AM.-El debate del estado de la Nación está difuminando en Asturias una situación con todos los indicios de poder convertirse en el detonante de un nuevo período de inestabilidad política en la gobernabilidad de la Comunidad Autónoma, algo que, de producirse, sería ya un golpe mortal a la aún yacente economía interna y, peor aún, a la maltrecha confianza en sí misma de la sociedad asturiana. Nos referimos, como el lector seguramente habrá supuesto, a la situación en que se encuentra el exalcalde de Cudillero, no por tal, sino por su condición de diputado en el Grupo que apoya a un Ejecutivo sin mayoría absoluta y que ya requiere para ello el apoyo de otros dos puntales: IU y el único voto de UPyD.

La denuncia presentada por el PP de Cudillero complica el escenario legal en que se mueve el exregidor pixueto, a quien en lo personal, como a todo asturiano, le deseamos el mejor de los desenlaces, pero ello no sería objeto de éste análisis de no ser por dos circunstancias concomitantes. Que es diputado en un grupo necesitado de todos y cada uno de sus votos y que ya ha anunciado estos días que no dejará su escaño, a lo que no está obligado, por supuesto, lo que podría conducirlo al Grupo Mixto de proceder la FSA a tomar medidas tras su imputación, algo a lo que en el actual panorama de indignación social puede verse obligada en breve.

El escenario de una Cámara en la que el Gobierno presidido por Javier Fernández tenga que depender de una UPyD crecida ante el aumento de sus espectativas electorales, con IU presionada por las bases por casos como los de el cierre de la minería o de las fábricas de Armas, y un diputado en el Grupo Mixto, razonablemente enemistado con la formación política que le habría retirado los apoyos, es estremecedor.

En una situación de bonanza económica, o aún de tranquilidad, esta situación, que Asturias ya vivió con Antón Saavedra y el entonces diputado del PAS en el Grupo Mixto, daría ocasión a intensas, constantes y apasionantes negociaciones parlamentarias. Pero en el momento actual, en el que todos los esfuerzos han de dedicarse colectivamente a salir de una situación con más de 100.000 parados y un evidente acoso de Madrid hacia los restos de la empresa pública en Asturias y hacia la propia Administración Autonómica, es el peor de los escenarios deseables.

No es posible finalizar este análisis sin referirse a Cudillero mismo. El rechazo vecinal a un alcalde que no ha sido electo previamente como concejal en las urnas y la constitución de una activa plataforma política vecinal trae dos noticias. La buena, que la sociedad asturiana no está muerta y tiene capacidad de reacción ante el hartazgo, que cabe presumir ya bastante acusado. La mala, que determinadas componendas y podredumbres políticas ya no son de recibo.

La situación política del diputado Francisco González debería clarificarse cuanto antes. El escenario antedicho abre la posibilidad de situaciones con efectos sociales y económicos desastrosos.