo tengo mentalidad de estadista y creo que en España una de las cosas que faltan son estadistas: gente con mentalidad de servicio público al Estado, no al partido. Y sobran políticos con mentalidad de partido. En nuestro país se han fortalecido en exceso los partidos políticos y han ocupado demasiadas instituciones. Hay que volver a la política con mayúsculas. Esa política siempre me ha gustado, pero como no se practica es imposible que yo vuelva. Los buenos profesionales que tuvimos en los primeros años de la transición han emigrado. Ahora la política está en manos de gente muy mediocre.
¿Los políticos españoles tienen tan poca altura?
Creo que hay un proceso de selección adversa. Los partidos tienden a expulsar a la gente con pensamiento propio o con ideas atractivas porque están muy dominados por los aparatos. El otro problema, que ha sido especialmente acusado en el PP, es que ha habido una excesiva tolerancia e indulgencia con las actividades corruptas.
¿Eso significa que además de poca altura política hay poca catadura moral?
Sí. Un partido no se puede permitir tener a una persona de una moralidad dudosa, como el presidente Camps en Valencia, durante tanto tiempo y, encima, apoyarle. Eso mina la moral ciudadana y hace que se desconfíe de la política. En esto ha tenido mucho que ver el proceso de selección adversa, de expulsión de los políticos más vocacionales como José Pedro Pérez-Llorca, un brillante abogado, al que ni se le ocurre volver a la política; Gaspar Ariño, Pedro Solbes, Herrero de Miñón, Carlos Solchaga, Miquel Roca, Manuel Pimentel… Es un sistema muy cainita, que excluye a los válidos del PSOE cuando está el PP, y viceversa. Eso habría que cambiarlo. ¿Cómo? Hay que introducir algún cambio, de forma que la actividad política atraiga a gente con mentalidad de Estado, más que con mentalidad de partido.
Thatcher justificaba sus medidas con tres palabras: “No hay alternativa”. ¿La austeridad es la única salida?
Si todos simultáneamente nos volvemos más austeros, todos nos hundimos en la recesión. Hay que aplicar recetas diferentes. Pero los deudores sí que tenemos que aplicarnos una terapia de austeridad. Lo que tendríamos es que empezar a exportar mucho más. Los países endeudados sólo se pueden desendeudar si exportan más al exterior. Lo ideal es que los países que teníamos graves desequilibrios sigamos con una cura de austeridad.
¿Tenían que ser la sanidad y la educación las más perjudicadas?
Dentro de cualquier partida presupuestaria hay un enorme despilfarro. La sanidad pública me parece que no ha estado bien organizada, ha habido un exceso de prestaciones. En todas las áreas hay posibilidades de eficiencia y me parece muy peligroso decir que la sanidad o la educación no se tocan.
Si todas son susceptibles del tijeretazo, ¿por qué el Gobierno se ha ensañado con estas dos partidas?
Ineficiencias y ámbitos susceptibles de recorte hay en todas partes, lo que ocurre es que hay muy pocos gestores públicos que tengan la sinceridad de decir: “Me puede recortar un 20% del presupuesto porque voy sobrado”. Salvo que el superior jerárquico se lo ordene, él nunca lo reconocería. Como hay esa asimetría, donde el que gestiona de forma ineficiente un servicio público no tiene ningún incentivo en decir qué se podría hacer para mejorarlo, tiene que ser el Ministerio de Hacienda el que llegue con el serrucho. Es cierto que en vez de la cortadora, como dicen algunos, habría que utilizar el bisturí, pero eso supone tener toda la información relevante y cuando el que la conoce te la esconde porque no quiere que le recortes, pasa esto.
¿Rajoy está a la altura de las circunstancias?
Yo lo que creo que hay que reprocharle, sin ningún género de dudas, es la tolerancia con la corrupción en el seno de su partido. Ha habido casos flagrantes en el PP y lo primero que hay que hacer es reconocerlos y pedir perdón públicamente. Pero cuando ni siquiera se atreve a mencionar en público el nombre del señor Bárcenas, uno piensa, como digo algunas veces, que en vez de sangre tiene horchata en las venas. Como presidente del partido, a mi no me transmite una convicción de un líder dispuesto a luchar contra la corrupción. Como gobernante, en cambio, me parece sensato. Busca el consenso y el sentido común, y hay que tener muy en cuenta las restricciones bajo las que gobierna.
¿La desafección política que vivimos en España justifica los escraches?
No, los escraches me parecen una actuación intolerable, lamentable. Ir al domicilio particular de un político me parece muy criticable y forma parte de esa degeneración que estoy viendo en el debate político. La verdad es que los propios diputados tampoco es que den muy buen ejemplo; hay muy poco respeto al adversario político. Y si los políticos son zafios entre sí, ¿cómo van a esperar que los líderes populistas actúen con una caballerosidad que ellos mismo no practican?
Usted que conoce los órganos reguladores desde dentro, ¿qué ha fallado para que no hayan detectado los factores desencadenantes de la crisis?
Yo creo que sí que detectaron algunos de esos factores. El Banco de España hasta el año 2003 avisó de que en España teníamos una burbuja inmobiliaria, pero la banca entonces fue muy poderosa y a través de la vicepresidencia económica logró frenar al supervisor bancario, y la burbuja continuó durante unos años más. Pero es verdad que nadie de fuera nos avisaba, ni el Fondo Monetario Internacional ni la Comisión Europea que ahora son tan listos y nos critican tanto. Ha habido muchas instituciones que fueron procíclicas. Así como en el derecho está el principio de presunción de inocencia, ese principio tiene su correlato en el ámbito de la política económica con el principio de presunción de mantenimiento del bienestar: en una euforia financiera, denunciar una crisis en ciernes cuando todavía no hay síntomas inequívocos, es muy complicado. Eso ya lo dijo Ortega y Gasset, que tiene que llegar la enfermedad para que puedas aplicar la cura. Las curas preventivas en política son muy difíciles.
¿Estaban la CNMV y el Banco de España al corriente del engaño de las preferentes?
Aquí hay que distinguir varias fases. El producto de participación preferente tiene un nombre confuso y engañoso, y la culpa de eso la tiene el legislador que en el año 2003 le dio ese nombre. Por eso en la CNMV, de común acuerdo Carlos Arenillas y yo, dijimos que esto había que impedirlo. El primer paso que hicimos fue exigir que los folletos de emisión de participaciones preferentes fueran claros porque no se entendían absolutamente nada. Pero llegó un momento en el que pensamos que eso era inútil porque mucha gente no lo iba a entender y se iba a fiar más del director de la sucursal. Entonces lo que hicimos, a pesar de que no teníamos ninguna base legal, fue ordenar que no se emitiesen más preferentes. Eso debió continuar hasta finales de 2007. Después llegó la crisis financiera y los bancos y las cajas necesitaban más recursos propios y decidieron colocarlas. Y ahí fue donde la CNMV tenía que haberse plantado con más firmeza porque si no dejamos que se emitiesen en una época de bonanza, con más razón había que haber evitado que se emitieran en esa época.
¿Sacaremos alguna lección de todo esto?
Hay muchísimas lecciones que sacar, el problema es que no las vamos a poder aplicar hasta dentro de mucho tiempo porque el objetivo inmediato es lidiar con las secuelas de esta crisis.
¿Esta crisis ha tocado fondo?
Como dicen los partidarios de la Ley de Murphy, toda situación es susceptible de empeorar, pero si la economía americana repunta y la economía europea sale de la recesión, podrían tirar de la economía española, por lo que es razonable pensar que sí, que por fin España ha tocado fondo.