Olmos, pinos, alcornoques y robles mediterráneos son motivo de estudio de Luis Gil, académico de la Real Academia de Ingeniería. Biólogo e ingeniero de Montes, trabaja desde 1983 en la genética de las especies forestales, especialidad hoy fundamental para preservar la flora forestal ibérica, pero que entonces apenas contaba con desarrollo en España.
El profesor Gil y su más inmediata colaboradora Inés González Doncel, catedráticos ambos de la UPM, trabajan incansablemente para deshacer muchos tópicos:
- Los montes que arden en España no se queman ni para urbanizar el terreno ni para vender la madera. La urbanización requiere de un proceso mucho más complejo que el simple hecho de quitar la vegetación y no se hace negocio con la madera quemada.
- No hay especies forestales “nobles” porque ello supondría que hubiera especies “plebeyas” y la naturaleza no establece esas diferencias. A nadie se le ocurre hablar de que la remolacha es más noble que la patata, el trigo o la cebada.
- Las plantaciones no son malas (¡ni siquiera las de eucalipto!), ni agotan el suelo, ni secan las fuentes, ni impiden el crecimiento de otras plantas bajo ellas. Los recursos que obtienen del suelo, agua y nutrientes, son mucho menores que los de cualquier cultivo agrícola.
- Todos los pinos que vemos por nuestra geografía, salvo el pino radiata, son autóctonos. Las investigaciones lo han demostrado con contundencia: llevan con nosotros tanto o más tiempo que robles y hayas. Y son siete: piñonero, silvestre, negral, rodeno, carrasco, pino negro o de montaña y el pino canario.
- Los pinos no son “franquistas” y se utilizaron en las repoblaciones, en España y fuera de España, por ser las especies más frugales, las que necesitan menos suelo y las más capaces de prosperar sin protección. Por eso en democracia seguimos utilizándolos. Consumir papel no es perjudicial para el medio ambiente.
- El papel que consumimos procede en su mayoría de importaciones o plantaciones bajo un plan de gestión forestal sostenible. Lo que sí es malo es utilizarlo sin medida y no reciclarlo.
- Consumir productos del monte es la mejor inversión que podemos hacer para conservarlo. Lo que produce y genera ingresos –aunque sea pocos– se cuida más. En especial en momentos de crisis.
FOTO: 'CC BY-3.0-ES 2012/EJ-GV/Irekia-Gobierno Vasco/Mikel Arrazola Arrazola'