Por SINC.-Un equipo británico y coreano ha descubierto en un diminuto nematodo el primer sensor directo de la sal, un canal iónico que detecta el cloruro sódico. El gen que codifica este canal es parecido a otro relacionado con la sordera congénita en los seres humanos, y del que apenas se sabe cómo funciona.
Parece mentira que el estudio de los receptores de la sal en Caenorhabditis elegans, un gusano de un milímetro de longitud, tenga que ver con la sordera en humanos, pero un estudio que publica hoy Nature relaciona ambos aspectos. El punto de unión es el gen TMC1, que codifica una proteína transmembrana del mismo nombre (TMC1, transmembrane channel-like protein 1).
“Nuestro trabajo muestra que TMC-1 produce un canal iónico sensible al sodio, y que actúa como el receptor del sabor salado en el gusano”, explica a SINC William R. Schafer, investigador del MRC Laboratory of Molecular Biology en Cambridge (Reino Unido).
El trabajo desvela la base molecular de la sensación del sabor salado en C. elegans, es decir, cómo la proteína codificada por el gen TMC-1 forma el canal iónico, el primer sensor directo de cloruro de sodio (NaCl) encontrado hasta ahora. Este gen se expresa en las neuronas del nematodo para evitar las altas concentraciones de sal.
En los seres humanos, era conocida la vinculación del gen TMC1 con formas de sordera congénita. Por estudios anteriores se sabía que las células ciliadas cocleares del oído interno perciben el sonido a través de canales iónicos sensibles a las vibraciones, pero encontrar las proteínas que componen estos canales se consideraba ‘el santo grial’ en este campo de investigación.
Hasta el momento apenas había información sobre medidores de la sensación salada
“Por un fenómeno de conservación evolutiva, el TMC1 humano, al igual que su homólogo del gusano, es probable que forme canales iónicos de una forma parecida, lo que hace al TMC1 humano un fuerte candidato a formar parte del desconocido canal receptor ciliado”, dice Schafer. “Y este papel central en la sensación podría convertirlo en un buen objetivo en los tratamientos de formas congénitas o de otras tipos de pérdidas auditivas”.
Aun así, el investigador reconoce que la caracterización de TMC1 en las personas está todavía en curso “y aunque especulamos que se puede conservar su función general –en la formación de los canales iónicos–, los detalles –cómo se activa o a qué iones es permeable– pueden ser diferentes de lo encontrado en el TMC1 del gusano”.
Hasta el momento se conocían bastante bien los mecanismos moleculares que están detrás de los sabores amargo, dulce, agrio y ‘umami’, pero apenas había información sobre medidores de la sensación salada o sensores específicos del cloruro sódico.
FOTO: El gusano C. elegans con TMC-1 expresando neuronas quimiosensoriales marcadas con una proteína fluorescente. /William Schafer
William Schafer