Oviedo/Julio F. Taladrid/AM. Esta tarde, en el Hotel de La Reconquista de Oviedo, tuvo lugar el acto de entrega de los Premios IDEPA al impulso empresarial 2012.
En el acto intervino el Presidente del Principado, Javier Fernández y contó con la presencia del consejero de Economía y Empleo, graciano Torre González, así como de otras autoridades junto con representantes de las empresas premiadas y más de un centenar de empresas que se unieron a este reconocimiento al impulso empresarial, la innivación y la internacionalización de la industria de la región.
En la modalidad de gestión empresarial excelente se premió a la empresa Thyssenkrupp Norte, S.A. por su proyecto “Planificación estratégica excelente. En la de proyecto Innovador fue galardonada la empresa Vetro Tool, S.A. por el proyecto Horno Heracles. Y en la modalidad de internacionalización recibió el premio la empresa Asturiana de Aleaciones, S.A (Aleastur), por su proyecto “Una industria sin fronteras, la internacionalización de Asturias”.
La cuantía de los premios fue de 15.000 euros cada uno y fueron entregados por el Presidente del Principado, quien además llevo a cabo la clausura del acto.
Intervención del presidente del Principado
Hemos entregado los premios IDEPA al Impulso Empresarial 2012. Han sido distinguidas tres empresas en tres categorías distintas: excelencia en la gestión empresarial, innovación e internacionalización.
Me pregunto si realmente es posible diferenciar tales virtudes. A buen seguro, podemos incidir más en unas que en otras, pero resulta inconcebible imaginar un proyecto industrial que no tenga en cuenta esa tríada, porque ésas son las tres paredes maestras indispensables para desarrollar la iniciativa empresarial. Sin excelencia en la gestión la supervivencia será efímera; sin innovación no habrá capacidad para adaptarse a una situación que evoluciona –muta, mejor dicho— sin pausa alguna; sin atender la internacionalización es inútil pretender un lugar en un mundo, porque estar hoy en el mundo es saberse un nodo en la red, no una geografía aislada marcada con los mojones de las lindes de la autarquía o del proteccionismo. Por eso, la internacionalización es más, mucho más que la exportación; es reconocerse y saber operar en esa complejidad de relaciones múltiples entrecruzadas que caracteriza al mundo hoy y que no podemos obviar. Al fin y al cabo, estas tres exigencias –buena gestión, conocimiento e internacionalización- han acompañado al desarrollo del capitalismo industrial desde sus inicios, y en la historia de Asturias hay significados capitanes de la industria que supieron reunir esas competencias.
El hecho de que podamos premiar a tres empresas enraizadas en Asturias –Thyssenkrupp, en Mieres; Vetro Tool, en Caborana; Aleastur, en Gozón y Carreño- permite también que volvamos a limpiar algunas telarañas. Porque, a poco que nos descuidemos, en Asturias siempre aparecen los mismos nubarrones en el pensamiento. Como ocurre con algunos pacientes que se angustian ante los síntomas, esta comunidad tiene una tendencia notable a refugiarse en el pesimismo económico. Y existen dos razones poderosas que lo explican perfectamente. Hace unas décadas, en los años 80 y 90 del siglo pasado, el Principado sufrió una reconversión industrial fortísima. Hubo una alta tensión social, muchísimas movilizaciones, y algunos días amanecían aborrascados con humareda negra de neumáticos. A los ajustes siguieron las privatizaciones, y en el paisaje final el Principado dejó de ser el gran solar de la empresa pública. Pero, como les pasa a muchas personas a las que se les ha amputado algún miembro, todavía sentimos el dolor del sector público industrial, aunque ya no lo tengamos, y hasta reclamamos las mismas soluciones que cuando lo teníamos, aunque ahora sean imposibles hasta en el planteamiento. Somos una comunidad autónoma hipersensibilizada por la reconversión industrial. Y, repito, parece lógico que así sea.
La otra razón es que ahora también sufrimos una recesión aciaga. En este caso no hablamos de un problema específico asturiano, sino de uno internacional mal gestionado que repercute en nuestra comunidad. Vivimos una crisis que es consecuencia del exceso de endeudamiento privado cabalgando sobre un modelo de crecimiento insostenible; una crisis propiciada por el shock asimétrico de una moneda única asumida por economías muy diferentes. Una unión monetaria sin correlato económico ni fiscal.
No nos interroguemos más sobre los orígenes de la crisis, perfectamente radiografiados y descritos. La pregunta hoy es cómo resolverla, porque de la contestación depende cuánto tardaremos en recuperar en España los cerca de cuatro millones de empleos destruidos por la crisis. Si creamos empleo al ritmo del mejor año de los tiempos de la burbuja (en el período que va de octubre de 2004 a octubre de 2005), tardaríamos casi tres años.
Es una hipótesis de difícil cumplimiento. Planteemos otra. Si creamos el empleo al ritmo que sirvió para salir de la crisis de los 80, tardaríamos más de ocho años.
Y añado otra tercera hipótesis. Si el ritmo de creación de empleo fuese similar al que nos sacó de la crisis, tardaríamos diez años en recuperar esos cuatro millones de empleos. Una década entera.
Por lo tanto, seamos serios, tanto en el diagnóstico como en las expectativas. Digámoslo claramente: hay que cambiar la política europea, y cuanto antes mejor,. Si queremos evitar que la Europa del Sur se empantane en una década perdida, como sucedió en Sudamérica y en Japón en los 90, hemos de urgir la rectificación de la política económica que impera en la Unión Europea. Éste debería ser un objetivo prioritario, angular, para el Gobierno de España y los ejecutivos de otros países de la unión.
En Asturias, con más de 100.000 parados, nos sobran los argumentos para defender ese cambio de rumbo en la política europea. Además, en nuestra comunidad, a los efectos de la crisis, de por sí dolorosos, se suman decisiones incomprensibles, apresuradas y torpes que no pueden ser achacables a la crisis sin mentir. Me refiero a las medidas dispuestas por el Gobierno central sobre la minería y a las anunciadas por la empresa General Dynamics para la fábrica de armas de Trubia. Son decisiones lesivas para Asturias, decisiones a las que nos oponemos frontalmente y que el Gobierno de España debe reconsiderar.
Pero también tenemos que esforzarnos en oponernos a los profetas de la catástrofe; a quienes engordan su relato público con los discursos lastimeros, ayes y quejas. No nos dejemos arrastrar de nuevo al pesimismo, a la espesa bruma negativa que tanto daño nos hizo durante otras décadas. No nos consintamos esa involución. Por más que algunos se empeñen en aventar los vapores del pasado para sumirnos en la negrura donde medra el populismo victimista, Asturias es una comunidad autónoma distinta con un tejido económico distinto. La reconversión industrial es una etapa que el Principado ya superó. La realidad nos obligará a hacer cambios, a adaptarnos, forzará transformaciones, nos incomodará a menudo, pero jamás nos va a devolver al pasado por más que haya quienes se empecinen en abismarnos en el pesimismo. La transformación del Principado es una realidad, no un deseo; el deseo y la voluntad política de mi gobierno son que este cambio continúe, y para ello confiamos en la iniciativa empresarial privada, apoyada con la cooperación de todos los instrumentos de la Administración. El IDEPA es, en este sentido, una buena herramienta con la que vamos a seguir contando decididamente.
Una aclaración sobre mis referencias a la transformación del Principado. Con ellas no busco un enfrentamiento entre una vieja Asturias y una nueva Asturias. Lo digo con un ejemplo, para hacerlo más comprensible: hubo una Asturias en la cual la minería tenía un peso enorme; hoy, la aportación de la minería es muy inferior, pero sigue siendo necesaria. No es un lastre del pasado, como tampoco lo es la fábrica de armas de Trubia ni lo son los astilleros ni la siderurgia, son parte también de la nueva Asturias que estamos construyendo. Que su dimensión sea menor no los hace prescindibles. Por el contrario, estamos en una situación en la que es preciso pelear por la preservación de todos los sectores y todos los empleos, porque todos son necesarios.
De la nueva Asturias de la que son ejemplos cimeros estas tres empresas que hoy estamos reconociendo. ThyssenKrupp Norte, Vetro Tool y Aleastur representan bien ese camino por el cual deseamos seguir avanzando para fortalecer la economía asturiana. El afán de ThyssenKrupp por obtener todos los distintivos y sellos de calidad es una muestra clarísima de un compromiso con la excelencia en la gestión. La consecución de sellos de calidad en 2012 son hitos destacables en ese propósito, al igual que la obtención de la primera certificación de su sistema de gestión de la seguridad y salud laboral.
En el caso de VetroTool, el alejamiento del ejercicio efectivo de mi profesión de ingeniero no me impide valorar cuánto trabajo hay forzosamente detrás del proyecto del horno Heracles para fabricar vidrio curvado y templado para automóviles. La buena acogida que los productos de Vetro Tool están teniendo en multinacionales como AGC, PGW y la alianza estratégica formada por Siseçam y Saint Gobain demuestra hasta qué punto es acertada su apuesta por la innovación.
Tan acertada como la vocación internacional de Aleastur, con más de 400 clientes repartidos por 65 países, con filiales en Estados Unidos y Europa y oficinas comerciales en Asia. Fruto de ese desarrollo es la alianza estratégica Esal Rod Alloys, sellada con un socio alemán para establecer en Asturias una nueva planta industrial, en un espléndido ejemplo de cómo podemos aprovechar las oportunidades que ofrecen los mercados exteriores.
Aleastur, Vetro Tool y ThyssenKrupp son realidades de esta nueva Asturias que hemos de seguir impulsando. Realidades gratificantes y, hoy por hoy, ejemplares. Por eso habéis de permitirme que insista en la necesidad de conocerlas, de enseñarlas, de que sean realidades descubiertas, visibles. Por eso quiero que me permitáis públicamente darles la enhorabuena y las gracias por construir la Asturias del futuro.