Por Héctor Menéndez.-En la noche de ayer en el Teatro de la Laboral en Gijón, Adrián Conde presentaba su espectáculo “Piccolo Camerino”. En el teatro se dio cita un público eminentemente familiar dispuesto a disfrutar de la actuación del clown. Adrián Conde tiene tras de sí una carrera exitosa en la que destacan el premio como mejor espectáculo en el Festival Internacional de Clown de Balsequillo, en Gran Canarias, y la obtención del subcampeonato del mundo de magia de calle en Sankt Wendel, Alemania.
Compinchado con los técnicos del teatro, el artista comienza el show haciendo creer a los niños que llega tarde a la representación y que tiene que cambiarse e irse inmediatamente. Pero en el escenario hay un pequeño camerino….y así empieza la función. Primeramente realiza unos trucos con globos y un pequeño número de ilusionismo, todo ello en solitario. No obstante, en la obra los espectadores que acuden formarán parte activa de ella ya que tienen la posibilidad de ser elegidos y actuar en el escenario. Para el cambio de ropa que da comienzo a su espectáculo cuenta con la ayuda de uno de los padres asistentes con el que intercala diferentes diálogos humorísticos. A continuación, es uno de los pequeños que han venido a verlo quien ejerce de improvisado “partenaire”. Mucho mérito el del artista convirtiendo al niño más que en ayudante en actor del sketch que lleva a cabo, exigiendo una gran capacidad de improvisación el tener a un espectador de tan corta edad durante tanto tiempo en el número. También para su número finalidad contó con otra jovencísima espectadora que lo ayudaría sujetando los cubiletes.
Adrián Conde supo interactuar constantemente con el público asistente, haciéndolo sentir parte del número y manteniéndolo activo durante toda la función. Utiliza los recursos de la música, el sonido y la iluminación en su favor. De esta manera, realiza una especie de gags improvisados de humor en los que integra los elementos anteriormente citados. Loables sus ganas de llegar al público, su capacidad de improvisación y, especialmente, el gesto de ponerse en la puerta de salida del teatro a despedir uno a uno a todos los que fuimos a disfrutar con él.