Sus Majestades se entrevistaron con el alcalde y recibieron a los niños de la ciudad.
Por Carmen Peláez/AM.-Esperan en la calle desde hace más de una hora así que cada vez que asoma una cabeza por la puerta se revolucionan. Pero no, esta vez no, todavía no eran los Reyes, sólo un empleado municipal. Y hoy los niños y niñas de Oviedo de realeza para abajo ni se relacionan.
Están Sus Majestades saludando al alcalde de la ciudad que les ha recibido en un edificio anexo a este de Trascorrales en el que tendrá lugar la Audiencia con los pequeños y la recepción de las últimas cartas.
Menos mal que son magos porque es casi la una de la tarde y hoy es día 5 de enero. Les quedan unas horas.
Magia es lo que hay también en la mirada de los niños. Tanta emoción que se desborda y una inocencia a prueba de la realidad mas insistente. Adriana y Alejandra ya conocen a los Reyes porque los vieron el año pasado, pero aquí están de nuevo porque quieren entregarles en mano la carta con sus peticiones para que no hay errores. Adriana, de 9 años, ha pedido un libro para leer y una Nintendo para jugar. Alejandra, de 7, también quiere un libro y además un juego de hacer jabones y una tortuga que asegura que cuidará y alimentará todo el año y no sólo el primer día. Las dos esperan que les traigan todo lo que piden. Ciertamente no es mucho comparado con esos que se piden "el catálogo del Toysarus". Y las dos asienten al preguntarles por sus expectativas, claro que sí, han sido buenas todo el año.
A la una en punto y con dos pajes cada uno ayudandoles a llevar el peso de sus mantos aparecen en la calle los tres Reyes Magos venidos desde Oriente y la chiquillería se enardece, gritos de ya están aquí, fotos y padres levantando bebés. Desfilan Sus Majestades para que todos puedan verles bien custodiados por sus pajes y los agentes de la Policía Local, como corresponde a su dignidad, y entran en el edificio de Trascorrales que tiene dispuestos tres tronos en los que se ubican para recibir a los chavales y escuchar sus peticiones de viva voz.
La presión sobre los niños es enorme. Hay aquí mas nervios que en una oposición de notaría. Algunos ni se quieren acercar a esos señores clarividentes que saben todos sus pequeños secretos; los hay que están tiesos de miedo y quienes les dan la mano como adultos, marcando una distancia prudente.
Como entre los adultos, hay quien maneja mejor el estrés, como Alicia, que no duda en posar orgullosa con su carta mientras espera en una de las tres filas que se han formado ante Sus Majestades.
Cuando le toca, avanza decidida, trepa hasta las rodillas y conversa con el Rey que le cambia su carta por unos caramelos que saca del cofre real. Va con su hermano que no es tan decidido y ha sucumbido bajo la presión del momento. "Este confesó en el taxi", cuenta su madre que se parte de risa, "confesó haber roto varias cosas". Y se rie mientras su hijo la mira sin comprender. Y es que el Rey le ha dicho al pobre niño que lo vé siempre.
Otro que no duerme hoy. ¡Cuanta crueldad adulta!