Por Carmen Peláez/AM/Bueño.-Durum, durum, dum... no sé que tiene el jazz que a la cuarta nota te resuena en toda la caja torácica, te atrapa y te lleva a un mundo mejor. Y no es mala idea con la que está cayendo.

El mérito esta vez es de los vecinos de Bueño y de su asociación cultural que van camino de convertir su festival en la cita del verano. Y encima de carácter internacional.

Tienen que alucinar los músicos que llegan por primera vez a este Festival de Jazz cuando les llevan a una ciudad, la pasan de largo, tiran hacia una central térmica y la rodean entre prados verdes con sus ovejas y sus fabas para llegar a un diminuto lugar en el que se concentran algunas casas de planta habitual y otras levantadas sobre patas de piedra. Que usted y yo sabemos que son hórreos, pero si vinieramos de Luisiana, por poner un suponer, pues igual no lo sabíamos.

Pero los artistas se rehacen en seguida porque se les ve encantados sobre este  escenario tan poco urbanita, y repiten, y regalan, y se entregan a este público que vibra y al que se le va la cabeza al ritmo de la música.

El Festival Internacional de Jazz de Bueño es una experiencia íntima compartida por decenas de personas. Cuando empieza a caer la noche, se iluminan las bombillas de colores que trasmutan la plaza en el escenario de una fiesta veraniega de película de Visconti. Nadie se extrañaría demasiado si aparece por allí Sofía Loren oscilando la cadera al ritmo del contrabajo.

El sexteto que hay en el escenario habla al público en inglés, en el país de Europa que menos bilingue es, pero alguien en las primeras filas les ha entendido porque rie algún chiste. Pronto se pasan de nuevo a la música y ese lenguaje lo entendemos todos en la plaza, pura poesía. Entre sorbito y sorbito de Mahou, que es otro de los must en este festival único y fantástico. Cerveza y pipas Churruca, que parece que toda la plaza ha dejado de fumar recientemente porque aquí sólo la térmica fuma de lo suyo.

Entre los fieles a la cita, decenas de cincuentones y cincuentonas en buen estado, un par de niños que deberían estar en sus camitas a estas horas ... La fama que va adquiriendo esta cita con la mejor música internacional de jazz hace que vayan apareciendo algún político y alguna que otra cara conocida pero afortunamente van de paisano.

El pueblo y la plaza mejoran cada año bajo los cuidados de sus esmerados vecinos y lucen para la ocasión un asfaltado nuevo, el escenario ha cambiado de ángulo y todo parece mas amplio. La cita ha perdido un poco de su encantador punto agro pero las bombillas de colores dispuestas como los nervios de un paraguas sobre la plaza siguen ahí y en cuanto zumba el primer 'abejonejo' sabes que todo está bien. Es Bueño y se huele el verano. A disfrutar con una sonrisa.

Cuando el grupo de cubanos y argentinos toma el escenario reluce la noche. Bailamos hasta sentados en las sillas. Tanta buena energía crea una burbuja en la plaza que deja fuera lo del iva, lo de la prima esa que solo sabe subir y hasta lo del bosón de Higgs, que es bueno pero tampoco lo entendemos.

Fantástico, musita mi vecino ensimismado, fantástico, repite en trance.

Fuera, la vida sigue y no todo el mundo lo comparte. Un joven que pasa en bici con su hijo se queja de las decenas de coches que invaden la carretera a ambos lados: "mira como aparcan en todos lados estos de la banda del criollo!". El festival ha invadido la tranquilidad de este rincón especial y esta noche volverá a hacerlo con mas y mejores artistas, nuevos y consagrados. Jazz, esa compleja forma de arte reconocida en todo el mundo, difícil de definir, tan poliédrico como la vida.