El Instituto Cardiológico de Madrid ha sido el primero de los 33 hospitales de la Comunidad que el Gobierno regional planea cerrar en aras del Plan de Sostenibilidad de la sanidad pública
Hace dos semanas el centro hospitalario fue desmantelado en tres días, sin previo aviso y sin orden de cierre
PorWeb de la Comunidad de Madrid al referirse al Instituto Cardiológico de Madrid, ubicado en la plaza de Ramón y Cajal, junto a la Facultad de Medicina de la UCM. Este hospital lleva siendo referencia desde los años 50 y está inscrito en el Registro Público de Centros Hospitalarios de la Comunidad de Madrid desde entonces, lo cual desmiente que las plantas de este hospital pertenezcan a la UCM. Pese a que estos datos se encuentran en Internet, el Gobierno regional sigue manteniendo que el Instituto no es un hospital, si no un centro no- hospitalario que está siendo “trasladado” al Hospital Clínico.
Hace unos meses, el término “Hospital” fue remplazado por “Instituto” en la páginaEl presidente del comité de empresa del Instituto, José Antonio Rivero, afirma que estos datos son falsos.
Según Rivero, durante el pasado año el Hospital adquirió maquinaria costosa que no cabe en el Hospital Clínico. De los 172 trabajadores, más de 50 no son contratados fijos, lo que significa que quedarán en la calle al finalizar este mes. Los pacientes del Instituto Cardiológico, muchos en plena fase de rehabilitación, están siendo enviados a su médico de cabecera para ser reasignados en otras listas de espera. “La semana pasada un paciente llamó a nuestro rehabilitador para contarle que le habían dado cita para el 2014. No será el único en tener que esperar ése tiempo. Esto no significa necesariamente que el paciente padecerá otro infarto, pero hasta dentro de un año desde luego no tendrá calidad de vida”, dice Rivero.
Los pacientes del Instituto Cardiológico están siendo citados en otros centros para el año 2014
El Instituto Cardiológico de Madrid ha sido un apoyo fundamental para enfermos cardíacos de otros hospitales e igualmente lleva años prestando sus instalaciones para operaciones de Dermatología. También ha perfeccionado un Plan de rehabilitación cardíaca de tres meses de duración para pacientes que han padecido un infarto o una angina. Además de ofrecer una mejora física constatable en el 100% de los casos, esta rehabilitación ofrece apoyo psicológico para que sus pacientes vuelvan a vivir normalmente tras un episodio traumático.
“Lasquetty no menciona que, de nuestros 140 pacientes, ya son 70 los pacientes de rehabilitación cardíaca a quienes se les ha dicho que no vuelvan. A los 70 restantes, se les dirá que no vuelvan a partir del día 14”, lamenta Rivero. Según él, el Instituto Cardiológico no ha sido deficitario. Javier Fernández- Lasquetty mencionó una reducción del 20% en las cifras de consultas y hospitalización del Instituto en los últimos 4 años. Tras hablar con el Gerente y revisar todos los datos registrados del hospital, Rivero constató una baja en las cifras en los últimos 4 años (aunque, según fuentes del hospital, hubiera habido una modificación en el cálculo de lo que se tenía por primer ingreso).
Pero la mayor parte de los trabajadores del Instituto subrayan que estas cifras solo son un sesgo de la realidad; mientras bajaban las cifras de hospitalización provista por el Hospital Clínico, el Instituto Cardiológico duplicó las cifras en Rehabilitación y creó una Unidad de insuficiencia cardíaca, inexistente hasta entonces. Es muy difícil que este Plan de rehabilitación, coordinado por trabajadores del Instituto, sea asimilado por otros hospitales de ahora en adelante.
La noticia del cierre del Hospital fue comunicada por el Gerente del Instituto Cardiológico a finales de octubre a través de una carta en el tablón de anuncios, de la que los trabajadores se fueron informando entre ellos por mails y llamadas telefónicas. “Nadie nos ha dado nada por escrito, y seguimos sin ver una orden de cierre. La única información que nos llega es de oídas. No sabemos qué va a ser del edificio a partir del 1 de enero. Nadie se ha comunicado personalmente con nosotros. Tanto los trabajadores como los pacientes se sienten traicionados, dejados de lado”, dice Carmen González, auxiliar de enfermería de 59 años. Carmen lleva 7 años trabajando en el Hospital Cardiológico después de muchos años ejerciendo en la sanidad privada.
El Gerente ha sugerido que los trabajadores se tomen los días de vacaciones que les corresponden. Según Carmen, parece que están pidiendo a los trabajadores que se queden callados en casa. “Ya que supuestamente no hay dinero, ¿para qué empeñarse en pagarnos unas vacaciones? Hasta que no se confirme por escrito este cierre, legalmente yo sigo trabajando en este hospital”.
El mensaje que la Sanidad pública lucha por transmitir en estas semanas de huelga y de intentos de negociación con el Gobierno regional es que la Sanidad pública no es más cara que la privada y que la privatización, además de generar diferencias entre rangos de pacientes, desembocará en un probable deterioro de la asistencia sanitaria general. Hasta ahora el sistema público sanitario ha trabajado a tres niveles, proporcionando asistencia sanitaria, docencia y formación de profesionales, e investigación. Con el paso a un sistema privado, estas dos últimas máximas seguirán siendo cubiertas en la mayoría de los centros por dinero público, aunque en porcentajes significantemente más bajos.
Ante los intentos de negociación del Colegio de Médicos con la Comunidad de Madrid, Rivero afirma que por supuesto podría darse una mejora en el sistema sanitario público. Pero mejorarlo no implica llamarlo “ineficaz” por conveniencia o aniquilar el propio sistema, y más tomando en cuenta que el Gobierno regional tomó la decisión de aplicar el Plan de Sostenibilidad sin el acuerdo de los profesionales del medio sanitario madrileño. Para esta mejora, Rivero opina que el primer paso a dar sería el de la concienciación a través de la formación del personal. “Hay que concienciar a todos los trabajadores de los centros sanitarios, sean parte del personal sanitario o no, de que están dando un servicio público esencial.
Desgraciadamente, sin una formación que deje clara la importancia de sus funciones, muchos trabajadores no saben hasta qué punto su labor es fundamental, sea cual sea su estamento. No todos los centros públicos han contado con estas formaciones con la asiduidad con la que tuvieron que haberse dado, por falta de coordinación.
Lo que está claro es que estas formaciones no son rentables en un sistema privado, que solo vela por ingresos”, advierte Rivero, que añade que nunca ha tenido la oportunidad de sentarse a hablar formalmente con nadie de todas las ideas que se van planteando sobre cómo mejorar la sanidad pública desde dentro.
“Yo soy representante de los derechos de los trabajadores, que defiendo, al igual que defiendo sus obligaciones. Evidentemente siempre puede hacerse mejor uso de los recursos materiales y humanos, planificándolo mejor. Todo pasa por la gestión. Este sistema es piramidal: necesitamos instrumentos que nos lleguen desde arriba para poder hacerlos efectivos hacia abajo, con un sistema comunicacional sólido de por medio. Además de la mala gestión, esta comunicación es la que lleva tiempo fallando.”
No luchamos por nuestros puestos de trabajo. Luchamos por una sanidad pública, por un derecho democrático
Al igual que la mayor parte de sus compañeros, Carmen González lleva cerca de un mes reunida en asambleas y apoyando los encierros. “Estamos volviendo a ser un país corrupto en el que los de arriba sacan rentabilidad de nuestra educación, nuestros derechos, y hasta de nuestra propia salud. Esto va en contra de los paradigmas democráticos. Se están tomando decisiones extremadamente importantes sin que el Colegio de Médicos las apoye y sin que los profesionales del medio asesoren a Lasquetty o González.”
Según Carmen, los madrileños deben tener muy claro que la Sanidad pública no está luchando por sus puestos de trabajo, si no por un sistema sanitario público que ofrezca asistencia a cualquier español, independientemente de su poder adquisitivo o de su situación personal. Recuerda alarmada que en el sistema privado sale mucho más barato amputarle una pierna a un paciente diabético que suministrarle su dosis diaria de insulina. Lo mismo sucede con el enfermo de diálisis. “Nuestros padres ya lucharon porque el sistema público fuera posible. Yo no puedo quedarme de brazos cruzados. Acabo de tener un nieto y este no es el país que quiero que él conozca”.