Asturias.- La pulsion política en el conjunto del estado español se centró este miércoles en una nueva entrega del rifirrafe entre los dos partidos que por su número de votos se reparten el protagonismo del poder y la oposición, respectivamente, con declaraciones cruzadas de tú más que yo y llámamelo madre que ya me lo llamaré yo. El debate sobre las presuntas irregularidades, teñido con toques tabernarios pero sospechosamente de cara a la galería, trata de disipar el efecto doloroso de un empobrecimiento de los españoles que, cada día más, adquiere tintes dramáticos. Las tragedias personales de millones de personas no son asunto risible ni baladí. Ante ello, a ello, no cabe un día más el ejercicio del teatro, la 'puesta en escena'. Este medio, caracterizado por su defensa a ultranza de un sistema participativo y un estado de derecho cual es éste en el que nos movemos, rechaza el fondo involucionista que subyace en las críticas generales, obviamente interesadas, encaminadas a dar 'una patada al bidón'. Pero también, en un ejercicio necesario y conveniente de responsabilidad, es consciente del peligro de seguir por una derrota de la que no parecen ser conscientes los legatarios del mandato popular.
En ese panorama. evidentemente injusto con el ciudadano, séalo de 'a pie' o más distinguido por su emprendimiento empresarial y, o, profesional, Asturias luce con un acumulo de agravios demostrables que han sobrevenido en un parón total de su economía y, lo que es peor, en un demérito absurdo de su propio derecho protagónico.
En el Principado, como en España, sí, pero agravado, hay jóvenes y niños cuyo futuro se juega hoy a sus espaldas. Que la ministra Pastor, por ejemplo, deje deteriorarse kilómetros de red viaria en León, sólo porque lo achaca a Zapatero y porque Rajoy le haya ordenado llevarlo todo para los AVE en Galicia, no sólo daña a las futuras generaciones de asturianos: es que cercena su desarrollo y capacidad para progresar como sociedad. Pero, ya ven, largos debates se suceden sobre las grandes magnitudes, como sanidad o educación, mientras cada día llega una nueva o injusta limitación, o se produce un nuevo expolio a los 10.800 kilómetros cuadrados de este país llamado Asturias. Toda españa sufre una convulsión, a buen seguro necesaria y que tendrá resultados oxigenantes, catársicos, a su término. Pero Asturias padece la acción sumada de un deterioro admitido, absurdamente, en los tiempos de vacas gordas, y el actual sobrevenido que viene a remachar la narcolepsia de una sociedad en la que los jóvenes aún no pueden tomar el testigo y los mayores, muchos, se preguntan, ya tarde ¿pero qué hemos hecho?
Nunca es tarde. Pero, siempre, cuanto antes mejor. A Asturias le sobran voces caracterizadas, y legitimidad moral, y fondo de comercio. Pero el buen paño ya no se vende en el arca. Es hora de hacer.