Alarmados por lo sucedido con la osa Güela en el Centro de Cabárceno en Cantabria, el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes se ha dirigido al Gobierno Regional de Asturias a través de la Consejería de Agroganadería para preguntar si dada la actual situación de envejecimiento de las osas Paca y Tola, existe una planificación específica para sacrificarlas.
Igualmente, el FAPAS ha solicitado información sobre el alcance del acuerdo que el Principado de Asturias mantiene con el centro cántabro de Cabárceno o en su defecto con el que es su responsable veterinario Sr. Borragán, teniendo en cuenta que es precisamente el Sr. Borragán quien en estos momentos parece ser el responsable técnico y científico del cuidado veterinario de las osas que viven en el cercado de Santo Adriano en el Valle del Trubia.
Es sobre este técnico veterinario del centro de Cabárceno y también sobre el propio centro, sobre quienes planea actualmente una oscura sombra de duda sobre el correcto proceder en la custodia, mantenimiento, tratamiento veterinario y sospechosa muerte de la osa conocida como Güela, capturada en los montes de Cantabria y trasladada al centro de Cabárceno y mantenida en penosa cautividad, muerta precisamente cuando se solicitaba una mejora de las condiciones de vida del ejemplar.
No es posible ocultar, que hace unas semanas, la osa Tola, fue sedada por el Sr. Borragán para hacerle una revisión veterinaria, corriendo un grave riesgo para su vida al no despertarse de la anestesia hasta horas después. O que en realidad, las osas Paca y Tola hace años que no han poseído una atención veterinaria específica, tanto para la adecuada revisión de su estado físico ni nutricional.
Se sabe que la osa Tola puede padecer una hernia y se habla de la posibilidad de trasladarla a León para hacer un chequeo profundo, aunque el resultado no iría más allá de certificar la existencia o no de esa hernia, pero sin embargo un traslado y manejo con sedación de esa naturaleza a la osa Tola en la situación en la que se encuentra, conllevaría a un riesgo extremo para su vida, lo que podría en realidad estar ocultando esta operación de traslado, una justificación de sacrificio del ejemplar, argumentando, como ya es una estrategia habitual en el mundo de la conservación del oso pardo con los ejemplares que se mueren, la aparición de enfermedades o complicaciones sanitarias imprevisibles, exonerando de cualquier responsabilidad a los responsables de estas operaciones y ofreciendo a la opinión pública unos argumentos tergiversados de la realidad.