Por Subhi Hadidi.-En el año 2005, que coincidió con el cuarto centenario de la aparición de la novela “El Quijote”, una de las más grandes madres, sino es la gran madre, del arte de la novela, el presidente venezolano, Hugo Chávez, decidió celebrar la magnífica obra de Cervantes de una manera bastante original: pidió al ministerio de Cultura que imprimiera un millón de copias de la misma y que las repartiera gratuitamente entre un millón de familias pobres venezolanas. Ese mismo era el Chávez que estableció una relación de amistad con la mayoría de dictaduras del mundo árabe y que solía, de un modo u otro, comportarse según parámetros simplificados, que se resumen en que si proclamabas tu enemistad con el imperialismo, aunque solo fuera en el nivel del discurso, eras necesariamente enemigo suyo (del imperialismo) y, por tanto, amigo del pueblo venezolano, fuera cual fuese el régimen de dictadura y corrupción que dirigieras.
Ese es uno de los dilemas que han de confrontarse al analizar los logros, siendo mínimamente objetivos, de uno de los más importantes líderes populares, y populistas tal vez. No solo en Venezuela se da este hecho, sino que se extiende por la mayoría de países de la América Latina contemporánea. Él, en su país, es el heredero original del legado revolucionario de Simón Bolívar, y un amigo tierno y feroz de los pobres de su país, pero un contrario aún más feroz de EEUU y los monopolios petroleros y de gas. Esos son algunos de los elementos positivos que conformaron su popularidad y dieron lugar a su acción política, económica y social que empañaba la pureza de las políticas estadounidenses, bien radicadas y que no han cambiado mucho desde que las dibujara a grandes rasgos el ex Secretario de Estado Henri Kissinger.
Los ogros del liberalismo en Washington y en la mayoría de capitales del continente latino, comparaban el comportamiento de Chávez (el “temerario”, el populista, el socialista, etc.) con el comportamiento del ex presidente brasileño Luis Inácio Lula Da Silva (“el racional”, el liberal, el clamado, etc.), hasta el punto de que el segundo reconoció, y esto no va con ninguna intención de glorificar al primero dada su reciente muerte, que Chávez era una de los más grandes epítomes políticos y populares de la historia del continente. En la mente de Lula, estaban los logros de Venezuela durante los dos períodos de Chávez, que iban desde un crecimiento económico del 9% -uno de los más altos del continente-, hasta la erradicación del analfabetismo y las tradiciones terratenientes que obstaculizaban el desarrollo en los sectores agrarios, pasando por los saltos cualitativos en el desarrollo de la infraestructura, los servicios públicos y el desarrollo sostenible.
Ahora bien, en el exterior, y concretamente en nuestros países, la imagen de Chávez quedó plasmada de forma diametralmente opuesta a la que tenía en los países latinos: se saltó el bloqueo a Iraq y visitó Bagdad, declamando un panegírico sobre el dictador que ni Latif Nasif Yasim o Muhammad Sa’id al-Sahhaf (pro-Saddam) llegaron a hacer. Tampoco tuvo problema en decir que Gaddafi era “la única persona a la que le hago el saludo militar y espero ser soldado bajo sus órdenes”, y que el “régimen de Gaddafi” -y no sabemos a qué se refiere con ello- se “mantendrá toda la eternidad”. En cuanto a Bashar al-Asad, ¿cómo no vamos a apoyarle si el suyo es el gobierno legítimo de Siria? Chávez, después de calificar a “los opositores al régimen sirio” como “terroristas que matan a la gente en todas partes”, consideraba que lo que sucede es una “crisis planeada como lo fue la caída de Muammar Gaddafi en Libia” y que “el pueblo de Siria es ahora víctima de una violenta política colonial”.
En contraposición a, y quizá en contradicción, al concepto del “Eje del Mal” que diseñó el ex presidente estadounidense George Bush a principios de 2002, que estaba formado por Corea del Norte, Irán e Iraq entonces, el escritor pakistaní-británico Tareq Ali propuso el concepto del “Eje de la Esperanza”, que también veía compuesto por tres pilares: Cuba, Venezuela y Bolivia, bajo los liderazgos de Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales. Ese era el tema de su libro Piratas del Caribe: el Eje de la Esperanza, en una imitación con moraleja de la gran película estadounidense de Piratas del Caribe. La cubierta del libro hace una parodia del cartel de dicha película: el título está sobre una hoja de papel antigua y las caras de los tres “piratas” (Castro, Chávez y Morales) aparecen en lo alto, como lo hacen Johnny Depp, Orlando Bloom y Keira Knightley.
¿Por qué los piratas? Porque son, con total sencillez, héroes de épocas ya pasadas y cuyos puestos han sido ocupados por otros alternativos o contrarios a tales éticas de heroísmo, y porque fueron revolucionarios en aquel entonces, contra los centros del gran Imperio y las grandes potencias. Son también una leyenda que impregna la imaginación contemporánea en todo lo que tiene que ver con el sentimiento de aventura en el contexto general, y el sentimiento de resistencia contra la dictadura política, y el barbarismo militar en concreto. Hoy, uno de ellos se ha ido; el segundo, Castro, se ha visto retirado de la política por una enfermedad; el tercero se ha quedado luchando contra aludes y huracanes.
Y de la misma manera que es correcto diferenciar entre más de un Chávez, también lo es distinguir entre más de un Ali: el autor de este bello libro, y decenas como él, han errado en contra del levantamiento sirio varias veces, pues sus posturas han ido descendiendo y ascendiendo, cambiando de forma violenta y contradiciéndose, hasta llegar al punto de considerar al régimen inocente de la masacre de Al-Houla. Es cierto que cambió su postura, y volvió a acusar al régimen, y también es cierto que no escatima en sus palabras de desprecio hacia el régimen sirio, pero también es cierto que la nebulosa que rodea sus posturas nace de su oposición a una intervención extranjera de la ONU, como si esta intervención estuviera a las puertas...
La situación es que la balanza entre el Chávez de los pueblos y el Chávez de los dictadores, tienda a inclinarse hacia el primer personaje, según creo, y con ello, los pueblos pobres y los pueblos del sur en general, han perdido un gran líder popular, incluso quizá hayan despedido a la última representación contemporánea de una poco común mezcla entre Bolívar y el Ché Guevara.
Publicado por Traducción por Siria