Conocemos en profundidad al escolta argentino del Oviedo Baloncesto, Agustín Prieto
Podría haber sido cualquier otra ciudad española, pero el destino quiso que fuese Oviedo. Hace siete años la capital asturiana acogió a Agustín Prieto, argentino de nacimiento y oventense de corazón, un escolta procedente del Atenas de Córdoba que venía a probar por dos meses en el Oviedo Baloncesto y así sustituir al lesionado Javi Llorente.
Dos meses que se han convertido en muchos más después de que “Gus”, como así lo llaman sus compañeros de equipo, diese el paso de recorrer más de diez mil kilómetros para seguir dedicándose a lo que le apasionaba: el baloncesto.
De pequeño le tiraba el fútbol. Por eso no empezó a jugar al baloncesto hasta que sus vecinos también lo hicieron. El Alianza en Jesús María,su localidad natal, fue el primer club donde le enseñarían a dar sus primeros botes. En junior decidió dar el salto y jugar en el equipo cordobés de Atenas, club al que pertenecería hasta que con veintiún años se vino a España. Durante dos temporadas, las de junior, Agustín viajaba casi a diario en autobús desde Jesús María hasta Córdoba, “el camino me lo sabía a la perfección aunque casi siempre lo hacía durmiendo. Había veces que llegaba a mi casa a las dos de la mañana”.
Cuando acabó el bachillerato, por fin se instaló en Córdoba. Seguía jugando en el Atenas y tras un paso como cedido por el Estudiantes de Río IV, decidió que era el momento de darle un giro a su vida: “pensé incluso en dejar el baloncesto y empezar a estudiar medicina. No tenía minutos en el primer equipo del Atenas de Córdoba y yo necesitaba jugar”. Lo que Gus no sabía en ese momento es que su vida daría el giro que dio.
Con ganas de cruzar el charco e instalarse en España empezó a buscar por aquí. Y es que al escolta del Unión Financiera Asturiana Oviedo Baloncesto le une una gran vinculación con nuestro país. “Mi abuelo era de León. Con dieciocho años se fue a Argentina a buscarse la vida. Allí conoció a mi abuela y ya se instaló en Jesús María. Mi abuelo nunca perdió la nacionalidad española, ni mi padre, ni yo…”. Y gracias a su abuelo, Agustín recaló en Oviedo.
El mismo Gus es el sorprendido cuando se pone a echar cuentas de cuántos años lleva en España: “no sabía que fuese a estar tanto tiempo ni que fuese a estar tan bien. Ya tengo aquí muchos amigos y gente que considero mi familia”. Aunque está más que adaptado, echa de menos muchas cosas de su país, sobre todo compartir ratos con su familia y amigos. “Los domingos eran días muy especiales para mí porque toda la familia comíamos asado”.
También echa mucho de menos a su sobrino y ahijado Benjamín, quien tuvo que ser bautizado un poco más tarde de lo previsto para que su padrino pudiese estar en la ceremonia.
Curiosamente Gus vive en un continuo invierno. Cuando acaba la temporada se marcha a su país cargado de chaquetones, guantes y bufandas, las mismas que trae para acá cuando empieza la pretemporada en Oviedo.
Las Navidades es otro de los momentos en los que añora su tierra: “En Argentina, en Navidad, hace mucho calor e incluso lo celebramos bañándonos en la piscina. El día 24 de diciembre allí salimos de fiesta y aquí es un día para estar más con la familia”.
Pero también hay cosas de Asturias y Oviedo que le encantan. Le sorprende la seguridad que hay en las calles y la calidad de vida que tenemos: “me sorprendía mucho cuando llegué que la gente dejaba los coches en la calle y no les pasaba nada”. Si tuviese que cambiar algo, sería la cabezonería de la mayoría de españoles: “no sé muy bien cómo explicarlo pero aquí cuando vas a pedir un papel tiene que ser de una forma y es así porque sí. Esa cabezonería es a la que me refiero”.
Como buen ovetense, de adopción, le encanta la fabada, plato inexistente en su país, el queso cabrales, la sidra y el buen jamón. Reconoce que tiene el corazón dividido en dos y que no sabe, ni se plantea, dónde estará su futuro.
Actualmente compagina el baloncesto de élite con segundo de magisterio y espera poder dedicarse,
cuando su cuerpo le diga que no puede jugar más, a otra de las cosas que le apasiona: "enseñar a los más pequeños".
FOTO: Daniel Turrado