Alonso lloró de impotencia ante la superioridad de Red Bull y la soberebia actuación de Vettel
Fernando Alonso, casco puesto y mirada perdida, aguardaba antes de la sala de pesaje para felicitar al tricampeón, mientras Sebastian Vettel se subía a lomos de su Red Bull simulando un rodeo. Es la imagen de la última carrera, pero también de toda una temporada, la impotencia del asturiano frente a la superioridad técnica de los coches azules.
Eso sí, el alemán demostró ayer que se merece el título. Remontó desde la última posición, rebajando el régimen de giro de su motor tras dañar los escapes en el accidente, sin radio, contra las decisiones de su equipo que le volvieron a dejar décimo... Sí, las Eses de Senna le dejaron con vida, pero el más joven alemán, entró en el olimpo de los tricampeones al estilo del malogrado brasileño, con una demostración de pilotaje en dos remontadas primorosas.
Lloró Alonso tras la carrera en el podio más triste de la carrera, el decimotercero –ese número maldito-- de la que “todo el mundo coincide es la mejor de mi carrera”, Lloró su amigo, su compañero Massa --el mejor escudero que pudo soñar ayer-- por la frustración del trabajo baldío, por el recuerdo de aquella victoria aquí en 2008 que tampoco impidió el título de Hamilton.
La tristeza invadió a ambos, en un lugar, el cajón, reservado casi siempre al orgullo, a la satisfacción, mientras Button celebraba con respeto y sin mucha emoción su triunfo. Pero ni una palabra de reproche a Ferrari, a nadie, solo se dejó ver su frustración cuando Alonso identificó los puntos claves de la temporada: “No hemos perdido el título aquí, esos tres puntos que nos han faltado hay que buscarlos cuando Grosjean me pasó por encima en Spa, o cuando Vettel, solo recibió una reprimenda tras obstaculizarme en la crono de Japón”.
Tres puntos no son nada, y menos tras una carrera, en la que por momentos acarició el título. “Fue una lucha hasta el final como sabíamos que iba a ser, una carrera con un lío estratégico con los neumáticos... Llegamos al podio como hemos hecho tantas veces durante toda la temporada, a pesar de que nunca tuvimos el coche más rápido. Fue un milagro llegar hasta aquí con opciones y el milagro fue posible hasta la última vuelta”, explicó ya más calmado el piloto de Ferrari, satisfecho de su equipo, de sí mismo.
“Hay que estar orgullosos de ser subcampeones cuando luchas con todo el corazón y toda la fuera y después de un año en el que ni el equipo ni yo hemos cometido errores”. Y lanzó un grito de guerra para despedirse: “Que nadie dude que volveremos a intentarlo el año que viene, no con más fuerza, porque es imposible, pero sí con la misma”.