El niño de los récords

El niño de los récords

No hace tanto que batió su primer récord de juventud al debutar en Fórmula 1 con 19 años en el GP de EEUU. Parece que fue ayer cuando sustituyó a Robert Kubica en aquel BMW. En realidad solo han pasado cinco años y su rostro sigue siendo casi el de un adolescente, el reflejó de sus continuas marcas de precocidad, el más joven en ganar una carrera, en ser campeón, bicampeón... y sí tricampeón, el único de la los nueve del olimpo (tres o más títulos) que los ha conseguido consecutivamente.

 

Pero Sebastian Vettel (Hoppenheim, Alemania, 03-07-87) lo lleva con la naturalidad de un chico de su edad, de cualquier universitario, disfruta pidiendo una pizza con sus amigos. “No lo creerás, pero entre las cosas que más aprecio es volver a casa, ver a mi familia, mis amigos... y dormir en mi cama!”. Desde que ganó el alemán infantil de kárting con 11 años, desde que Michael Schumacher le hizo entrega del trofeo en 1994, supo que quería ser como su ídolo y pasiano. "Nunca he dudado de que lo que quiere es batir los récords de Schumacher", dice David Coulthard, ex Red Bull. "Su atención por los detalles y su alta capacidad de concentración y memoria me recuerdan a Senna", afirma Giorgio Ascanelli, exdirector técnico de Toro Rosso, que trabajó con el brasileño como ingeniero de pista en McLaren. "He alcanzado la perfección dos veces en mi vida, una con Senna y otra con Vettel", insiste.

 

Sí, Vettel ha alcanzado la perfección. “Lo que ha hecho en esta carrera le encumbra. Remontó tras el accidente desde el último lugar, lo hizo sin radio en la parte final, y con un motor que no podía girar al máximo porque se habían dañado los escapes. Después nos equivocamos con la estrategia, pero él se repuso a todo”, desevela Christian Horner, su jefe de equipo. En Red Bull le adoran desde el jefe, hasta el último de los mecánicos. Dicen que tiene el magnetismo de Senna. "Todos sabemos que es especial, cuando habla, la gente le escucha", afirma Joe Robinson, uno de sus mecánicos.

 

Pero no es Senna su principal ídolo. “No sé, puede resultar extraño. Ya sé de la grandeza de Senna, de Prost, de Schumacher... pero hay un piloto en la historia que siempre me ha llamado la atención, Jochen Rindt. Es la prueba de que uno puede calar en la gente más allá de los títulos. Él fue campeón de forma póstuma... es una historia que me conmueve”, dice con un brillo en sus ojos, este chico sencillo al que apenas se ve en público con su novia Hanna. Disfruta tanto de su profesión que casi nunca ha dejado de bromear: “En mi maleta nunca faltan unos calcetines blancos. ¡soy alemán!”.

 

Respira tranquilo tras una atormentada carrera. “Imagínate en la cuarta curva, al revés, y con todos los coches viniendo hacia ti. Los daños en el coche estaban allí, se podía ver en las rectas. Luego perdimos la radio y la pifiamos con los neumáticos porque no pude decirles que entraba y no tenían las gomas preparadas”, recuerda aliviado. Y no, no le hablen de fortuna. “Tienes que estar en el momento indicado en el sitio indicado. Pero tienes que crear tu propia suerte”. Y ahí sí recuerda a Magic.

 

“Estamos en Sao Paulo, donde nació Senna y donde está enterrado, y venir aquí ganar por el mundial por tercera vez no es algo fácil de comunicar”. Es su digno sucesor, aunque lejos del endiosamiento que envolvía al brasileño. “Nunca me he sentido más importante ni menos que cualquier miembro del equipo”. Y no crean que el tricampeonato le detendrá: “Alguien me dijo una vez que lo más difícil es ganar después de haberlo hecho. Eso es lo que me repito y le repito a todos los chicos de Milton Keynes”.

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