El lingüista manchego Tomás Navarro Tomás (1884-1979) siempre será recordado por sus aportaciones en el campo de la lengua española. Sus investigaciones del análisis de los distintos dialectos y entonaciones que se utilizan a lo largo del país cobraron forma en el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica. No obstante, esta no fue la única contribución del filólogo a la cultura española. Entre 1931 y 1933, Navarro Tomás reunió a los grandes pensadores, escritores y otras personalidades ilustres de la época que prestaron su voz para la lectura de fragmentos de sus obras y de las de otros autores, que fueron grabadas y recogidas en lo que hoy se conoce como el Archivo de la Palabra.
Esta recopilación de audios cuenta con las voces de 30 personalidades de la Edad de Plata y sus registros permanecen conservados en la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Entre los participantes destacan escritores de la Generación del 98 como Pío Baroja, Azorín, Miguel de Unamuno, Ramón del Valle-Inclán y Ramón Menéndez Pidal. Según la investigadora del CSIC en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales que custodia las grabaciones originales, Maria José Albalá: “El fin de este proyecto es conservar la música popular y la cultura española”.
Para el registro de las voces se firmó un acuerdo con la Columbia Gramophone Company de San Sebastián, que instaló uno de sus equipos en el Laboratorio de Fonética del Centro de Estudios Históricos del CSIC, que dirigía el propio lingüista. Las primeras grabaciones del proyecto, que correspondieron a romances populares, se realizaron a través de un fonógrafo de Edison que todavía se conserva en las instalaciones del CSIC. Las voces que entonaron estos romances pertenecieron a otras personalidades como los actores Enrique Borrás y Margarita Xirgú. La ciencia también tuvo un hueco en este proyecto, en el que se incluyen grabaciones del médico Santiago Ramón y Cajal y del naturalista Ignacio Bolívar.
“La rigurosa selección de los materiales y la perfección técnica de las grabaciones hacen del Archivo de la Palabra una documentación oral de primer orden para el conocimiento de la cultura hispánica del primer tercio del siglo XX”, asegura Albalá. El trabajo realizado “en el Centro de Estudios Históricos ha logrado conservar, además, muchas canciones tradicionales que de otro modo se hubieran perdido”, añade. Gracias a ello, la vibración de las cuerdas vocales en tono grave y profundo de Pío Baroja ha quedado para siempre recogida en el siguiente poema:
¿No habéis visto, algún domingo al caer de la tarde, en cualquier puertecillo abandonado del Cantábrico, sobre la cubierta de un negro quechemarín, o en la borda de un patache, tres o cuatro hombres de boina que escuchan inmóviles las notas que un grumete arranca de un acordeón?
Yo no sé por qué, pero esas melodías sentimentales, repetidas hasta el infinito, al anochecer, en el mar, ante el horizonte sin límites, producen una tristeza solemne.
Política y Música
Las grabaciones del Archivo de la Palabra se integran dentro del Archivo Sonoro en el que, además del registro cultural, el lingüista también integró alocuciones políticas de la mano de Miguel Primo de Rivera y de Francesc Maciá, y hasta el propio Navarro Tomás participó en la grabación de ejercicios de pronunciación.
Dentro de esta amplia representación del ambiente intelectual español también se incorporó la cultura musical del folklorista asturiano Eduardo Martínez Torner. Su contribución a este proyecto se ejecutó en la recopilación de canciones, melodías y ritmos populares y tradicionales. Este conjunto cuenta con las primeras grabaciones en discos de cantaores de la época como Angelillo y Manuel Torres, entre muchos otros.
En total, el Archivo Sonoro actualmente conserva más de 1.000 discos en las instalaciones del CSIC. La obra de Navarro Tomás forma ya parte de la historia, sin embargo, fue otro suceso histórico el que puso fin a esta iniciativa. “La guerra civil truncó los proyectos que estaban en marcha en la sección de Filología del Centro de Estudios Históricos, entre ellos el Archivo de la Palabra, y ni siquiera el propio centro sobrevivió a la contienda”, concluye la investigadora del CSIC
FOTO: Azorín