Por Dr. Tony Phillips
Las sondas Voyager (Viajero, en idioma español), de la NASA, están dirigiéndose verdaderamente hacia donde nadie ha ido antes. Deslizándose en silencio hacia las estrellas, a 14.500 millones de kilómetros (9.000 millones de millas) de la Tierra, transmiten las novedades de los sitios más distantes e inexplorados del sistema solar.
Los científicos que se encuentran a cargo de la misión dicen que las sondas acaban de enviarnos asombrosas noticias.
El sitio en el que se encuentran ambas sondas está repleto de burbujas.
"Aparentemente, las sondas Voyager han ingresado a un extraño reino de burbujas magnéticas que se asemejan a la espuma", dice la astrónoma Merav Opher, de la Universidad de Boston. "Esto es absolutamente sorprendente"
Según los modelos producidos por computadora, estas burbujas son muy grandes; se extienden alrededor de 160 millones de kilómetros (100 millones de millas) de lado a lado, de manera que a las veloces sondas les tomaría varias semanas atravesar solamente una de ellas. La sonda Voyager 1 entró en la "zona espumosa" alrededor del año 2007, y la nave Voyager 2 le siguió alrededor de un año más tarde. Al principio, los científicos no entendían qué era lo que las naves Voyager estaban detectando, pero ahora se han formado una buena idea de lo que es.
"El campo magnético del Sol se extiende hasta los límites del sistema solar", explica Opher. "Debido a que el Sol gira sobre su propio eje, el campo magnético se enrolla y se pliega, como si fuera la falda de una bailarina. Muy lejos del Sol, donde las naves Voyager se encuentran ahora, los pliegues de la falda se aplastan unos contra otros".
Cuando un campo magnético se dobla de esta manera tan severa, pueden ocurrir cosas muy interesantes. Las líneas de fuerza magnética se entrecruzan y se "reconectan". (La reconexión magnética es el mismo proceso energético que causa las llamaradas solares.) Estos pliegues de la falda se reorganizan, algunas veces de manera explosiva, hasta formar burbujas magnéticas que parecen espuma.
"Nunca esperamos encontrar esta espuma en el borde del sistema solar, ¡pero allí está!", dice Jim Drake, quien es físico y colega de Opher en la Universidad de Maryland.
Las teorías vigentes, las cuales datan de la década de 1950, predicen un escenario muy diferente: Se supone que el distante campo magnético del Sol debería curvarse en arcos relativamente suaves, hasta plegarse lo suficiente como para acoplarse de vuelta con el Sol. Pero estas burbujas parecen ser independientes y estar sustancialmente desconectadas del resto del campo magnético solar.
Las lecturas proporcionadas por los detectores de partículas energéticas sugieren que las sondas Voyager ocasionalmente entran y salen de esta espuma magnética, de manera que podría haber regiones en las cuales las viejas ideas todavía son válidas. Pero no cabe duda de que los antiguos modelos, por sí solos, no pueden explicar lo que han encontrado las sondas Voyager.
"Aún estamos tratando de descifrar las implicancias de estos descubrimientos", dice Drake.
La estructura del distante campo magnético solar, es decir, la cuestión de si se asemeja a la espuma o no, es de vital importancia científica, pues define cómo interaccionamos con el resto de la galaxia. Los investigadores llaman "heliofunda" a la región en la que se encuentran las naves Voyager. Esencialmente, es la frontera entre el sistema solar y el resto de la Vía Láctea. Muchas cosas intentan cruzarla: nubes interestelares, nudos del campo magnético galáctico y rayos cósmicos, entre otras. ¿Encontrarán estos intrusos una zona de burbujas magnéticas desordenadas (la nueva visión) o un racimo de apacibles líneas de campo magnético que conducen hasta el Sol (la vieja visión)?
El caso de los rayos cósmicos es ilustrativo. Los rayos cósmicos galácticos son partículas subatómicas que son aceleradas por agujeros negros distantes y explosiones de supernova hasta alcanzar velocidades cercanas a la de la luz. Cuando estas balas de cañón miscroscópicas intentan ingresar al sistema solar, deben abrirse camino a través de las líneas de campo magnético del Sol para alcanzar los planetas interiores.
"Estas burbujas magnéticas podrían ser nuestra primera línea de defensa contra los rayos cósmicos", comenta Opher. "Aún no sabemos si esto es bueno o no".
Por un lado, las burbujas parecen ser escudos muy porosos, los cuales permiten que muchos rayos cósmicos escapen a través de los agujeros. Pero por otro lado, los rayos cósmicos podrían quedar atrapados en el interior de las burbujas, lo cual convertiría a la espuma magnética en un muy buen escudo.
"Probablemente descubriremos cuál de estas posibilidades es la correcta cuando las sondas Voyager se adentren en la espuma y conozcan más sobre su estructura1", dice Opher. "Esto es sólo el comienzo, y pronostico que habrá más sorpresas".
FOTO: NASA