La moda vintage es propia de viñedos. La investigación ha logrado rescatar más de veinte variedades de vid españolas en vías de extinción y ocho ya son comercializadas con éxito y demanda internacional. Los gurús de la enología los alaban. Las bodegas que las explotan venden toda su producción y consolidan puestos de trabajo en plena crisis. Pura innovación científica.
Por María Martín/SINC.-La riojana Maturana Tinta, la madrileña Malvar y la andaluza Tintilla de Rota agonizaban acorraladas por las restricciones de las denominaciones de origen y la propagación de variedades foráneas muy populares, como la Cabernet-Sauvignon y la Chardonnay, explica a SINC Félix Cabello. Este especialista en vinos, que trabaja para recuperar uvas perdidas, dirige el Departamento de Investigación Agroalimentaria del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA).
La transferencia de la investigación a la tecnología ha sido vertiginosa: en menos de cinco años –tiempo récord para la aplicación de los descubrimientos científicos–, viticultores y bodegueros han apostado por las variedades minoritarias recuperadas en sus zonas, que los científicos les han aconsejado por sus características organolépticas y su potencial comercial.
Hoy, en medio de una cruenta crisis, venden toda su producción. Lo vintage –término de origen francés que hacía referencia al vino de las mejores cosechas– también enloquece a los amantes de la enología que buscan lo diferente, lo desconocido. Uvas rescatadas de la desaparición por la mano de la ciencia.
Lo vintage enloquece a los amantes de la enología que buscan lo diferente: uvas rescatadas de la desaparición por la mano de la ciencia
La avanzadilla riojana
Los pioneros fueron riojanos. En 1988 el equipo de Fernando Martínez de Toda, catedrático de Viticultura en la Universidad de La Rioja, se dispuso a recorrer viñedos antiguos y recónditos en busca de cepas de las que solo tenían conocimiento por la bibliografía histórica. Martínez de Toda recuerda que "la plaga de filoxera en el siglo XIX destruyó muchas variedades. Leíamos escritos que describían la garnacha morisca, por ejemplo, de la que no teníamos muestras. Iniciamos el proyecto VITUR para evitar la pérdida de variedades genéticas y ampliar la colección ampelográfica –de vides–, pero además el Consejo Regulador de la Denominación de Origen de La Rioja nos solicitó que identificásemos las uvas con mayor potencial de explotación".
Como resultado, hallaron en los viñedos riojanos más de 40 tipos de vid prácticamente desconocidos y de ellas ocho guardaban interés para la D.O.Ca. Rioja. Este Consejo Regulador incorporó a su portafolio en 2007 las variedades Maturana Tinta, Maturano, Monastel, Maturana Blanca, Tempranillo Blanco y Turruntés para recuperar el patrimonio vinícola riojano y aportar diversidad a su producción.
Martínez de Toda destaca que es "la primera vez en el mundo que una denominación de origen autoriza el cultivo de variedades minoritarias recuperadas, preservadas y estudiadas a través de la investigación".
Por primera vez en el mundo, una denominación de origen autoriza el cultivo de variedades minoritarias recuperadas
A Robert Parker le gustan
Al menos cinco bodegas de la zona ya elaboran vinos con estas uvas. Juan Carlos Sancha, ingeniero agrónomo que trabaja en el equipo de Martínez de Toda, creó en 2008 una de ellas en La Rioja Alta para "dar a probar al consumidor la Maturana Tinta y la Tempranillo Blanco". La marca Ad Libitum (“a placer” en latín) ha conseguido una notable puntuación por el gurú de la enología Robert Parker –92 puntos para el tinto y 90 para el blanco–, lo que automáticamente se traduce en una buena acogida en el mercado.
Sancha considera que "el consumidor valora esta defensa de lo autóctono, de lo novedoso. Mi mejor cliente es Estados Unidos y exporto el 65% de la producción a varios países porque hay un interés en salirse de la Cabernet. Hemos gastado mucha energía científica en adaptar variedades foráneas a nuestros cultivos en detrimento de nuestro patrimonio. Ahora toca invertir esa energía en las vides minoritarias".
En busca de la uva perdida
El Encín imitó la experiencia riojana, bajo la dirección de Félix Cabello, con el proyecto VIN 03-002-C6, financiado por el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA). Consistió en una evaluación vitícola y enológica de 21 variedades de vid minoritarias en las comunidades de Andalucía, Aragón, Asturias, Galicia y Madrid, además de La Rioja, de las que se han comercializado ocho: Albillo Real, Moscatel de Grano Menudo, Malvar, Maturana Blanca, Tintilla de Rota, Malvasía de Sitges, Parraleta y Tempranillo Blanco.
La marca Ad Libitum ha conseguido una notable puntuación por el gurú Robert Parker, lo que se traduce en una buena acogida en el mercado
En la misma línea del efecto originado en La Rioja por estas investigaciones, el Consejo Regulador de los Vinos de Madrid ha incluido el Moscatel de Grano Menudo en sus variedades autorizadas. La D.O. Penedés ha hecho lo propio con la Malvasía de Sitges y la Tintilla de Rota ya es ‘legal’ en Andalucía. Estas decisiones redundan en la reconversión de sus viñedos para dejar sitio a las nuevas vides.
Los beneficios económicos, sociales y científicos de estos proyectos son una baza en favor de la investigación. "No nos dedicamos a estudiar el sexo de los ángeles. Nuestro objetivo es finalista. Solo en Madrid hay cinco bodegas trabajando con estas uvas recuperadas: cada una está vendiendo entre 50.000 y 100.000 botellas al año y han contratado cinco o seis personas en medio de una crisis económica mundial. Nuestro proyecto ha funcionado", resalta el director de Investigación del IMIDRA.
Hermanamientos genéticos
La moda de la uva vintage ha agrandado la colección ampelográfica que se guarda en la finca experimental de El Encín, gestionada por el IMIDRA y situada en Alcalá de Henares. La ‘biblioteca’ nacional de uvas posee actualmente 3.076 accesiones. La colección ha crecido desde 2003 en más de 300 vides silvestres y otras 50 entre minoritarias y uvas de mesa.
Cada año se localizan decenas de uvas aparentemente desconocidas. El procedimiento para hallar las realmente nuevas se inicia, como detalla Cabello, con el examen molecular de la cepa. El ADN de la planta se coteja con los datos de las variedades ya tipificadas y en muchas ocasiones se averigua que se trata de una mutación o de una sinonimia –una vid ya existente en otra zona del mundo pero conocida por otro nombre–.
Cuando se sospecha, a través del análisis genético, que se trata de una variedad desconocida o recuperada del olvido y hasta la fecha no catalogada, el estudio se completa con el examen ampelográfico: el especialista analiza las características morfológicas –hoja, sarmiento, fruto– y se compara con las registradas en las redes internacionales de colecciones de vid.
La Maturana Tinta, localizada en La Rioja, no tiene sinonimia en ninguna parte; una singularidad que ha provocado que viticultores australianos ya estén intentando adaptarla a su clima. En otros casos el hermanamiento genético es evidente.
Cabello cita el ejemplo de la uva blanca Agudelo gallega, que es idéntica a la Chenin Blanc, originaria de Anjou (Francia). La autoría de sus bondades, determinar qué zona fue la primera en gozar de su cultivo, provoca más de un enfrentamiento internacional.
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Meseguera: de la nostalgia a los grandes almacenes
La llegada del regadío al Campo de Cartagena (Murcia) relegó el cultivo de la uva Meseguera a una actividad de agricultores nostálgicos que no se resignaban a dejar de beber su tradicional vino blanco en el bar de toda la vida. "Plantar lechugas era más rentable y esa reconversión casi hizo desaparecer esta variedad", recuerda Bernardo Martín, director de la Estación Experimental Agroalimentaria que posee la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) en La Palma.
La jubilación de uno de esos nostálgicos hace cinco años inició una recuperación de este recurso fitogenético por los investigadores de la UPCT. Pero dieron un paso más y se lanzaron a la aventura de convertirse en viticultores y bodegueros. Así nació el blanco Tomás Ferro, en homenaje a un militar que donó su finca a la actividad docente cartagenera. Su aroma y su singularidad le hicieron merecedor de un sitio en las estanterías de El Corte Inglés de Cartagena desde la primera cosecha
Los buenos resultados de venta obtenidos gracias a este aval comercial animaron a Alejandro Pérez, director de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica de la UPCT, a proponer a Pedro Antonio Albaladejo, alumno y enólogo, la creación de una spin-off dedicada a la venta y distribución del Tomás Ferro. Y también funcionó. Martín y sus colegas se sienten orgullosos de una experiencia que no solo ha salvado a la Meseguera de la extinción, ha abierto vías de financiación y ya ha levantado el interés de distribuidores internacionales.
FOTO: En la imagen posa con la uva Torrontés de Madrid. Imagen: IMIDRA.