Un estudio de investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) revela que factores psicológicos como el estrés, las emociones negativas, y los rasgos de personalidad que predisponen al estrés y a esas emociones negativas desempeñan un papel importante en el desarrollo de la hipertensión. La psicología permite entender el papel de esos factores psicológicos y ofrece intervenciones terapéuticas para modificarlos que ayudan a vencer la hipertensión
La hipertensión arterial constituye el principal factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares -la principal causa de muerte en nuestro país- y, además, está presente en un porcentaje importante de la población española adulta (aproximadamente en un 35% de los españoles mayores de 18 años).
Aunque existen intervenciones terapéuticas eficaces para combatir la hipertensión (modificación de los hábitos de alimentación, aumento del ejercicio físico, fármacos antihipertensivos, etc..), la mitad de los pacientes con hipertensión no consiguen alcanzar una presión arterial normal. La psicología puede ayudar a explicar algunos de esos fracasos terapéuticos y a desarrollar terapias que los eviten.
Por un lado, algunos casos de hipertensión arterial pueden estar relacionados con el estrés. Numerosos estudios muestran que el estrés y las respuestas emocionales negativas asociadas a él (ira, ansiedad, depresión), cuando son muy intensas, frecuentes o duraderas, aumentan la presión arterial y los hábitos de riesgo asociados (fumar, inactividad física o alimentación inadecuada) y, con el tiempo, pueden originar hipertensión esencial.
Por otro lado, la personalidad influye tanto en las situaciones estresantes que experimentan las personas como en sus reacciones emocionales a las mismas. Sin embargo, los datos que vinculan la personalidad con la hipertensión han sido hasta ahora inconsistentes.
Más propensos al estrés y a las emociones negativas
Un equipo de investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) lleva años investigando sobre el papel del estrés, las emociones negativas y la personalidad en la hipertensión arterial esencial, partiendo de la hipótesis de que los resultados inconsistentes de estudios previos se deben al hecho de que en tales estudios han podido participar, como hipertensas, personas que en realidad no tienen un verdadero problema de hipertensión, sino que muestran una condición conocida como hipertensión de bata blanca o hipertensión clínica aislada. Estas personas presentan una presión arterial elevada cuando se les mide la misma en la consulta médica, pero, en su vida cotidiana, tienen una presión arterial normal.
Cuando tales personas son excluidas de los estudios, los resultados del equipo de investigación de la UCM demuestran consistentemente que los pacientes con verdadera hipertensión tienen, en comparación con las personas normotensas, niveles más altos de estrés y de ciertas características de personalidad como la ansiedad, la competitividad y la depresión, que hacen que tales pacientes sean más propensos al estrés y a dar respuestas emocionales negativas más intensas ante él.
Estos resultados justificarían las intervenciones psicológicas dirigidas al control del estrés en ciertas personas con hipertensión esencial, tanto para un control directo y óptimo de los niveles de presión arterial como para generar cambios en las variables psicológicas que constituyen factores de riesgo para la hipertensión (estrés, ansiedad rasgo, competitividad, depresión rasgo).
En este sentido, los estudios del equipo de la UCM también demuestran cierta eficacia antihipertensiva de tratamientos psicológicos tales como el entrenamiento en control del estrés basado en el aprendizaje de la relajación muscular progresiva y de ciertas habilidades de solución de problemas sociales, o de un novedoso tratamiento de entrenamiento en respiración lenta guiado por un dispositivo de biorretroalimentación o biofeedback denominado RESPeRATE.
. Imagen: jasleen_kaur.