Como resultado del proyecto de reintroducción del Cóndor de California en la Sierra de San Pedro Mártir en Baja California, actualmente existen 23 ejemplares en libertad y seis en espera de ser liberados en los próximos meses, informó el titular de la Semarnat, Juan Rafael Elvira Quesada.
Comentó que la primera liberación de esta especie se llevó a cabo en el 2002 con seis ejemplares que fueron donados por el Zoológico de Los Ángeles, como parte del trabajo binacional entre México y Estados Unidos, cuyo objetivo es recuperar las poblaciones de cóndor en su ámbito de distribución.
Indicó que este año se cuenta con un millón y medio de pesos para equipo y áreas de manejo y rehabilitación; atender las contingencias de contaminación por plomo, y continuar preparando ejemplares nacidos en cautiverio para su regreso a la vida libre en la Sierra de San Pedro Mártir.
Se ha llegado al punto de la reproducción de Cóndor de California en condiciones silvestres, expresó el Secretario Elvira Quesada tras realizar un recorrido en esta región para constatar los avances de este exitoso programa de conservación, en el que por parte de México participan la Semarnat, el INE, la Conanp, instituciones académicas y organizaciones civiles, y por el lado estadounidense el trabajo es coordinado por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre, con apoyo de la Sociedad Zoológica de San Diego y zoológicos de Los Ángeles y San Diego.
Durante esta visita, el coordinador del proyecto binacional, Juan Julián Vargas Velasco, informó que desde el 2007 se han presentando 10 nidadas. Explicó que los cóndores utilizan cavernas para anidar, por lo que su localización puede llevar horas de observación aún con el apoyo de las señales emitidas por el radiotransmisor que llevan en un de sus alas.
Señaló que la clave del éxito del proyecto de reintroducción del cóndor de California en la Sierra de San Pedro Mártir es la conjunción y constancia de varios elementos: el estado de conservación y las características fisiográficas del ecosistema de la sierra; la baja presencia de humanos; la aplicación de un riguroso plan de manejo y monitoreo de las aves en campo; la conformación de un equipo de biólogos expertos; la coordinación entre las instituciones mexicanas y estadounidenses; la comunicación y la educación ambiental, así como el financiamiento constante por los gobiernos de México y Estados Unidos durante los últimos 10 años.