Por Ignacio Sánchez-Vicente/Oviedo.-Conversando con un colega madrileño de visita navideña a Asturias y mientras dábamos cuenta de un frugal almuerzo (huevos -2- fritos con jamón y patatas + zumo de naranja + cafés) en El Tizón, me preguntaba él si la crisis había hecho mermar mucho la oferta gastronómica de Vetusta, especialmente respecto al número de establecimientos.
Antes de contestar, mientras mascábamos filosóficamente, decidí subirme a un imaginario DeLorean para viajar hacia el pasado y poder hacer balance con el presente.
Por alguna razón desconocida, el singular e imaginario vehículo me llevó primero al salón comedor del Hotel Principado, siendo yo aún un joven reporterete, en el que recuerdo haber disfrutado de unos insuperables rosbif asados en su propio jugo y acompañados de un igualmente insuperable puré. Y aquellos soufflé de los que nunca me cansaba. Eso, además, con cubertería de plata y en un ambiente victoriano que parecía el de la novela de Agatha Crhistie, ‘El Hotel Bertran”. Ahí la cuenta me sale en contra, aunque bien es cierto que en estos últimos años el hotel recuperó esa excelente cocina gracias a la decidida voluntad del empresario Manuel Cosme y de su hijo, también Manuel.
Subo de nuevo al DeLorean y me voy a San Bernabé, donde me cuelo por los comedores del Marchica hasta llegar al ‘rojo’. Allí hay que pensar. ¿Una centolla gigante? ¿unos salmonetes coloradinos? ¿una rodaja de merluza a la romana como una rueda de carretillo de grande? ¿verdines con bugre? ¿pixín allangostáu? Ah! Pero la escena se desvanece, porque el Marchica y el Marchiquín figuran entre los caídos, que no entre los ausentes. Mucha nostalgia, mucha. Cuando salgo a la calle para subir a mi cuántico coche, veo a dos buenos amigos que se adentran en las Campanas de San Bernabé, lugar de éxito gastronómicos años ha…y también ahora. Bien! Aquí se equilibra el contador. También lo equilibra el hecho de que muchos clientes del Marchica anidaron tras su cierre en la vecina Goleta, que no hacía muchos años había puesto en marcha el dinámico y emprendedor Marcelo Conrado y en la que ya cobraban fama las patatas con langostinos, los escalopinos al cabrales o la merluza con salsa de vinagreta. A los amantes de la cocina asturiana con fundamento y los guisos de la caza, se les brindaba, ayer como hoy, Casa Conrado, con la misma familia al frente y una cocina imborrable en nuestra agenda.
Dado que el DeLorean ‘nun gasta gasolina’, me doy un garbeo por el centro. Pero antes repaso la calle San Bernabé. Me doy cuenta, con pena, de que ya hace mucho que cerró El Manantial, en el que tomábamos buenos porrones de vino o cerveza clara, con sus pinchinos de tortilla y sus cacagüeses a granel. Y la barra llena de rayas, pero de tiza, no de las ‘espirituosas’. Claro que, a cambio, abrió El Burladero, con buenos pinchos y buena cocina, aunque sin porrones, eso sí. También cerró el Artabe, pero a cambio abrió el Verona.
Bueno, como voy por el aire, subo hacia Uría. Echo de menos el Cabo Peñas, que durante años nos surtió de excelsas tapas, sabroso laterío, pimientos asados, jamón soberbio y cosas ricas en general. Pero ya hace tiempo que figura en nuestro Arlington local. Claro que, a cambio, ahí están de nuevo cuño pero experta cocina, El Bocamar, más versado en pescados y mariscos, o el Punto y Coma, con excelente cocina a mi juicio…y el de los demás comensales.
Subo hacia el Naranco, pero no a lo que ustedes piensan, picarones, sino a asegurarme de que la joyería de Casa Lobato sigue en su sitio. Pues sí. Desde el arco de paso a los comedores, al pie de una escalera, hay un expositor llenos de piezas preciosas. Pescados dignos de foto para una enciclopedia del Cantábrico. En las cocinas, el chef y los ayudantes se esmeran en la presentación de unos platos que no hacen sino resaltar unas materias que más que primas son hermanas, hermanas en la exigencia de calidad.
Bien. Lleno la vista de la luz limpia del Naranco –en este viaje imaginario me he puesto un día soleado, qué menos—y voy volviendo al centro. Me detengo en la Plaza de América para tomar un selecto Rueda en Del Arco y compruebo que el comedor, en el que tantos momentos agradables compartí, sigue bien surtido de mantel…y de plato, que es lo importante. Total, que bajo hacia Independencia, donde tomo un vermú y unas gambas buñuelo en La Paloma. ¿Saben que tiene una sabrosa cocina hogareña? Deberían probarla. Desde aquí me vuelvo a Uría, porque más abajo hay un hueco en mi corazón gastronómico. El Cantábrico. ¡Ay! Callos como aquéllos, garbanzos como aquéllos...qué pocos comeré. Me consuelo yendo a comer cochinillo asado a la plaza Puerta Europa, allá junto al nuevo HUCA, donde Jose navega el diario gastronómico con su Tupa’s. Así es la vida. Unos se nos van, pero vienen otros.
Después, hago una parada rectoral (lo digo porque está frente al Rectorado, claro) en Casa Fermín y compruebo que laboran afanosamente preparando esos platos en los que la cocina tradicional se viste a la vanguardia o se presenta desnuda, como en el caso del atún rojo. Dado que todo está en orden, reservo mesa para la semana próxima y me voy hasta Trascorrales. Allí, no puedo evitarlo, me pongo triste cuando me acuerdo del histórico restaurante del mismo nombre. Aquellos platos que trajeron para Fernando Martín el Premio Nacional de Gastronomía, antes de que tal cosa siquiera sonase en Asturias. Allí vi yo a unos banqueros japoneses pedir melón con jamón y fabada una vez tras otra para desesperación de Fernando, que les había preparado un menú largo y estrecho. Pero claro, los japoneses, con el kilo de melón en Tokio a 40.000 pesetes, exudaban lujuria hasta por les oreyes. En fin, al otro lado de la plaza abrió Tras la Burra, con una cocina que está evolucionando muy positivamente y donde me consta ‘habitan’ regularmente distinguidos prohombres del municipio municipal.
Miren, a este repaso voy a tener que darle una segunda parte. Pero la conclusión de este viaje imaginario, como le dije a mi distinguido colega, es que Oviedo sigue igual de fecundo gastronómicamente hablando. Unos se van y otros vienen. Ley de vida. Pero la cocina sigue ahí. Y si usted también, enhorabuena y ¡¡disfrútela!!
FOTO: Conmemoración del Desarme en la Plaza consistorial
1 comentario
# Armando Responder
08/01/2013 10:44Querido Nacho: Cuando vi que te subías al imaginario vehículo De Lorean, eché una carreria y me encaramé en la parte de atrás de tu coche, para poder seguirte los pasos,puesto que sabía que viaje estaría cargado de recuerdos nostálgicos.Paselo fenomenal.