Los movimientos en defensa del agua tuvieron un protagonismo renovado en la Cumbre de Río +20
La justicia ambiental es el nuevo marco teórico en el que se debate la realidad social
Florencia, la próxima parada del movimiento alternativo por el agua en Europa, aguarda ya a la vuelta de la esquina
Por , Jairo Marcos/ Periodismohumano.-En el pabellón azul. Allí estaban los movimientos en defensa del agua. Tenían su propio espacio, color y voz. Pero el agua, como eje esencial de la vida, estaba presente en cada una de las tiendas o pabellones de la Cumbre de los Pueblos, celebrada en Río de Janeiro de forma paralela a la Conferencia de Naciones Unidas sobre desarrollo sostenible. Si se hablaba de multinacionales, se hablaba de agua; si se hablaba de pueblos originarios, se hablaba de agua; si se hablaba de economía verde, se hablaba de agua. El agua lo empapó todo, pero no fue protagonista.
A unos 20 kilómetros de la playa do Flamengo, sede de la cumbre alternativa, los líderes políticos de todo el mundo, con alguna excepción notable, se reunieron para abordar el futuro de la Tierra. Un futuro que se ahogó en el pasado, en el retroceso y la parálisis. En temática de agua, donde se habían conseguido avances en el seno de Naciones Unidas como el reconocimiento por la Asamblea General del derecho humano al agua, la mercantilización recuperó terreno. “Reconocemos que el agua es un elemento básico del desarrollo sostenible pues está estrechamente vinculada a diversos desafíos mundiales fundamentales”, recoge la declaración final auspiciada por la ONU. Es decir se perpetúa el desarrollo sostenible (el crecimiento con disfraces) como herramienta para erradicar la pobreza y superar los problemas que los seres humanos causamos al medio ambiente. Y el agua debe estar ahí, no como elemento, sino como recursos del que exprimir más beneficio económico para unos pocos.
“Reconocemos que la economía verde, en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, mejorará nuestra capacidad para gestionar los recursos naturales de manera sostenible con menos consecuencias negativas para el medio ambiente, mejorará el aprovechamiento de los recursos y reducirá los desechos”, se jactan en la resolución final, obviando que la economía verde se anunció hace 20 años, también en Río de Janeiro, y que los resultados a simple vista, coinciden los expertos antes la ausencia de evaluaciones oficiales, son nulos.
La brisa es otra junto a la playa. “Rechazamos (…) sus propuestas de la ‘economía verde’ que tratan de poner un precio a la naturaleza y al agua, su comercialización con el pretexto de la sostenibilidad, el desarrollo, la eficiencia y la reducción de la pobreza”, recoge la declaración final del pabellón azul, que hizo un texto aparte de las conclusiones de la Cumbre de los Pueblos porque no incluía todas sus reivindicaciones.
Las conversaciones fluyen largas e interesantes en este rincón del escenario altermundista, con el olor de mar de fondo. “No podemos decir que hay una derrota de Río +20. Ellos querían un documento que no dijera nada porque, de lo contrario, hubieran tenido que hacer cosas”, considera Renato di Niccola, dirigente del Foro Italiano del Movimiento del Agua, que ofrece un análisis muy de la realidad. “Si te lo dice Fauchon [Loïc Fauchon, presidente del privado Consejo Mundial del Agua], te lo dice la Coca-Cola, te lo dice la Nestlé… no es una derrota, es lo que ellos querían, dar una imagen de cierto tipo de debilidad porque no han producido nada, pero en realidad han garantizado sus intereses”, añade intentando que sus palabras sean más didácticas que informativas.
La dialéctica sí salió bien parada de Río, pues en ambos bandos, o mejor dicho, en ambas orillas, las grandes palabras fueron las ganadoras. Aunque quedaron cargadas de matices bien distintos: la fuerza y el empeño de un mensaje transformador, frente a una retórica pantanosa sin desembocadura. “La Cumbre oficial está metida en una discusión de palabras vacías. Desarrollo sostenible tuvo éxito hace 20 años pero es contradictorio porque decir ‘desarrollo’ es hablar de crecimiento y eso no puede ser sostenible. Ahora hablan de economía verde, pero una economía que crece y que sea verde tampoco es posible”, apunta el catedrático de Economía Joan Martínez-Alier.
Del derecho al agua a los derechos del agua
Si por un lado regresaron las palabras vacías, por el otro se avanzó en lo que se denomina justicia ambiental. En la justicia del agua, se podría decir a modo de titular. “Tenemos derecho al agua pero también hay derechos del agua”, sostiene di Niccola añadiendo un nuevo dato de análisis. “Es fundamental, la cuestión más grande que se ha elaborado en Río: pasar de la cuestión de los bienes comunes al hecho de que el agua tiene un derecho por sí misma, que la Tierra tiene un derecho por sí misma. Esto nos debe forzar, y no sólo conceptualmente, a conectar ecología con justicia, ecología con lucha de clases”.
La conversación llega al pabellón azul, donde espera a Periodismo Humano uno de los mayores expertos en temática de gestión de agua, Pedro Arrojo. El catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza habla del pasado y cómo los temas de agua han estado siempre fuera de las agendas internacionales, incluso cuando se discute sobre cambio climático, que es agua se mire por donde se mire.
“Incluso la mujer de Obama fue comisionada para intentar incluir el tema en Copenhague [XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático celebrada allí en 2009]. Pero la agenda está blindada, y por lo que se ve aquí sigue igual”, recuerda Arrojo, curtido en mil batallas y anécdotas que rememora junto a Nicola. En Río la agenda del agua estuvo cortada. Fue un Río seco. “El Gobierno brasileño, en un inicio, aceptó meter por primera una cuña vez de agua, pero sus asesores son los brasileños que hay en el Consejo Mundial del Agua, que es el lobby privado”. ¿El resultado? Un texto blando, una vez más. “Reafirmamos nuestros compromisos relativos al derecho humano al agua potable y el saneamiento, que ha de hacerse efectivo gradualmente en beneficio de nuestra población, respetando plenamente nuestra soberanía nacional”, recoge la declaración oficial, criticada por muchas delegaciones pero finalmente firmada pro todas las presentes.
En la Cúpula dos Povos, el periodista y activista italiano Giuseppe De Marzo levantó la voz ante un auditorio a reventar que escuchaba su clamor a favor de la unión entre justicia y sostenibilidad. El calor y la humedad brasileña no frenaron la atención del público. Tampoco el ruido ensordecedor de los helicópteros que aquellos días tapaban Río, vigilantes. “Para avanzar, más que resistir, necesitamos una relación nueva entre justicia y sostenibilidad. Esto significa trabajar para alcanzar no sólo la justicia ambiental y social, sino también la ecológica (…) La justicia ecológica y el reconocimiento de los derechos de la naturaleza deberían dar un golpe mortal al modelo jurídico capitalista, que considera la Tierra y sus elementos desarmados como meros objetos a introducir en el mercado”, escribió ya alejado del bullicio de la gente y de los helicópteros.
El agua es un elemento vertebrador. Aúna muchas luchas y por supuesto es básico si hablamos de la justicia ambiental. O de los derechos de la Naturaleza. “Cuando llegas a América Latina se habla de la privatización de una manera más amplia que en Europa, de privatización del territorio, de los recursos hídricos, del río mismo, de la salud, y ahí dentro están los servicios urbanos. Pero en América Latina aparece más el componente territorial”. Continua hablando Pedro Arrojo, quien no escatima en palabras aunque tiene la maleta lista para el regreso: “Yo abogo por la integración en temas de agua. Hay que integrar las visiones de privatizaciones”, concluye.
Y poco a poco se van consiguiendo conexiones y ampliando horizontes; aunque el agua tuviera su propio pabellón; y su propia declaración final. “Hacemos un llamado a la comunidad internacional para la solidaridad y la participación a través de la creación de las instituciones del agua mundiales verdaderamente democráticas, a través de colaboraciones entre entidades públicas; y afirmamos que la creación de una Autoridad Mundial del Agua debe actuar en interés de la humanidad y la naturaleza. Apoyamos la creación de un tribunal penal internacional para el enjuiciamiento de los delitos ambientales cometidos por las corporaciones, gobiernos e instituciones. Nos comprometemos a seguir construyendo redes y nuevas alianzas sociales, ampliando y profundizando nuestras relaciones con los movimientos sociales que luchan por la soberanía alimentaria, el trabajo decente y los derechos laborales, la democracia y la justicia social y ambiental. En particular, nos comprometemos a participar activamente en las campañas por la justicia climática, ya que el agua es un elemento clave para la vida y se ve muy afectado por el cambio climático”.
Aquí está la clave. Aunque se habló poco de derecho humano al agua o de gestión, el agua impregna el futuro de las luchas ambientales. “Tanto en Marsella como aquí la integración se ha producido y la maduración de los movimientos se está produciendo aceleradamente”, añade Arrojo. ¿Lo próximo? Una visión ecosistémica, de río. Porque en Río no se habló de ello.
Y en ese futuro cercano aguarda impaciente la ciudad italiana de Florencia, que en el próximo mes de noviembre acogerá la próxima cita del Movimiento Europeo por el Agua. ‘Florencia 10+10’ es el nombre escogido para un evento que recordará el lugar donde hace precisamente diez años el demos europeo celebró su primer Foro Social Europeo. Lo dejan claro desde sus primeros comunicados oficiales: “Queremos ser parte de una construcción en curso”.