Conaculta lamenta el fallecimiento de la cantante que, por su música y personalidad, era considerada patrimonio de la cultura iberoamericana
México D.F. Alguna vez el cantante Joaquín Sabina afirmó que, por su obra y su personalidad, Chavela Vargas era un patrimonio vivo de la cultura iberoamericana, comentario que refrendaron en años posteriores numerosos cantantes, escritores e incluso académicos, quienes vieron en sus canciones un reflejo de esas pasiones y esos arquetipos insomnes que forman parte de la naturaleza humana.
La cantante y compositora, fallecida este domingo 5 de agosto a causa de complicaciones generadas por una neumonía, se convirtió para muchos en un referente de su cultura, su tiempo, pero sobre todo del sentir de la última generación que se resistió al sinsentido de una modernidad a través de la bohemia, el tequila y el arte.
“Siempre me han preguntado sobre muchas cosas, sobre política, sobre libros, sobre música, incluso sobre la manera como se debe vivir, yo lo único que puedo decir es que yo no tengo ninguna respuesta, yo lo único que he sabido es vivir con amor”.
Expresó la cantante hace unos años en una entrevista con motivo de una serie de conciertos, en la que el comentario recurrente fue siempre su felicidad de entrar en contacto con el público.
“A mí me gusta la gente, me gusta mirar sus rostros porque son como la puerta que nos dice de dónde vienen, su pasado, a veces su futuro, dicen que yo soy un poco bruja, vaya a saber porqué (risas). Lo cierto es que en los conciertos me conecto con mi gente, y no me refiero a una nacionalidad en especial, sino a los que comparten conmigo el gusto por algo misterioso, algo que no puede ser medido ni comprado. A veces mientras canto miro por ahí el rostro conmovido de un joven o una muchacha, reconociendo ese algo, y entonces me digo, éste o ésta es de los míos, me siento a gusto, como en la sala de mi casa”.
A la cantante le preocupaba la amenaza de la globalización y que en las diversas naciones, en las que existían culturas antiguas, se comenzara a generar un estándar en la cultura.
“Es un fenómeno que he visto en muchos lugares donde los jóvenes ya no quieren ser mexicanos, peruanos, colombianos, dominicanos, venezolanos, sino gringos de segunda. Eso es algo muy triste, a veces cambian sus artesanías locales, sus canciones locales, su gastronomía local, por música en inglés, hamburguesas, chácharas de moda, la verdad siento que el estandarizar así la cultura de los pueblos es como obligar a que todos usen una misma máscara, pero además es una máscara incomoda y cara, que hay que pagarla todos los días con tarjeta de crédito”.
En este sentido, Chavela Vargas estaba convencida de que en la música existía un hechizo que podía revertir las cosas, algo que era escurridizo para quienes intentan imponer estándares globales.
“Sí, muchos de esos muchachos se pueden entretener un rato con esa música en inglés que a mí me parece toda igualita, pero al final en lo latino, en lo iberoamericano, hay esa parte que se llama el duende, ese hechizo que nos llama con voces ancestrales por lo que conocimos en la cuna, por las tortillitas que nos comimos de niños, por los frutos que bajábamos de nuestros árboles y que no existen en ningún otro lado, todo eso provoca que regresemos a nuestra propia música, porque nuestro ritmo de vida es distinto”.
Chavela Vargas confesaba no tenerle miedo a la muerte, y menos al contemplar la grandeza de las montañas y cerros que rodeaban el paisaje de su casa.
“Los veo por las mañanas y me siento chiquita, porque esos cerros estuvieron mucho tiempo antes de que yo llegara a este mundo y estarán por miles de años más cuando me vaya, entonces qué es nuestra muerte comparada con esa grandeza. Hacemos nuestra luchita en este mundo, a veces logramos algunas cosas, pero nada nos llevamos. Nuestra única misión aquí, a final de cuentas, al final de todos los caminos, es venir a conocer el amor… y si la vida es generosa, llevarnos con nosotros un poquito de comprensión acerca de lo que es”, concluyó Chavela Vargas.