Oviedo.-En un Auditorio repleto, y no sólo de afiliados al sindicato sino de otras numerosas representaciones de la sociedad asturiana, MCA-UGT Asturias celebró su Primer Centenario en un acto institucional en el que participaron Eduardo Donaire, Secretario General de MCA-UGT Asturias, el Alcalde de Oviedo, Agustín Iglesias Caunedo, el Presidente del Gobierno del Principado, Javier Fernández, el Secretario General de UGT Asturias, Justo Rodríguez Braga, Manuel Fernández López, “Lito”, Secretario General de MCA y Cándido Méndez, Secretario General de UGT.
El acto, en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo finalizó con la actuación especial de Víctor Manuel y David San José.
INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS EN EL ACTO DE CELEBRACIÓN DEL CENTENARIO DE MCA-UGT ASTURIAS
Os agradezco sinceramente que me hayáis invitado a compartir con vosotros la conmemoración del centenario de esta organización sindical.
Hoy hablaremos mucho de Manuel Vigil Montoto. También yo le recordaré con admiración. Él fue, en unos tiempos mucho más difíciles y convulsos que los que vivimos, uno de los fundadores del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores en Asturias y, hace cien años, el primer dirigente del Sindicato Obrero Metalúrgico de Asturias, embrión de la federación de la que hoy sois militantes, de esta organización de trabajadores que representáis.
Pero repasaros la historia de vuestro sindicato –que es el mío- me parece un atrevimiento. Descuidad, que no entraré en detalles. Si hago referencia a 1913 es porque quiero que me acompañéis en una reflexión. Imaginad aquellos años tempranos del siglo XX. En las Cortes había un solo diputado socialista, el tipógrafo Pablo Iglesias. UGT y el PSOE eran organizaciones jóvenes, que concitaban la esperanza de miles de trabajadores para conseguir una sociedad más justa y más libre.
Os ahorro la descripción de lo que pasó luego. La segunda república, la guerra, la larga noche de piedra de la dictadura, la transición, el primer gobierno socialista,... Avancemos todos esos pasos y situémonos hoy, en 2013, un siglo después. El mundo ha cambiado. Hay un nuevo lenguaje mundial que se construye con el alfabeto de la cibernética, con el álgebra nutriente de los microchips e Internet, con verbos futuristas, conexiones y velocidades vertiginosas, inimaginables hace sólo unas décadas. Cada uno de nosotros lleva un pequeño aparato a cuestas capaz de ponernos en contacto con cualquier geografía remota, un alarde de prodigio técnico que cabe en un bolsillo. Va todo tan rápido, con tal celeridad, que el largo plazo apenas existe, se agota en unos días. Sin duda, nada de esto era previsible en el siglo XIX, cuando se constituyeron las organizaciones sindicales y se organizaron los partidos socialistas, cuando la fuerza del movimiento obrero dependía en tan gran medida de la voz y de la imprenta. “Leed y difundid”, exhortaban los líderes sindicales a los afiliados, convencidos del poder liberador de la educación y la palabra, empeñados en su apostolado proletario.
Qué atrás queda todo aquello.
¿Intuís a dónde quiero llegar? En efecto, lo habréis oído muchísimas veces. El mundo ya no es el que era -ha “cambiado de base”, como reclamaba la letra de La Internacional-, y los sindicatos, concebidos para agrupar a los trabajadores en la lucha contra la opresión –recordad la frase de Marx: “no tenéis nada que perder, salvo vuestras cadenas”- , han de cambiar o, de lo contrario, resignarse a languidecer y morir. Estoy seguro de que habéis oído esta cantinela decenas de veces. Ésta es la versión suave, porque hay otras más contundentes, que concluyen, tajantemente, que los sindicatos no tienen sentido, que las ideologías son vestigios que sólo preocupan a los arqueólogos y que los partidos apenas representan otra cosa que un grupo de intereses.
Y yo, perdonad que lo diga, creo que tienen su parte de razón. Es cierto. El inmovilismo es suicida. O nos adaptamos, o sabemos evolucionar, o los cambios nos arrasarán. No tengamos duda alguna. A las organizaciones sindicales, a las políticas e incluso a las instituciones y a la propia arquitectura democrática. Estamos obligados a demostrar nuestra capacidad de adaptación, a reconocer que las formas de reclutamiento sindical y político han variado, a asumir que hasta los modos de expresar las reclamaciones están sujetos a cuestión, a entender que la calidad democrática exige mucho más que cumplir con el ritual de convocar a los ciudadanos a las urnas cada cuatro años. No hay necesidad de ponernos a la defensiva. Claro que la sociedad ha cambiado, y los sindicatos y los partidos deben cambiar con ella.
Como veis, soy bien comprensivo. Ahora, no entendáis que les otorgo toda la razón. Al contrario, estoy dispuesto a discutirles bastantes cosas. Por ejemplo, me llama muchísimo la atención que en esa apelación al cambio sólo se incluya a los sindicatos, pero no a las organizaciones empresariales. O que cuando se habla de los partidos se refieran únicamente a los de la izquierda, y siempre dejen tranquilos a los de la derecha. Parece que sólo la izquierda envejeciese y la derecha se conservara lozana y triunfal para la eternidad. Al fin y al cabo, para eso están los conservadores, para conservarse lo mejor posible. Es, fijaos, como si los vientos del cambio fuesen selectivos, y distinguiesen perfectamente quiénes deben transformarse y quiénes pueden seguir tranquilamente como siempre, con sus principios y reglas de antaño, porque para ellos no pasa el tiempo. Hay una prueba doméstica sencilla e ilustrativa. Coged los discursos de la derecha económica asturiana desde los últimos 30 años y comparadlos. Veréis que siguen diciendo prácticamente lo mismo. Da igual que la estructura económica haya cambiado, que el sector industrial público haya prácticamente desaparecido, que las grandes comunicaciones hayan avanzado,… El discurso sigue siendo el de siempre, y lo peor es que nadie les pide que lo actualicen, que nadie les reclama que sepan, ellos también, adaptarse al cambio, porque Asturias ya no es la misma.
Pero vayamos a algo más esencial, más de fondo. Es una pregunta que podéis plantearla en cualquier sitio. Inmersos en la crisis, cuando se apilan reformas laborales sobre reformas laborales, y todas en la misma dirección, cuando se encadenan los recortes y los ajustes, cuando la austeridad abrasiva y coactiva amenaza el Estado del bienestar… ¿tiene sentido que los trabajadores se organicen para defender sus derechos? ¿Qué opináis?
Pues la respuesta es sí, no lo dudemos. Hoy, como en 1913, tiene toda la razón de ser la unión organizada de los trabajadores, y en estas palabras no hay nada avejentado, esclerótico ni superado. Podemos hablar de las formas de organización, de cómo expresar las quejas y las reclamaciones, podemos y debemos hablar de cómo implicar a los desempleados, podemos y debemos hablar y debatir muchas cosas, pero la organización de los trabajadores, cualesquiera que sean sus empleos y los colores de los cuellos de sus camisas, blancos o azules, sigue siendo precisa.
Por eso mi Gobierno considera que es necesario contar con las organizaciones sindicales y empresariales. Sabéis que estamos empeñados en el cierre de la concertación en Asturias, y sabéis también que hay un cierto menosprecio exquisito al diálogo social, que se ve como un ornamento superfluo, una especie de gesto para la galería sin repercusión práctica.
Lógicamente, discrepo. Es más, aprovecho esta ocasión para llamar de nuevo al Gobierno central a recuperar el diálogo con los sindicatos y los empresarios. Si la concertación siempre es conveniente, en esta situación histórica es una necesidad. España necesita hoy de grandes acuerdos sociales, políticos e institucionales, y le corresponde al presidente del Gobierno demostrar que tiene la generosidad y la altura de miras necesarias para buscarlos, porque los desafíos a los que se enfrenta hoy nuestra nación hacen preciso el mayor respaldo social, político e institucional posible. Entender esto no es una muestra de debilidad, sino de fortaleza y liderazgo. En Asturias, el Gobierno está preparado para demostrar esa fortaleza y este liderazgo con el diálogo como herramienta principal.
Porque en Asturias, reitero, mi gobierno quiere contar con los sindicatos y con la patronal. Quiere reunirlos en el mismo acuerdo y escuchar sus propuestas, convencido de que la negociación y el acuerdo son consustanciales a la buena acción política, porque entiende que las organizaciones sindicales y empresariales merecen un papel protagonista, y porque está seguro, plenamente seguro, de que esa colaboración es un camino indispensable para combatir el desempleo y fortalecer la musculatura industrial y empresarial de Asturias. Hoy supimos que iniciamos 2013 con 103.787 desempleados registrados. Con esta realidad abrasadora ante nuestros ojos, no puede haber duda de cuál es la prioridad para el Gobierno asturiano. Y en esa emergencia regional queremos contar, y sabemos que contaremos, con los sindicatos y con la patronal.
Como quiere contar, también, con la voz particular de esta federación del metal y de la construcción, una organización que está demostrando una capacidad para la negociación y el entendimiento digna de reconocimiento público. Ahí está, reciente, el acuerdo con Arcelor Mittal. Para quienes hablan de comportamientos irresponsables, de un sindicalismo superado, éste es un ejemplo de madurez, capacidad y esfuerzo.
No se puede relatar la historia reciente de Asturias sin subrayar las aportaciones del movimiento sindical, y no se puede hacer esa narración sin mentar el hierro y el acero, esa forja sindical en la que hace un siglo trabajó Manuel Vigil Montoto. La construcción y la siderurgia, junto con todo el sector metalmecánico, siguen siendo hoy labores de futuro para Asturias. Soy consciente de las dificultades a las que se enfrentan, pero también sé que hemos de aplicarnos en su defensa inteligente si queremos hablar de una Asturias económica y socialmente sólida, la Asturias del siglo XXI a la que aspiramos, y para la cual es indispensable un corazón industrial fuerte, tan potente en su latido como el de esta federación sindical.
Contad con mi gobierno como mi gobierno quiere contar con vosotros.