La temporada de investigación se abre en la Antártida

La temporada de investigación se abre en la Antártida
Argentina posee trece bases en su sector antártico; seis permanentes, y el resto temporarias. En la San Martín se encaran investigaciones sobre temas vinculados a la sismología, geodesia y ciencias de la atmósfera. Todos los años se seleccionan profesionales para las campañas, que duran 379 días.

El Instituto Antártico Argentino convoca todos los años a cubrir diez plazas para profesionales civiles de diferentes ramas de la ingeniería. Y posteriormente, realiza una selección por orden de mérito entre quienes hayan cumplido en forma satisfactoria con los exámenes profesionales y médicos.

La actividad central de las bases antárticas es la investigación científica, variando el objeto de estudio en cada una de ellas.

En la base San Martín, donde está ubicado el laboratorio que lleva el mismo nombre, las actividades científicas que se realizan son el estudio del campo magnético, el comportamiento de la ionosfera y el análisis de ruidos cósmicos y de silbidos atmosféricos, además de estudios de geodesia y sismología.

Durante todo el año se coloca instrumental para la recolección de datos, los que son enviados para su procesamiento a institutos de investigación (como el Instituto Antártico Argentino).

El bioingeniero entrerriano Carlos Zelayeta pudo participar así de la Campaña Antártica de Invierno 2011, en la Base San Martín durante 379 días.

El grupo que participó de la Campaña Antártica, del que formó parte Zelayeta, estuvo integrado por veinte personas, entre quienes estaban el jefe de la Base, además del cocinero, médico, enfermero, mecánicos y electricistas, carpintero, especialistas en montañismo, encargado ambiental, personal de radio y comunicaciones, y del laboratorio científico.

Los contingentes varían en su conformación, de acuerdo con las tareas que se llevan a cabo en cada una de las Bases.
 
En relación con la rutina laboral, la estadía en la Antártida puede resultar similar a lo que representa trabajar desde el hogar: además de cumplir con las tareas profesionales para las que han sido seleccionados, quienes participaron del contingente debieron cumplir con el mantenimiento del lugar.

Para ello, realizaban turnos rotativos para la limpieza de los lugares comunes. A esto se agregó, como una de las tareas fundamentales, la de recolectar agua potable para el consumo.

Carlos Zelayeta describe el proceso: “Había que picar hielo de los témpanos que hay en las orillas de la isla, almacenarlo en piletas para ir derritiéndolo y obtener agua”.

Para ello, “se cuenta con unos derretidores, que son unas ollas de 300 litros con un sistema de calefacción a gasoil”. Relata que una vez por semana, entre todos, dedicaban una tarde a juntar hielo para que la persona que estaba diariamente a cargo del turno de limpieza se ocupara también de derretirlo.
Terminado el horario laboral, contaban con gimnasio y sala de juegos. La conexión a Internet (que es por satélite) les permitía tener un contacto más fluido y acortar las distancias, además de ser otra fuente de distracción.

“Mi tarea en el laboratorio era operar ese instrumental, hacer el mantenimiento y, eventualmente, reparaciones”, sintetiza el bioingeniero.

El resto de las ocupaciones sirven de apoyo para la investigación y para el personal.

En un largo año habrá que mantener y reparar los edificios, tener en condiciones las antenas de comunicación y garantizar el funcionamiento de la red eléctrica. Ocuparse de la cocina y el tratamiento de los residuos también resultan trabajos a atender.

Escribe María Laura Ríos en El Litoral que Zelayeta se recibió de Bioingeniero en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Entre Ríos.

Dos meses después del egreso partió, extendiendo su estadía hasta marzo de este año: 379 días estuvo en la Base San Martín.

En febrero de 2011 se trasladó en avión hacia Río Gallegos, junto al resto del equipo de trabajo.

Desde allí, la marcha hasta Base Marambio fue a través del mismo medio. Luego, un barco los acercó hacia el destino final, previa escala en la Base Esperanza debido a algunos desperfectos en la embarcación. Más de una semana les llevó llegar hasta el lugar.

Una vez en destino, el relevo de la dotación fue completo. Unos llegaron y otros se fueron.

El reemplazo llevó dos días de trabajo: ese es el tiempo que les tomó la descarga del combustible y de los alimentos necesarios para abastecerse.

También en ese período se retiró toda la basura generada por el grupo que emprendía el regreso a casa.

Base San Martín

Ubicada en un islote que tiene alrededor de 300 metros de largo, la Base está separada de la costa continental por un canal de, aproximadamente, 30 metros.

El frío y la blancura extremos que la rodean son recortados por el relieve montañoso.


El clima antártico, además de contar con temperaturas extremadamente bajas, posee vientos que, durante las tormentas, pueden alcanzar un promedio de 160 kilómetros por hora.

El paisaje, uniforme y ajeno a nuestros ojos, es interrumpido por las construcciones rojizas que dieron cobijo a las 20 personas que formaron parte del contingente.

En el lugar están ubicadas la casa principal y la auxiliar. La primera de las residencias cuenta con enfermería, radio, oficina de meteorología, depósito de víveres y gimnasio. La casa auxiliar tiene, además de las habitaciones, un salón de juegos.

Por otro lado están las construcciones que alojan al laboratorio científico, a la cámara frigorífica, al taller de vehículos, la usina eléctrica y al resto de los depósitos de alimentos y materiales.

“Por fuera de la isla, todos los lugares son de muy difícil acceso. En invierno, con el mar congelado, se pueden hacer salidas hasta otras islas cercanas en un radio de 7 kilómetros”, cuenta Carlos. Dice que esto lo hacían a pie, en esquíes o en motos de nieve. En época de verano, es necesario desplazarse en botes.

Más de medio siglo

En 1951, la Base San Martín se constituyó como el primer asentamiento humano ubicado al sur del Círculo Polar Antártico. Su inauguración formal ocurrió el 21 de marzo de ese año. Está ubicada en el islote Barry, a los 68º 07’ sur y 67º 08’ oeste,

debajo del Círculo Polar Antártico. En sólo doce días, el equipo de trabajo que llevó a cabo la expedición construyó las edificaciones que resultaban vitales para desarrollar las actividades.

Al momento de su creación, era la más austral del mundo. Fue la primera base continental que la Argentina instaló en la Antártida, con el objetivo de realizar el reconocimiento de una de las zonas más alejadas del continente antártico.

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