Siria: dos años de dolor y esperanza

Siria: dos años de dolor y esperanza

Por Elías Khoury.-¿La revolución siria comenzó en Damasco o en Daraa? Esta pregunta que tenido ocupados a algunos círculos culturales y mediáticos relacionados con la revolución, parece provocadora, a pesar de su marginalidad. ¿Estalló la mecha en la manifestación que salió de la mezquita de los Omeyas en Damasco el 15 de marzo de 2011 y que atravesó el zoco de Hamidiyeh para ser dispersada con violencia en Al-Hariqa, o comenzó un mes antes de esa fecha cuando tuvo lugar el violento estallido popular en Al-Hariqa al agredir un miembro de los servicios de seguridad a un ciudadano, una situación que provocó que se gritara el lema “Al pueblo sirio no se le humilla”? ¿O quizá comenzó en Daraa, la capital del Hauran, el 18 de marzo, cuando salió la primera gran manifestación en Siria para protestar contra la detención de los niños de Daraa, y en la que murieron dos personas y tras la cual la mecha se extendió por Homs, Hama y el resto de ciudades sirias?

¿Cuál es el papel que tuvo la sentada en la plaza (damascena) del Merje que llevaron a cabo algunos y algunas intelectuales para que se liberara a los detenidos políticos en la creación del ambiente adecuado para que prendiera la revolución?
Estas preguntas parecen una broma intelectual ante el horror que vive el pueblo sirio entre la sangre, la destrucción y las lágrimas, pero también indican dos características que distinguen a la revolución siria. La primera es que estamos ante una de las raras ocasiones en la historia en que una revolución escribe su historia y crea sus medios de información, sus propias imágenes y sus propios iconos. Pues en mitad del “reino del silencio” que cerró el régimen de la república hereditaria al miedo y en medio de la ausencia de medios de expresión, los jóvenes y las jóvenes de la revolución tuvieron que crear ellos mismos su historia y sus medios en su lucha legendaria para recuperar su voz y su libertad. La segunda característica es que lo que parece una divergencia entre dos fechas indica que dos importantes componentes han logrado soltar al gigante de la revolución desde lo profundo de la represión.
El primer componente son los jóvenes activistas y los intelectuales, que salieron de la mezquita de los Omeyas el 15 de marzo, sorprendiéndose a sí mismos primero y a su pueblo en segundo lugar con que el muro del miedo podía romperse y que romperlo no necesitaba más que la voluntad popular que descubrió al ritmo de las revoluciones tunecina y egipcia, que el dictador no se hace dictador más que si encuentra ante sí a un pueblo asustado, y que el momento en que cae el miedo es el inicio de la caída del régimen.
El segundo componente son los niños. Los niños de Daraa, con su inocencia, rompieron el muro cuando escribieron el lema “El pueblo quiere derrocar al régimen” en las paredes de su colegio. En su comportamiento había algo parecido a la profecía de los niños, pues ellos fueron la conciencia de su sociedad inconsciente, conciencia que despertó la consciencia. La irritabilidad del responsable de la seguridad en Daraa, Atif Najib, y su humillación de las familias que pedían que se liberara a sus hijos, no vinieron de la nada. El hijo de la tía materna de Asad hijo se comportó según la tradición del despotismo de la familia gobernante, pero ni él ni el hijo de su tía paterna, el Presidente, estaban preparados para reconocer que nada había cambiado, pues el régimen que inventó la mentira de la eternidad acabó creyéndosela.
Aquí en Daraa, en la tierra negra del  Hauran, estallaron las grandes manifestaciones que incendiaron las llanuras y montes de Siria, pues en la gran manifestación de Daraa el 18 de marzo, cayeron las dos primeras víctimas mortales de la revolución siria, y quedó claro para todos que la revolución del pueblo sirio sería la más difícil y cruenta, porque se enfrentaría a los últimos mamelucos de la era moderna. Mamelucos, que no obtuvieron el honor de la derrota de la invasión exterior como los primeros mamelucos, pero que adoptaron los métodos monárquicos en su represión y pillaje, haciendo de Siria un reinado y apropiándose de ella.
Entre estos dos componentes básicos, queda claro cómo se conformaron los inicios de la revolución siria en dos márgenes: un margen lo creó una parte de los intelectuales, luchadores y activistas que recuperaron con sus posturas y valentía el significado de la cultura en su calidad de conciencia nacional: desde el grito de Riad Turk poco antes del estallido de la revolución sobre la necesidad de derrocar el reino del silencio, a la escritura y elección del exilio y la muerte en los sótanos de la tortura. Ahí, en la escena cultural siria recuperamos a Antun Makdisi, Saad Allah Wannus, Muhammad Maghout, Nizar Qabbani, Omar Amiralay, y el siempre renovador Zakaria Tamer [1], y salieron a la luz las voces de decenas de escritores, cineastas, artistas del arte figurativo y dramaturgos para perfilar la imagen del honor de la cultura siria, y para hacer de las voces que apoyaban al régimen y que miraban con desprecio a la revolución, meros detalles que completaban la escena cultural cuya división era inevitable. Los premios internacionales y árabes ganados por Yassin al-Hajj Saleh, Samar Yazbek, y Razan Zaytouneh no fueron más que un indicio del papel que juegan los intelectuales de Siria en la materialización de la revolución de su pueblo.
El otro margen lo creó la inocencia. Desde el cuerpo mudo de Ghiath Mátar y el deformado por la represión de Hamza al-Jatib, ambos dignos de héroes, han ido naciendo miles de mártires. Del grito de los niños de Daraa y la nobleza de los jóvenes en sus comités nació la revolución siria.
Así se completó el círculo de acción. Esta revolución la creó la conciencia y la puso en marcha la inocencia. Así, las dos fechas son válidas de entrada, a sabiendas de que el inicio también tiene un inicio que quizá no conozcamos, y así ad infinitum. Así decidiremos que es hoy (18 de marzo) la fiesta de la revolución tras su inevitable victoria, pero será una fecha virtual, porque la gran fiesta de la revolución será el día en que el dictador caiga y acabe la pesadilla.
Una revolución que escribe su historia por sí misma porque está sola. Sirios y sirias, estáis solos, solos en el hielo de este mundo mentiroso, solos frente a la connivencia estadounidense e israelí con el régimen, solos ante los excesos de la alianza ruso-iraní y sus pequeños aliados libaneses para apoyar al régimen y luchar a su lado, solos ante el tiempo de la escoria europea que ha creado a partir de la duda una política inamovible, debido a su dependencia de los estadounidenses y su adoración de la prisa israelí, solos frente a los petrodólares y sus derivados integristas que quieren contaminar vuestra revolución con sectarismo con el objetivo de dominar Siria so pretexto de reconstruirla.
Todas estas fuerzas que se reúnen en masa hoy contra vosotros, en mitad de la incapacidad de vuestros líderes en la oposición, buscan convertir Siria en un mercado de la muerte y firmar pactos en la oscuridad, para garantizar los intereses de las fuerzas internacionales y regionales, especialmente que Israel disfrute de otros cuarenta años de tranquilidad en el Golán ocupado.
Quieren contaminar vuestra gloriosa revolución con todos los pecados capitales del despotismo y la mentalidad retrógrada que os rodea, considerando que os rendiréis a ellos, después de que el dictador termine de destruir vuestro bello y maravilloso país.
A pesar de toda la destrucción y el caos, a pesar de los errores y pecados que algunos sectores armados unidos a la revolución han cometido, a pesar de este dolor sin límites -el dolor de la muerte, el dolor de la diáspora-, todas estas fuerzas que se reúnen contra vuestra revolución, no lo lograrán.
Estas fuerzas olvidan o quieren olvidar que quien hizo esta revolución es el pueblo sirio y que la única versión correcta es que es el pueblo quien ha hecho la revolución y la ha ido creando cada día.
Estabais solos en el dolor y lo estaréis en la esperanza que crearéis con vuestra victoria sobre el despotismo que se perfila en el horizonte de los ojos de los niños de Siria que ilumina el Levante y la tierra de los árabes. 
[1] Escritores, cineastas y dramaturgos conocidos en Siria por su crítica velada o no a la dictadura.

 

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