Por Julia García López.-Nos levantamos antes de que cante el gallo, pero no comemos hasta la tarde. Salimos del trabajo de noche y cenamos a las diez mientras vemos la televisión, cuyo prime time es de 22:00 a 1:00, lo que retrasa la hora de ir a la cama. Los peculiares horarios españoles, sin equivalente en ningún otro lugar, tienen consecuencias negativas para la salud; entonces, ¿por qué los seguimos?
En los años 60 del siglo pasado, el ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne atrajo a las suecas a nuestras playas con el eslogan ‘Spain is different’. Y aunque la sociedad española ha evolucionado desde entonces, lo cierto es que va a contracorriente del resto del mundo en algunos aspectos.
Por ejemplo, los horarios de comidas. En España se desayuna temprano, a la misma hora que en otros países, pero, para desesperación de los hambrientos turistas, el almuerzo no se hace hasta las 14:30 y la cena siempre tiene lugar después de las 21:00.
Al otro lado de los Pirineos, Europa come sobre las 13:00, y es raro cenar después de las ocho de tarde. Independientemente de la cultura o el clima, todo el mundo, desde nuestros vecinos los portugueses, hasta en la lejana Nueva Zelanda, parecen tener un ritmo diferente a los españoles. Pero todo esto quedaría en mera anécdota si no fuera porque se ha relacionado con problemas en el aprovechamiento del tiempo.
“Somos de los países europeos que más tarde se acuesta y que menos tiempo dedica a dormir. Parece como si estuviéramos ganando un récord de resistencia vital” explica Inés Alberdi, socióloga de la Universidad Complutense de Madrid. El retraso de la hora de irse a la cama provoca que el tiempo que los españoles dedican de media al sueño no llegue a las ocho horas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Aparte de quitarnos el sueño, los ritmos españoles ponen muy difícil conciliar la vida laboral y la personal. Mientras en el extranjero les basta con 45 minutos para comer, los españoles parten la jornada laboral y dedican hasta dos horas a una contundente comida. Esto lleva a que, aunque la hora de entrada en la oficina es la misma que en otros países, se sale más tarde y el tiempo para dedicar a la familia, el ocio, y las tareas domésticas se reduce.
Menos tiempo para el ocio
“Cuando el trabajo invade la esfera privada de forma constante, la productividad se reduce –asegura Ignacio Buqueras y Bach, Presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles–. Las personas se vuelven irritables, menos comprensivas con los intereses de su empresa, más propensas a accidentes laborales o de tráfico y más estresadas. Todo esto merma la productividad”.
Aparte de quitarnos el sueño, los ritmos españoles ponen muy difícil conciliar la vida laboral y la personal
El diseño irracional de los horarios afecta de forma distinta a cada grupo social. Según encuestas del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el uso del tiempo, las mujeres dedican a las tareas domésticas y familiares dos horas más que sus parejas del sexo opuesto, lo cual provoca que ellas sufran especialmente las consecuencias de una jornada laboral inusualmente larga.
“Las grandes damnificadas son las mujeres. Si antes ellas mayoritariamente tenían un trabajo, ahora tienen dos por la habitual falta de corresponsabilidad de su pareja”, asegura Buqueras y Bach. Y, por si fuera poco, los niños salen del colegio cuando aún no hay ningún adulto en casa.
Franco desfasó el horario respecto al Sol
Lo curioso es que no son los españoles los diferentes al resto del mundo, sino sus relojes. En el momento en que el Sol está más alto en el cielo, es decir, a las 12 del mediodía según la hora solar, los relojes españoles marcan las 13:30.
Según el astro rey, en España comemos entre la una y las dos solares y cenamos a las 20.30, unos horarios que no difieren tanto con los del extranjero. Es decir, las costumbres alimentarias en España se rigen por el Sol, aunque los relojes oficiales parecen empeñarse en ir a lo suyo.
La causa de este desfase horario se remonta a los años de la dictadura, cuando Franco atrasó sesenta minutos los relojes patrios para estar en sintonía con la hora que Alemania había impuesto en todos los territorios ocupados (GMT+1:00). Hasta ese momento, los españoles habían vivido acordes con el horario del meridiano de Greenwich.
Es decir, hasta 1942, los relojes españoles marcaban una hora menos que la actual (GMT+0:00), la misma que tienen hoy Inglaterra, Portugal y las Islas Canarias y la que a España le corresponde por su situación geográfica, ya que el meridiano de Greenwich pasa por Castellón y deja prácticamente toda la península al oeste.
Más aún, Galicia, la parte más occidental del país, podría ya adherirse al siguiente huso horario (GMT-1:00). Sus relojes durante el invierno están dos horas adelantados a la hora solar.
Las costumbres alimentarias en España se rigen por el Sol, aunque los relojes oficiales parecen empeñarse en ir a lo suyo
El pluriempleo de la posguerra
Esta incoherencia se intensifica aún más al adoptar el horario de verano. El cambio de hora es una medida controvertida, pero está establecida por una directiva de la Unión Europea y se basa en estudios que aseguran que favorece el ahorro energético. Desde este domingo a las 2:00, cuando en toda Europa los relojes se atrasaron una hora, España ha pasado a estar dos horas por delante del Sol, y hasta tres en Galicia, donde el mediodía solar ocurre después de las 14:30.
Además del huso horario, el pluriempleo durante los años de pobreza de la posguerra también se ha sugerido como origen de las tardías cenas nacionales. Tras la guerra civil, era común tener un trabajo hasta las dos de la tarde, y otro después de comer hasta bien entrada la noche.
Aunque el pluriempleo no es común en la sociedad actual, cenar tarde podría ser un vestigio de una época en que sí lo era, de la misma forma que los horarios matinales de la banca y la administración.
La Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles propone que la solución sería volver al huso horario de Greenwich por el que España se regía en 1942. “Es una decisión que debe tomar el Gobierno, y así se lo hemos pedido, sin éxito, a los dos últimos presidentes, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Es fácil de llevar a la práctica, automática e inmediata, y además, no genera ningún coste económico” asegura Buqueras y Bach.
Sería tan sencillo como no retrasar los relojes el próximo año con la llegada de la primavera. El proceso debería ir acompañado por un cambio en ciertas actividades sociales. Por ejemplo, el prime time de la televisión se adelantaría una hora y, en el trabajo y la escuela, tendría que fomentarse la jornada continua y reducir la pausa para la comida.
“El objetivo de la racionalización de los horarios es hacernos la vida más fácil y conseguir que sean compatibles las diferentes obligaciones y deseos de realización vital de hombres y mujeres que son, a la vez, madres, padres y trabajadores” concluye Inés Alberdi.
FOTO: Jayanta Behera
También ‘Xinjiang is different’
El desplazamiento de los relojes con respecto al Sol no es exclusivo de España y ha dado lugar a situaciones curiosas en otras regiones donde también se sufre, como en las provincias del oeste de China, un país que, a pesar de su enorme extensión, ha fijado la misma hora en todo su territorio. Regiones como Xinjiang o Tibet siguen la hora de Pekín a pesar de estar situadas dos zonas horarias al oeste de la capital. El mediodía solar ocurre en estas regiones a las 15:00.
Esta situación ha llevado a que los habitantes de Xinjiang sigan su propia hora no oficial, dos horas menos que el resto del país, lo cual se considera una forma de lucha y resistencia contra el Gobierno. Allí las escuelas y negocios abren y cierran según la hora propia de Xinjiang, en vez de la dictada por el Gobierno central.