“Las células tumorales sintetizan la sustancia P y la liberan al exterior, pero esta molécula también llega a partir de las terminaciones de los nervios, porque se encuentra distribuida por todo el sistema nervioso”, explica Rafael Coveñas, investigador del Incyl, en declaraciones a DiCYT. De hecho, la sustancia P es un neurotransmisor con funciones importantes como transmitir el dolor.
Sin embargo, en el cáncer la acción de la sustancia P favorece la proliferación de las células tumorales. Proceda de estas mismas células o de las terminaciones nerviosas, la sustancia P se une a los receptores NK1, que se encuentra en la membrana plasmática de las células, y esto se traduce en un “aumento de la actividad mitogénica”, es decir, que favorece la mitosis, el comienzo de la división celular y, por lo tanto, la multiplicación de las células tumorales.
Algunos datos llamaron la atención de los científicos antes de comenzar la investigación. “Hay una sobreexpresión de ese receptor NK1 en las células tumorales cuando las comparas con el mismo tipo celular pero no tumoral y, además, cuanto más maligno es un tumor, mayor expresión del receptor NK1 encontramos”, asegura el experto.
Por eso, la idea inicial de los investigadores de la Universidad de Salamanca era utilizar sustancias antagonistas que se unen a los receptores, en este caso a NK1, y bloquean la acción de la sustancia P. El objetivo de estos experimentos era “ver qué ocurre”, señala Rafael Coveñas, pero los resultados superaron sus expectativas.
“Sin esperarlo, hemos visto que los antagonistas ejercen una acción antitumoral. Es decir, no solamente bloquean la acción mitogénica de la sustancia P, sino que además nos encontramos con que empiezan a aparecer células muertas en los experimentos”, indica. A una determinada concentración de las sustancias antagonistas, se estaría induciendo un proceso de apoptosis, la muerte celular programada que desaparece en las células involucradas en cáncer.
Contra la metástasis y la angiogénesis
Además, la sustancia P no sólo se une al receptor NK1 y aumenta la proliferación de las células tumorales, sino que también facilita su migración, es decir, que favorece la metástasis, según los estudios de otros grupos de investigación, y la angiogénesis, la formación de nuevos vasos sanguíneos que nutren al tumor. Pues bien, en los experimentos del Incyl, los antagonistas de la sustancia P también ejercen una acción antiangiogénica y antimigratoria, lo que unido a la apoptosis, les convierten en una prometedora herramienta para luchar contra el cáncer.
Hasta ahora, los ensayos se han llevado a cabo con ratones y los resultados han sido muy positivos. Habitualmente, el salto desde la investigación con roedores a los ensayos clínicos es muy grande y requiere muchos años de trabajo. Sin embargo, este estudio presenta una ventaja: una de las sustancias antagonistas que se ha probado es el Aprepitant, compuesto químico que ya se emplea con personas para el tratamiento de náuseas y vómitos. Eso significa que ya ha demostrado su seguridad y, si sigue adelante esta línea de investigación para su posible aplicación contra el cáncer, se reducirían los plazos para su aprobación. Por si fuera poco, el uso de Aprepitant podría tener, en teoría, otros efectos positivos, porque al bloquear los receptores NK1 y evitar así la acción de la sustancia P, se inhibe la transmisión de dolor.
En los últimos tiempos, los científicos del Incyl han desarrollado esta línea de investigación en diversos tipos de tumores y en todos los casos las conclusiones son similares, reflejadas en publicaciones de diversas revistas científicas. La más reciente se ha centrado en el cáncer de pulmón y ha aparecido en la revista Peptides. Aun así, como en toda investigación biomédica básica, advierten de que aún está lejos la obtención de un fármaco antitumoral efectivo.