Según ha explicado, al conjunto de las bacterias que tenemos en nuestro cuerpo se las conocía tradicionalmente como microflora, porque las células bacterianas se parecían a las vegetales y se pensaba que eran parte del reino vegetal. Sin embargo, se ha comprobado que esto no es así y ahora se utiliza el término microbiota para designar a las comunidades de microorganismos que viven en un nicho ecológico concreto, en este caso, “el microbiota humano son los microbios asociados a nuestro cuerpo”.
“En los años 50 y 60 se comprobó que la microbiota que vive en asociación con algún animal o vegetal facilita funciones biológicas de ese ser vivo y ponen sus genes al servicio del organismo hospedador. Así, nosotros tenemos un genoma, que es el conjunto de genes que tienen nuestras células humanas y un microbioma, que es el conjunto de genes que nos aportan los microrganismos que viven con nosotros y contribuyen a nuestra vida”, aclara el investigador.
De hecho, “los animales en condiciones de asepsia total, sin microrganismos, tienen que comer más para crecer menos y esto ha hecho pensar que la microbiota del intestino ayuda a extraer los nutrientes de los alimentos que ingerimos, lo sabemos por experimentación animal”, comenta Guarner. Además, contribuye al desarrollo del sistema inmune, que es el conjunto de mecanismos que tienen los seres vivos para reconocer al medio externo y defenderse de agresiones. Precisamente, “en los últimos años están apareciendo errores del sistema inmune, que reacciona contra elementos que en realidad no nos atacan, como el gluten. Estas reacciones autoinmunes no existían hace 100 años, así que pensamos que está habiendo una disparidad entre la microbiota humana y el sistema inmune y que probablemente hay una colonización distinta de microrganismos”, añade.
En un primer momento, los científicos pensaron que estos problemas se debían a un exceso de higiene, que “descoloniza” nuestro de cuerpo de ciertos microrganismos, pero ahora no se piensa que sea ese el problema exacto, sino que “la higiene hace que estemos colonizados con microbios que son resistentes a las condiciones que hemos puesto. Es decir, no hemos pasado de un mundo sucio a uno más limpio sino, que hemos eliminado patógenos y no patógenos, de manera que nos faltan los colonizadores habituales y aún no nos hemos adaptado”.
En este sentido, el Proyecto Microbioma Humano puede generar información “que nos ayude a entender la composición de las bacterias que están asociadas a nuestra vida y sus funciones, de manera que podamos evitar los trastornos del sistema inmune”. Asimismo, existe la sospecha de que las bacterias pueden estar relacionadas con la obesidad, porque anteriormente han podido ayudar a aprovechar los alimentos en épocas en los que no se tenía acceso a una alimentación rica en energía. “Quizá la epidemia de obesidad actual también se podría reconducir modificando el sistema de colonización”, comenta el especialista.
En el Proyecto Microbioma Humano participan la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, China, Australia, Japón, Corea y, en la actualidad, está en fase de asociarse Rusia. Todos comparten datos, porque este trabajo necesita microbiólogos y genetistas, pero también matemáticos e informáticos que ayuden a interpretar los datos, así como inmunólogos, para estudiar las relaciones entre el hospedador y el huésped e investigadores clínicos para identificar las enfermedades relacionadas con la microbiota.
Desde España colaboran el Hospital Vall d’Hebron, el Barcelona Supercomputing Center y la sede madrileña de la empresa UCB Pharma, que investiga cómo la microbiota influye en la respuesta a medicamentos, porque algunos son efectivos en unas personas y no en otras y los microrganismos pueden estar relacionados con ello. “El organismo humano tiene un órgano destinado a acumular bacterias, que es el colon, y quiere que estas bacterias estén ahí, porque ejercen funciones que nos favorecen”, resume Guarner.
Alimentos probióticos y prebióticos
Al aumentar el conocimiento acerca de las funciones de las bacterias de nuestro cuerpo, en los años 90 surgió la idea de que “no sólo tenemos que alimentar nuestro cuerpo, sino también a las bacterias que viven con nosotros”. Por eso aparecieron los alimentos probióticos, que contienen bacterias que ayudan a reforzar el sistema inmunológico, y alimentos prebióticos, estos estimulan el crecimiento en el colon de estas bacterias beneficiosas.
Francisco Guarner es también presidente de la Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos (SEPyP) y, en relación con este asunto, explica que “algunas empresas han trabajado muy bien, han utilizado bacterias tradicionales en alimentación y han analizado su perfil de actividad a través de estudios bien estructurados”. Sin embargo, “también ha habido empresas que han puesto en el mercado productos sin ninguna comprobación”. Por eso, los expertos españoles elaboraron un documento de consenso sobre los alimentos probióticos en el que afirman que “un producto tiene que explicar qué probiótico contiene, en qué cantidades está y qué estudios ha pasado para demostrar un efecto concreto, aunque sea modesto”, comenta. Para enero de 2013 esperan contar con un documento de consenso similar sobre los prebióticos.
Finalmente, acerca del IV Congreso de Microbiología Industrial y Biotecnología Microbiana, que se ha celebrado desde el pasado miércoles hasta hoy en Salamanca, Guarner considera que España “tiene muchos grupos de investigación trabajando en este campo” y cree que los recortes en investigación pública les pueden afectar, pero se muestra optimista. “No sabemos qué pasará en el futuro, pero hay grupos españoles en redes europeas y otros que colaboran con empresas que quieren desarrollar productos nuevos. Estas dos fuentes no se han recortado y probablemente esto puede hacer que mantengamos una posición de liderazgo en Europa y en el mundo”.