Una lectura pormenorizada del discurso de Asad

Una lectura pormenorizada del discurso de Asad

Por Abdel Bari Atwa.-Cinco acontecimientos principales pueden, mediante la profundización en ellos y la comprensión pormenorizada de sus matices y significados, llevarnos a inducir los elementos de la escena siria global, en los próximos meses del nuevo año.

El primero es el prolongado discurso que ha emitido el presidente Bashar al-Asad ayer en el que ofreció un plan, una salida pacífica a la crisis y su visión del futuro del país.
El segundo es la emisión de una fatua por parte del muftí general de Arabia Saudí, el sheij Abd al-Aziz al Sheij, en la que prevenía a los ulemas saudíes de llamar a la yihad en Siria y les pedía que se limitasen a orar por los luchadores y apoyarlos con dinero, pero por medios oficiales.
El tercero es el anuncio de Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, de la intención de su gobierno de edificar un muro a lo largo de los Altos del Golán como medida de protección tras la llegada de la “yihad internacional” a las fronteras y la ocupación por parte de sus miembros del lugar del ejército sirio que se ha retirado de la zona.
El cuarto es el aumento de las quejas de la oposición armada sobre el terreno, liderada por el ESL, del cese de la llegada de ayuda tanto económica como militar, lo que refleja un cambio en las posturas de los Estados que les apoyan, árabes y occidentales, de forma temporal o permanente.
El quinto es la próxima celebración de una conferencia en Ginebra dentro de dos semanas con la participación de miembros sirios opositores que creen en el diálogo con el régimen bajo el lema de la preservación de la unidad geográfica y demográfica, y la prevención de la división del país y su desintegración. Lo que llama la atención es que esta conferencia, como dijeron sus organizadores, está apoyada por países europeos entre los que se encuentran Alemania, Suecia y Suiza.
Estos cinco acontecimientos están relacionados, por no decir que se completan entre sí, y definen parcial o completamente la forma que tendrá Siria, y tal vez algunos de sus vecinos también, en el nuevo año, como reflejan los cambios que han tenido lugar y las nuevas lecturas de la escena siria por parte de las fuerzas regionales e internacionales al mismo tiempo.



El discurso del presidente Al-Asad frustró las esperanzas de sus opositores puesto que no fue el discurso de una persona derrotada que vive bajo tierra, y que se traslada de un lado a otro, o de una piedra a otra, sino que fue más fuerte y elocuente que todos sus discursos anteriores desde el estallido de la intifada popular contra su régimen.
Es cierto que ha reconocido por primera vez que hay una “crisis” y que hay una falta de seguridad, pero a pesar de centrarse en la solución política y recibirla positivamente, ha lanzado un golpe preventivo a todas las soluciones políticas propuestas, incluida la iniciativa de Ginebra, que había aceptado su régimen, producto de un acuerdo EEUU-Rusia.
El presidente Asad, dijo con total claridad, que no negociará con la oposición del exterior a la que acusó de ser agentes de Occidente y dijo que si no tuviera más remedio que negociar, lo haría con sus maestros, es decir con el origen y no la imagen (según su expresión), y que se quedaría en sus sitio y no aceptaría ni siquiera que se le pida, aunque sea de forma momentánea, que renuncie.
Estamos ante un hombre, según se entiende de su discurso, que insiste en continuar por la vía actual hasta el final, sean cuales sean las pérdidas humanas.
El que el presidente Asad se centrara en luchar contra los grupos yihadistas y el Frente de Al-Nusra, que no nombró pero que se entendía que se refería a él, para marginar a la oposición exterior y sus prolongaciones interiores en primer lugar, y el reconocimiento del papel activo de estos grupos sobre el terreno en segundo lugar, fue un  intento de coquetear con Occidente y EEUU en concreto, que ha puesto a algunos de estos grupos en la lista de terrorismo.
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Hay tres puntos que se mencionaron en el discurso y que descubren la situación de negacionismo del presidente que no se pueden ignorar:
El primero: Su propuesta de una iniciativa pacífica, que incluye nuevas elecciones, un nuevo parlamento, una nueva constitución y un diálogo nacional inclusivo, supone un reconocimiento de que todos los “pasos reformistas” que ha dado a trompicones en un intento de contener el enfado de la calle en su momento, y que se materializaron en elecciones parlamentarias y una constitución no han convencido y no han logrado ganarse a la calle ni interior ni exterior.
El segundo: Su descripción de la primavera árabe como una “burbuja” es demasiado simplificada, pues la primavera árabe, aunque discrepo con este término, ha derrocado a un régimen egipcio que había paralizado a la comunidad árabe durante más de cuarenta años y que estaba al servicio del proyecto sionista, del asesinato de la resistencia y la humillación de la comunidad. Además de que si la primavera árabe no hubiera tenido lugar, el presidente Asad no habría hablado de un diálogo inclusivo y un nuevo parlamento electo, ni habría reconocido la existencia de una oposición interior con la que se debe dialogar, ni las injusticias que habían acaecido al pueblo sirio durante los cuarenta últimos años. Tal vez sirva recordar que el presidente Asad incitó a la revolución contra los regímenes “no antiimperialistas” al inicio de esta “primavera”.
El tercero: Que dijera que no hay una oposición con la que se pueda dialogar, y expresara su total rechazo a hablar con la oposición exterior, pues la falta de presencia de una oposición en Siria se debe al rechazo del régimen a que existiera cualquier oposición más que en las cárceles y centros de detención. Incluso la oposición interior que acepta el diálogo, como los señores Hasan Abdel Azim, Aref Dalila y Louay Hussein, y antes que ellos Michel Kilo (la lista es más larga), habían estado en las cárceles y habían cumplido su tiempo de condena, siendo sometidos a torturas corporales, psicológicas o ambas.
Es difícil que el presidente Asad sea derrocado sin una intervención militar exterior, pero dicha intervención es ahora menos probable, si no es más descartable que nunca, pues la administración estadounidense teme sus consecuencias y no puede acarrear los resultados humillantes como sucedió en Iraq y Afganistán. Esto junto a la fatua del muftí saudí, las palabras del emir Saud al-Faisal ayer sobre el apoyo de su país a la solución política en Siria y la necesidad de dejar la cuestión de la salida de Asad a los sirios, y las quejas del ESL de la sequía de las fuentes de apoyo financiero y militar, son indicios que hacen que el presidente sirio esté menos nervioso por su destino que antes.
Muchos predijeron que Asad caería en 2012, incluso antes, y muchos han predicho que caerá este nuevo año, pero la “pólvora” estadounidense, la degradación de la polarización sectaria y la prolongación de los peligros de la crisis siria a los países vecinos (Iraq por ejemplo, el muro israelí en la frontera del Golán, la fatua del muftí de Arabia Saudí y la indiferencia del régimen egipcio, además de la desestabilización de algunos países de la primavera árabe) son factores que pueden alargar la vida del presidente Asad y su régimen durante otro año, si no es más.

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