Por Taha Bali/Al-Yumhuriyya.-Tal vez una parte importante de los sirios vea el tema del desafío de los grupos salafistas extremistas en general en Siria y del Frente de al-Nusra en particular, el más grande al que se enfrentan Siria y su revolución a corto plazo, justo después del desafío de derrocar al régimen, y tal vez venga en primer lugar para algunos. El problema fundamental crónico e inherente al hablar de este problema es la contradicción de los datos acerca del Frente y de su papel real en muchos crímenes que se le han adjudicado a él o a la revolución en general. Algunos de estos crímenes han sido cometidos por el régimen directamente y otros son crímenes perpetrados por los grupos que utilizan el nombre de la revolución. Ello hace preguntarse por una tercera parte: grupos armados locales insertos en la revolución sin tener nada que ver con la llamada “yihad internacional”, carentes de toda agenda política verdadera. Poner todo lo anterior en un mismo saco como hacen los críticos de la revolución, o algunos activistas pacíficos, que a veces critican la militarización, con buena intención en el segundo caso, es en realidad una aproximación que complica la identificación de nuestros muchos problemas partiendo de la falsa idea de simplificarlos, y retrasa el hallazgo de soluciones reales. Añádase que cualquier intento serio de estudiar al Frente se enfrenta a la dificultad de determinar una jerarquía clara y unas bases de enfrentamiento conocidas, además de las fuentes de su financiación entre otras muchas cosas.
El Frente de Al-Nusra, entre la oposición y el apoyo
Si logramos pasar el abismo de estos datos y suponemos que hay una corriente salafista extremista armada que pretende cambiar el régimen sirio por la fuerza con la intención de establecer un Estado islámico (sobre cuyo significado puede que diverjan sus propios miembros), aún queda la dificultad de encontrar la política idónea para enfrentarse a esta corriente. Merece la pena pensar en el problema partiendo de situaciones homólogas de extremismo en el resto del mundo, donde se yuxtaponen varios factores como la pobreza, la ignorancia o la marginación política con los convenientes relatos de la injusticia histórica para conformar el ambiente humano que engendra movimientos extremistas en todas sus variedades. La presencia del régimen y sus prácticas represivas diarias en este sentido sigue siendo la más importante arma en el arsenal de Al-Nusra y el mejor instrumento de reclutamiento del que dispone, lo que de por sí niega la razón de su existencia al derrocarse el régimen. Es de sabios, cuando tal es la situación, que no se empuje a partes amplias de la corriente salafista fuera de las filas de la revolución para siempre, incluso antes de que termine y que se asiente el polvo de la lucha.
La oposición total e inamovible al Frente de al-Nusra por parte de la línea básica de la oposición política supondrá que se convierta directa y espontáneamente en un movimiento armado contrario al futuro Estado sirio, débil de por sí y lleno de problemas y cargas sociales, políticas y económicas, por no hablar de los enemigos militares que queden del régimen y sus shabbiha. Los movimientos nihilistas al estilo de Al-Nusra están al margen de la sociedad y florecen en los callejones traseros del Estado, de lo que se deduce que la Coalición Nacional tenga como primera y más importante misión en esta etapa el establecimiento de la mayor cantidad posible de puentes con la base social que simpatiza con Al-Nusra y la corriente salafista, e intentar introducir a dicha base en la vida política democrática. Entonces, el Frente será el núcleo más extremista y ajeno a la sociedad siria, y quizá la mayoría de esos núcleos estén conformados por no sirios, lo que facilitará la misión del enfrentamiento final con ellos al nuevo Estado sirio.
En muchos países de Occidente movimientos ideológicos extremistas, separatistas o incluso racistas en algunos casos realizan sus actividades y se les permite ejercer el derecho de expresión siempre que se haga de forma pacífica. Quizá el caso más cercano al sirio sea la inclusión de la corriente salafista egipcia, útero que engendró al más extremista de los movimientos yihadistas internacionales, en el proceso político electoral en Egipto, cuya revolución habría seguido un camino muchísimo peor si no se hubiera dado este positivo, por no decir sorprendente, paso. El más importante desafío al que se enfrentan los sirios en los próximos días es la hibridación de los grupos armados que piden un califato islámico para que su petición se transforme en una actividad política pacífica, sin imponer su opinión por la fuerza. Y quizá esta misión ya complicada de por sí no aumente más que en complicación si las fuerzas de la oposición política siguen una política de máximo enfrentamiento con el Frente y sus aliados como piden algunas voces.
La naciente Coalición Nacional debe, por tanto, tratar con manos de seda- no con puño de hierro- este tema y decidir su discurso y pasos futuros con sumo cuidado. Ahmad Moaz al-Jatib, que aún sigue en plena lucha de almas y razones en lo que a la calle de la revolución, enfrentada a una represión salvaje diaria, se refiere, no se equivoca al adoptar una política de apaciguamiento que evite que se abran dos frentes a un tiempo de cara a la revolución. Más aún, aunque uno de los pilares de la postura de la coalición Nacional sea rechazar la repugnante calificación de terrorismo que hizo EEUU del Frente de al-Nusra (para salvaguardar los intereses y las vidas estadounidenses, que no sirias obviamente), el segundo pilar ha de ser siempre la afirmación del espíritu civil de la revolución siria y la identidad futura democrática y plural del Estado en el que no se rechazará la opinión ajena. No envidio su puesto.