Según el diario ruso Kommersant, algunos países occidentales -principalmente EE.UU.- están haciendo activos esfuerzos para persuadir a Moscú a que reciba al presidente sirio Bashar Al-Assad y le conceda asilo político. De acuerdo a la visión de los funcionarios rusos, Rusia y los Estados occidentales no difirieron de manera dramática sobre el problema de Siria y no está dentro del interés de Moscú la defensa de Al-Assad; de hecho fuentes del Kremlin consideran que el presidente sirio ha perdido su oportunidad y la probabilidad de que su permanencia en el poder es reducida, alrededor del 10 por ciento".
Que Rusia haya sido acusada de proteger a Al-Assad, después de bloquear varias resoluciones del Consejo de Seguridad elaboradas por potencias occidentales, no significa que el objetivo se la protección del régimen sirio, sino más bien se busca evitar una intervención militar extranjera que sumiría al país en el caos y anularía su injerencia en Siria junto a sus intereses estratégicos en Tartus. El modelo propuesto por Rusia está alejado de la intervención militar y favorece una solución similar a la de Yemen, donde el presidente Ali Abdullah Saleh, renunció a su cargo y transfirió la autoridad a un gobierno interino, a cambio de inmunidad para él y su familia.
La postura rusa se basa en que el futuro de Siria debe ser decidido por el pueblo sirio y ello se vio reflejado en el reciente acuerdo de Ginebra, aunque muchas potencias occidentales hayan interpretado que ello implica implícitamente la necesidad que Al-Assad deje su cargo, a pesar que el acuerdo no menciona el nombre del presidente sirio. La declaración final prevé la creación de un gobierno de coalición entre el régimen y la oposición, algo que por el momento será difícil de implementar ya que gran parte de la oposición siria rechazó la declaración de Ginebra y dijo que no iba a cooperar mientras Al-Assad no deje el poder.
La incapacidad de la oposición a unirse en torno a un liderazgo político creíble es vista uno de los principales obstáculos para una acción más dura contra Al-Assad, por parte de los poderes extranjeros, algunos de los cuales se reunirán en París el viernes; aunque los principios para una transición política en Siria se acordaron a última hora del martes, varias cuestiones siguen sin resolverse después de la retirada de los miembros de la oposición kurda. La oposición estuvo de acuerdo -en términos vagos- sobre el apoyo al Ejército Libre Sirio (ELS), la disolución del gobernante Partido Baa’th y la exclusión del presidente sirio Bashar Al-Assad y de otras figuras del régimen del proceso de transición.
Por ello no sorprendió que Siria haya declarado su beneplácito por las posiciones de Rusia y China en la reunión de Ginebra, donde Moscú y Pekín marcaron su adhesión a los principios de la Carta de ONU y las normas del derecho internacional respecto a la intervención militar. La Cancillería siria señaló que el país no se detendrá en las declaraciones hechas por algunos de los participantes sobre la necesidad de renuncia del presidente sirio, a las que consideran como "falsificación deliberada de los resultados de la reunión de Ginebra y un intento de avivar la violencia y socavar la misión del enviado internacional".
Una fuente del Ministerio de Relaciones Exteriores sirio señaló que no había “puntos vagos” en la declaración final de la reunión de Ginebra, que fuesen necesarios de aclarar, y reiteró la adhesión de Siria al plan de seis puntos de Annan y a la cooperación con la misión de observadores de ONU, de acuerdo con las resoluciones del Consejo de Seguridad y la comprensión inicial firmado entre Siria y la ONU el 19 de abril de 2012 y los memorandos de entendimiento complementarios.
Si a todo lo antes citado, sumamos que la declaración final de Ginebra tiene como otros puntos fundamentales como los de poner fin a la violencia, el desarme de los grupos armados y la no militarización de la situación, era obvio que el régimen sirio iba a adherir a la declaración final. En el fondo, el presidente sirio sabe que muchas de esas medidas son retóricas y que no hay manera de implementarlas en la realidad, por otra parte, tampoco ponen en peligro al régimen ya que no pide explícitamente su renuncia.
Hoy el jefe de los observadores de ONU en Siria, Gral. de División Robert Mood, dijo a los periodistas en Damasco que la misión reanudará sus operaciones -suspendidas más de dos semanas- inmediatamente después de las condiciones lo permitan; las actividades de la misión fueron suspendidas el 16 de junio después de un aumento en la violencia que hacía imposible a los observadores para supervisar el cese de la violencia y apoyar la aplicación del plan de Annan.
Un grupo militante se ha atribuido la responsabilidad de la incursión y el bombardeo de las oficinas de la televisora Ikhbariya –vinculada al gobierno sirio- la semana pasada, que dejó un saldo de siete personas fueron asesinadas. El Frente Al-Nusra, un grupo militante, afirmó que llevó a cabo el ataque del 27 de junio mediante un mensaje publicado en foros de internet islamistas; el comunicado fue publicado el 30 de junio y Al-Nusra dijo que la incursión fue una reacción a la cadena de TV que actúa como un "brazo de choque" del gobierno del presidente Bashar Al-Assad.
Otros 85 soldados, entre ellos 14 oficiales –que incluyen un general, un coronel y siete capitanes entre otros- huyeron a Turquía en una creciente ola de deserciones del ejército sirio; la agencia de noticias estatal turca Andolou dijo que el grupo de desertores cruzó con 300 familiares hacia Turquía. Las deserciones de alto nivel habían sido relativamente raras en los primeros meses del conflicto, lo que demostraba la cohesión del círculo íntimo de Al-Assad, compuesto por alawitas.
El desgaste del ejército sirio se ha intensificado notablemente en las últimas semanas, después que las fuerzas sirias derribaron al avión turco F4 que había violado el espacio aéreo sirio. Si bien Ankara recuperó los cuerpos del capitán Gokhan Ertan y del teniente Hasan Hüseyin Aksoy del Mediterráneo, las patrullas aéreas con aviones F-16 y la instalación de baterías con misiles turcas han reforzado la presencia militar en la zona, forzando al régimen sirio a desplazar 2500 efectivos a la frontera norte. Ahora Turquía cuenta con una red de radares de 500 km de alcance que cubren hasta Damasco que redujeron las operaciones de los helicópteros Mi-17 sirios en la frontera por temor a ser derribados.
Luego de conocida la declaración final de Ginebra, poco ha cambiado en el terreno desde que se conocieron los alcances del plan de Annan y peor aún, poco cambiará ya que las variables sistémicas se mantienen intactas. Los grupos de oposición tienen previsto reunirse con funcionarios rusos en El Cairo a finales de este mes; la oposición siria debe persuadir más al aliado internacional más importante de Siria de que son una alternativa creíble a Al-Assad cuando ni ellos mismos lo creen y no han podido unificarse en más de 15 meses de conflicto.
ONU sigue insistiendo con la Alta Comisionada para los DDHH, Navi Pillay, sobre la posibilidad de remitir el caso sirio a la Corte Penal Internacional (CPI) para disuadir al presidente sirio de permanecer en el cargo; las autoridades sirias no puede ser juzgadas por la CPI a menos que el Consejo de Seguridad remita el caso, pero si este órgano no ha podido pasar de una condena moderada, difícilmente remitirá el caso. Peor aún, se retomarán la operación de los monitores de paz cuando las condiciones en el terreno están más deterioradas que antes de la suspensión de las mismas y los observadores están desarmados y sin helicópteros.
Por último, las potencias occidentales y árabes tienen una agenda con intereses divergentes que influyen en las decisiones finales y debilitan los procesos de unificación de la oposición; muchos de los grupos políticos sirios ajustan sus demandas a las posiciones de sus patrocinadores internacionales, condicionando las verdaderas necesidades de la sociedad siria