Discurso principal en el Simposio Nikkei, por Christine Lagarde, Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (Extracto)
I. Los principales desafíos económicos de la actualidad
Permítanme comenzar con el tema de mayor importancia: el esfuerzo que está realizando la economía mundial para romper las cadenas de la crisis financiera.
En los últimos meses, lamentablemente las perspectivas se han tornado más preocupantes. Muchos indicadores de actividad económica —inversión, empleo, actividad manufacturera— se han deteriorado. Y no solo en Europa o Estados Unidos, sino también en mercados emergentes clave como Brasil, China e India.
En la actualización de las perspectivas de la economía mundial, que el FMI publicará en diez días, las proyecciones de crecimiento mundial estarán un poco por debajo de las previstas hace apenas tres meses. E incluso estas proyecciones más bajas se basan en la premisa de que se tomarán medidas de política adecuadas.
No cabe duda de que ya se han realizado algunos esfuerzos extraordinarios. Me refiero a lo sucedido en Europa. El Banco Central Europeo (BCE) ha tomado medidas para aliviar las presiones de financiamiento de los bancos y se ha ampliado la red de seguridad financiera de Europa. Y apenas la semana pasada los líderes europeos acordaron adoptar medidas importantes y adecuadas para abordar la crisis inmediata, lo cual es alentador.
No obstante, será necesario seguir avanzando para superar la crisis de manera decisiva y evitar los efectos perniciosos en la estabilidad y el crecimiento. No solo en Europa sino en todo el mundo.
Porque no cabe duda de que estamos ante una crisis mundial.
En el mundo interconectado en el que vivimos, ya no podemos darnos el lujo de solo prestar atención a lo que sucede dentro de nuestras fronteras nacionales. La crisis no reconoce fronteras. Esta crisis está afectando a todos.
Y los riesgos están en todos los rincones del mundo: Europa, Estados Unidos y aquí también, en Asia y Japón.
Sin duda, Japón y la región han afrontado la situación extraordinariamente bien hasta ahora. Desde 2008, Asia ha contribuido más de la mitad de todo el crecimiento económico mundial.
Pero esto no significa que Asia sea inmune.
Los efectos de contagio provenientes de Europa se están notando cada vez más aquí. La reducción de los precios de las acciones, las salidas de capital y los diferenciales más amplios ya han afectado a una serie de países asiáticos.
En el caso de Japón, dos riesgos constituyen la principal preocupación:
- La presión alcista sobre el yen, debida a la continua búsqueda de alternativas de inversión más seguras, sería un incómodo obstáculo para el crecimiento de Japón.
- Y dado que una proporción importante de las exportaciones japonesas tiene como destino Europa, un recrudecimiento de la crisis en ese continente incidirá negativamente en el crecimiento. Por lo tanto, mientras los que están en medio de la crisis tienen que trabajar para superarla, otros tienen que trabajar para resguardarse de ella. Nadie es inmune.
II. Soluciones basadas en la cooperación y la asociación internacional
Esto me remite a mi segundo tema: para que sean eficaces, las soluciones tienen que estar basadas en la cooperación.
¿Qué significa esto en la práctica?
Los estudios del FMI indican que un fortalecimiento coordinado de las políticas en los países del Grupo de los Veinte (G-20) podría elevar el PIB mundial 7% y crear unos 36 millones de puestos de trabajo en el mediano plazo, en un momento en que el desempleo mundial ha alcanzado proporciones de crisis.
Como dijo Aristóteles: “El todo es mayor que la suma de sus partes”. Hoy en día, más que nunca, el mundo necesita una visión de ese “todo”.
El FMI ha venido propugnando desde hace algún tiempo la idea de que las políticas aplicadas de manera colectiva beneficiarán a todos, como está previsto en el Proceso de Evaluación Mutua del G-20.
De hecho, una función cada vez más importante que desempeña el FMI es la de exponer las interconexiones entre los países y señalar cómo las políticas de un país afectan a otros; esta función está reflejada en nuestros informes sobre efectos de contagio.
Últimamente hemos visto ejemplos de países que tienen en cuenta estas conexiones, dentro de cada región como entre las distintas regiones. Una muestra palpable de la coordinación de políticas.
Un ejemplo son las medidas más recientes tomadas en Europa. En la cumbre europea celebrada la semana pasada se colocó la primera piedra de una unión bancaria: un marco unificado de supervisión. Es cierto que aún se necesitan otros elementos y que la implementación se topará con obstáculos. Pero no cabe duda de que al impulsar estas medidas coordinadas se ayudará a restablecer la confianza a largo plazo en la zona del euro.
Y aquí en Asia también se ha renovado el compromiso con el singular mecanismo de colaboración de la región: recientemente se duplicaron los montos disponibles en el marco de la Multilateralización de la Iniciativa Chiang Mai y se tomó la decisión de ampliar el uso de esa iniciativa para la prevención de crisis.
Estos son pasos importantes hacia los objetivos de fondo: la estabilidad y el crecimiento duraderos y compartidos. Para alcanzar estos objetivos será necesario tomar medidas coordinadas para romper las principales cadenas de esta crisis: la debilidad de las entidades soberanas, la debilidad de los bancos y la debilidad del crecimiento.
Tenemos que romper esas tres cadenas.
Primero, restablecer la solidez de las entidades soberanas.
Los países tienen que abordar con determinación el problema de la deuda pública. En muchas economías avanzadas la deuda pública ejerce un fuerte peso sobre el crecimiento.
La reducción del déficit es esencial, y a los países que soportan la presión de los mercados no les queda más alternativa que realizar esa reducción ahora. Sin embargo, en otros países el ajuste puede ser más gradual y puede realizarse a un ritmo que no socave la recuperación.
Estados Unidos, en particular, tiene que hacer todo lo que pueda para evitar caer en lo que algunos han llamado el “precipicio fiscal” en el que caería la economía el momento en que caduquen los recortes de impuestos y entren en vigor las reducciones del gasto de carácter automático, algo que según la legislación actual ocurriría el próximo año y reduciría el presupuesto abruptamente en alrededor de un 4%. Esto pondría en peligro no solo la recuperación de Estados Unidos sino también la recuperación mundial.
En Europa, como señalé, tenemos que seguir avanzando a partir de los importantes pasos que ya se han dado. En particular, la cooperación en materia fiscal tiene que alcanzar nuevos niveles.
E incluso en los países que pueden realizar un ajuste fiscal más lento a corto plazo, la ruta tiene que estar marcada por compromisos creíbles a mediano plazo para reducir la deuda pública. Esta es una prioridad para Estados Unidos, Europa, y para Japón también.
A este respecto, la reciente aprobación de la ley sobre el impuesto al consumo por parte de la cámara baja del Parlamento es un paso muy positivo en Japón, y es crucial que se implemente tal como está previsto.
Segundo, sanear y reformar el sector financiero.
Además de restablecer la salud de las entidades soberanas, también es necesario restablecer la salud del sector financiero: hay que retornar al apoyo, no a la desestabilización de la economía; hay que retornar a la funcionalidad, no la disfuncionalidad; hay que retornar al servicio, no solo a la rentabilidad.
Una vez más, no podemos quitar la mirada del objetivo principal: se precisan instituciones financieras que sean lo suficientemente saludables como para proporcionar el crédito que nuestras economías necesitan a fin de generar crecimiento y empleos.
No cabe duda de que ha habido avances, y un ejemplo de ello son los acuerdos relacionados con el marco de Basilea III. Otro ejemplo son los importantes pasos dados por el Consejo de Estabilidad Financiera, incluida la definición pormenorizada de las medidas relacionadas con las instituciones financieras de importancia sistémica y los mercados de instrumentos derivados extrabursátiles.
La reforma del sector financiero es un ámbito en el que Asia ha estado a la vanguardia. Gracias a eso, los balances de los bancos de la región son mucho más sólidos que en muchas otras partes del mundo. De hecho, los bancos de la región han podido absorber en Asia los vacíos dejados tras la salida de algunos bancos de la zona del euro.
Pero dejando de lado los avances en Asia, ante la pregunta de si el sistema financiero mundial es ahora más seguro que antes del colapso de Lehman, mi respuesta sería “no aún”.
No voy a entrar en detalles, pero el FMI ha expuesto lo que pensamos que es necesario hacer: mejorar la regulación, reforzar la supervisión y crear incentivos adecuados para el sector privado. Y todo esto se ha de hacer de forma coordinada entre las instituciones, los mercados y los países.
Tercero, crecimiento sostenido.
Para volver a poner en marcha el motor del crecimiento es necesario que las entidades soberanas y financieras gocen de buena salud. Pero para mantener el ímpetu, es esencial cumplir con el objetivo del G-20 de lograr un crecimiento fuerte, sostenible y equilibrado. Y a eso yo añadiría que el crecimiento tiene que ser inclusivo y tiene que generar empleo.
Las reformas estructurales son fundamentales en este sentido, en los mercados de trabajo, de productos y de servicios. Los programas respaldados por el FMI comprenden reformas que incluyen, cuando es necesario, un diálogo estrecho con los sectores sociales, incluidos los sindicatos.
Asia, desde luego, ha logrado mantener el ímpetu del crecimiento, a pesar de la crisis mundial. De hecho, Asia ha estado liderando la recuperación mundial.
La región ha podido hacer esto mediante reformas sostenidas que, entre otros aspectos, han restablecido la salud del sector privado. Las relaciones deuda/capital se han reducido dos tercios a lo largo de la última década, gracias a lo cual los balances de las empresas se han fortalecido.
Además de prestar atención a la situación económica regional, Asia debe desempeñar un papel esencial en el reequilibrio económico mundial, que es muy necesario para lograr la recuperación mundial y un crecimiento sostenible.
La reducción de los superávits comerciales en algunos países de Asia es un signo prometedor. Sin embargo, el reequilibrio que acompañó a la crisis no ha sido suficiente. Los países necesitan redoblar sus esfuerzos para fortalecer la demanda interna. El cambio hacia un crecimiento económico impulsado por el consumo en China y la mejora de las condiciones para la inversión privada en muchas economías de la Asociación de Naciones del Asia Sudoriental (ASEAN) son buenos ejemplos.
Los líderes de Asia han reconocido que este tipo de reequilibrio no solo es bueno para Asia, sino también para el mundo. Al mismo tiempo, reconocen que el crecimiento no solo debería ser reequilibrado, sino más equilibrado.
El tema del crecimiento más inclusivo está bien presente en la mente de las autoridades económicas de Asia, como también lo está en la de las autoridades de todos los países del mundo. Los avances que se logren en este ámbito, por ejemplo, a través del aumento del gasto en redes de protección social o del fortalecimiento de la inclusión financiera, pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de muchas personas y a impulsar la demanda interna. Es una estrategia beneficiosa para Asia y para el mundo.
III. El papel de Japón en la comunidad mundial
Esto me lleva a la tercera cuestión principal que quisiera abordar: el papel de Japón en el mundo.
Nadie mejor que ustedes conoce los desafíos enormes a los que se enfrenta el país: la recuperación tras el tsunami es uno de ellos. El envejecimiento de la población es otro.
Y sin embargo, el potencial de crecimiento de Japón también es enorme.
En este contexto, no puedo dejar de mencionar la maravillosa fuente de recursos que representa la mano de obra femenina cualificada de Japón y que en gran parte permanece sin explotar. Si aumentara la participación de las mujeres en la fuerza laboral hasta niveles similares a los de la mayoría de los demás países del G-7, el producto potencial de Japón se incrementaría en 25% para 2030. ¡Esta es una oportunidad demasiado buena como para dejarla pasar!
Japón también tiene la ventaja de encontrarse en una región de rápido crecimiento. La participación de este país en el Acuerdo Transpacífico ayudará a reforzar su integración con Asia y, también, impulsará las reformas a nivel interno.
Este acuerdo ilustra el gran espíritu comunitario de Japón, tanto a nivel local como mundial.
Cuando los ciudadanos japoneses más necesitaban a su país, este los respaldó.
El terremoto y el tsunami de la costa del Pacífico de Japón causaron una devastación humana y estructural a una escala que es difícil de imaginar. Me maravilla la heroica respuesta comunitaria y la asombrosa capacidad de adaptación del pueblo japonés.
La pérdida de más de una cuarta parte de la producción de electricidad del país habría llevado a muchas economías al colapso. No obstante, el verano pasado y también este año, el pueblo japonés ha hecho esfuerzos asombrosos para conservar energía y lograr que la economía siga avanzando.
La gente trabaja los fines de semana para que las fábricas puedan funcionar en horas de poca actividad. La gente ha apagado el aire acondicionado y viste ropa más ligera para ahorrar energía. No puedo imaginar que este espíritu de sacrificio exista en muchos otros países.
Respaldada por la firme implementación del gasto en tareas de reconstrucción, la economía de Japón volverá a crecer. ¡“Ganbarou Nippon”! (???????)
Y, cuando la economía mundial vivía sus horas más sombrías, Japón respaldó a sus socios mundiales.
En dos ocasiones en los últimos tiempos, Japón ha asumido su responsabilidad. En 2008 y también este año, Japón fue el primer país en ofrecer préstamos para duplicar los recursos del FMI y ayudar a evitar un colapso económico mundial aún más grave.
El liderazgo de Japón en la reciente decisión de los países miembros de aumentar los recursos del FMI en US$456.000 millones es especialmente importante. Permite al FMI respaldar a todos sus países miembros y cubrir las necesidades de todos aquellos países afectados por la crisis.
Ante los peligros comunes, cuando otros tal vez se retirarían o no avanzarían, la primera reacción de Japón siempre es preguntar “¿Cómo podemos ayudar?”.
Incluso cuando ha tenido que hacer frente a sus propios desafíos internos, Japón ha adoptado una visión mundial, una visión noble.
Como firme propulsor del multilateralismo, Japón ha brindado a la comunidad internacional un apoyo invalorable. Ya sea a través de la ASEAN + 3 o de la APEC, o como miembro del G-20, el mundo confía en el espíritu ciudadano mundial de Japón y en su profundo apoyo a la cooperación internacional.
En este mismo espíritu, Japón ha ofrecido al FMI su apoyo de manera generosa y continua.
- Japón ha contribuido más que ningún otro país del FMI a reforzar los servicios de crédito concesionario a los países más pobres, entre ellos los de África.
- Japón ha contribuido más que ningún otro país a respaldar los programas de asistencia técnica y de fortalecimiento de las capacidades llevados a cabo por el FMI en más de 120 países, brindando una aportación superior a US$400 millones desde 1990.
- Japón también ha tomado la iniciativa en el respaldo a los jóvenes a través de los programas de becas del FMI, que han beneficiado a más de 660 estudiantes.
Por último, también quisiera señalar que Japón está bien representado en los niveles más altos de nuestra institución. Uno de nuestros Subdirectores Gerentes, Naoyuki Shinohara, se ocupa conmigo de la gestión de las actividades diarias del FMI. Valoro su sabiduría, su lúcido criterio y su temperamento tranquilo, rasgos que para mí son característicos de los japoneses.
Conclusión: La participación de Japón en el FMI
Permítanme hacer algunas reflexiones finales: En épocas de crisis, se corre el riesgo de que las naciones se distancien más. Debemos aprovechar la creciente interconexión mundial para unirnos más.
En el FMI reconocemos que nuestra estructura de gobierno debe ser un reflejo de todos los países miembros de la institución. En este sentido, el programa de reformas de las cuotas acordadas a finales de 2010 garantizará precisamente este objetivo. De hecho, cuando estas reformas entren en vigor, tres países asiáticos —China, India y Japón, por supuesto— se encontrarán entre los 10 principales accionistas del FMI.
La voz de Asia, que ya es fuerte en el FMI, será aún más potente.
Al respecto, en octubre de este año, todos los países del mundo se reunirán en Asia —en Tokio— para participar en las Reuniones del FMI, que ustedes han accedido tan generosamente a auspiciar. La atención del mundo estará centrada en Japón donde nos encontraremos para buscar soluciones globales que nos permitan hacer frente a desafíos mundiales.
El mundo entero confía en el liderazgo, el espíritu y el compromiso de Japón con el multilateralismo, en un momento en que el mundo necesita estas cualidades, y necesita a Japón más que nunca.
En nombre del FMI, les aseguro que será un orgullo inmenso para mí estar en su país y trabajar codo a codo con nuestros amigos japoneses.